sábado, 29 de marzo de 2014

Países de la Eurozona se transforman al actuar como bloque

Tomado de esglobal

EL HUMPTY DUMPTY DE LA EUROZONA
¿La parte transformará la naturaleza del todo?

Por Enrique Mora Benavente

No hace tanto tiempo, los juegos de construcción causaban furor. Con las mismas piezas podías hacer un león o un coche de carreras. Las figuras aparecían y se deshacían entre tus manos. Las piezas eran lo importante –niño, recoge todo, no pierdas ninguna pieza–, todo el universo se podía crear a partir de ellas.
Cuando te hacías mayor las cosas podían ser más complicadas, pero en el fondo no parecían ser muy distintas. René Descartes había introducido dos ideas que, de alguna manera, convertían la naturaleza en un gigantesco Lego. La primera era la eficacia del reduccionismo como método de conocimiento. Si dividimos un problema complejo en partes más pequeñas, más asequibles de resolver, iremos obteniendo respuestas al problema inicial. La segunda tesis era que el cuerpo humano puede ser pensado como una máquina.
Uniendo estas ideas –es más fácil entender el funcionamiento de una maquinaria compleja desmontándola y los seres vivos funcionan como máquinas –, el pensador francés sentó las bases de la ciencia de los seres vivos y acabó con siglos de disquisiciones pseudo-filosóficas sobre el “soplo esencial”.
El avance fue considerable. Pero como tantas veces en la historia de las ideas, una aportación decisiva entraña consecuencias imprevisibles –y  falsas –. En el caso de Descartes, la tesis del reduccionismo como método de razonamiento y la metáfora de la máquina tenían una doble suposición implícita. De un lado, que comprender cómo funcionan las partes nos da la clave para entender cómo funciona el todo. De otro, que las partes, por su esencia y su forma de funcionar, nos van a dictar, casi de forma natural, cómo se reconstruye el todo. En otras palabras, desmontar un ser vivo es como desmontar un reloj. Y, acto seguido, puede volver a montarse. La idea del doctor Frankestein no era tan descabellada después de todo. 
En los seres vivos, esta suposición implícita es falsa. En ellos, las relaciones entre las partes son complejas, es decir, tienen lugar en presencia de muchos elementos de muy variada naturaleza, son relaciones débiles y dependen del contexto. Por ejemplo, la misma interacción entre una proteína y un segmento de ADN puede conducir a situaciones diferentes, incluso opuestas, en función de qué otras proteínas haya alrededor. Es decir, las redes de interacciones entre partes vivas evolucionan constantemente, y lo hacen por una buena razón: incorporan información del entorno y mantienen la estabilidad frente a constantes perturbaciones. En otras palabras, nos salvan la vida cada segundo.
Lo divertido de esta historia es que muchos sistemas complejos se comportan igual que los seres vivos. Si los desagregamos en partes más pequeñas, incluso en lo que en principio son sus componentes, cada una de estas partes se comporta de una manera diferente a la que lo hacía en el conjunto. Cada una evoluciona de forma distinta, lo cual tiene plena lógica, ya que su razón de ser y su forma de actuar venían determinadas por su pertenencia y sus relaciones con las demás partes del todo. Los anglosajones conocen esta situación con el nombre de problema de Humpty Dumpty, en honor del ser con forma de huevo que se cayó del muro y nadie pudo reconstruir, según cuenta una antigua canción infantil.
Si hay un paradigma de sistema complejo, ese es la Unión Europea. Sus componentes son 28 Estados, pero también lo son las instituciones, o el área Schengen, o la Confederación Europea de Sindicatos o el Partido Popular Europeo.
Uno de los componentes es la zona euro. Una moneda mal diseñada está tras la crisis particular  –que convive con la financiera general– de este grupo de países, de algunos más que de otros. Para resolver el problema, la Eurozona ha sido literalmente extirpada del cuerpo común, y sometida a un tratamiento intensivo, todavía en marcha, para dotarse de las instituciones básicas sin las que una moneda no puede sobrevivir: unión bancaria, elementos clave de una unión fiscal, concertación estrecha de políticas económicas, e incluso, en el futuro, algunos elementos de una unión política. Cuando este proceso termine, la Eurozona será algo completamente diferente, tanto en su esencia como en las relaciones entre los Estados que la forman. A partir de ahí, habrá que reinsertarla en la Unión. No será fácil y el resultado más probable de este proceso es que sea el todo, la UE como tal, la que deba acomodarse a la Eurozona, y no al revés.
Mientras tanto, otro componente, el Reino Unido, está buscando una forma de redefinirse, teóricamente para no separarse. En un curioso acto de fe cartesiana de los herederos del filósofo David Hume, Londres parece convencido de que puede desengancharse selectivamente de la Unión, reformular sus relaciones con ella y volver a insertarse sin ningún problema. Y hacerlo con un presupuesto implícito que es exactamente el contrario del otro experimento en marcha: si mantener el euro requiere muchas más integración, Gran Bretaña pretende exactamente lo contrario. Difícilmente podrá funcionar.
El Humpty Dumpty de la Eurozona es tan brutal que terminará cambiando la Unión Europea, la parte transformará la naturaleza del todo. El Humpty Dumpty británico es tan irreal, tan autista a lo que está sucediendo en el continente, que no podrá funcionar. El problema es que sumados los dos puedan producir una especie de monstruo Frankenstein que termine por no andar. No es difícil imaginar de qué parte será más fácil y realista prescindir para que la criatura se ponga en pie. 

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