viernes, 18 de marzo de 2011

Obama revive la visión latinoamericana de Kennedy

Por Luis Montes Brito
Para
Diario El Mundo de El Salvador

Al igual que hace 50 años, si bien es cierto que el gobierno estadounidense quiere apoyar a disminuir los problemas socioeconómicos de la región, no está dispuesto a pagar la factura completa que ello representa.

La visita a Latinoamérica del presidente Obama coincide con la celebración del 50 aniversario del excelente y ambicioso, pero fracasado programa de ayuda exterior estadounidense Alianza para el Progreso (ALPRO). Éste fue la respuesta del trigésimo quinto presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, a la expansión de la revolución soviética a través de Cuba. El programa buscaba el desarrollo de la región a través de reformas estructurales.

Medio siglo después, ya en el poder Barack Hussein Obama, el cuadragésimo cuarto presidente de la nación del norte, aún persisten aunque en menor cuantía las carencias y desigualdades en la región, así como también subsiste la dictadura castrista que ha empobrecido aún más la isla y la mantiene liquidada democráticamente.

Obama viene a Latinoamérica, especialmente a El Salvador, para anunciar su programa “Alianza para el Crecimiento”, una versión revisada de “Alianza para el Progreso”, el cual pretende ayudar a las naciones de la región a salir del pantano de la exclusión social, del subdesarrollo y adoptar aquellas medidas que busquen superar la pobreza, dentro de un marco de democracia cada vez más profunda y consolidada.

Como es natural la visita del hombre más poderoso del planeta genera diferentes tipos de expectativas a donde llegue, nuestro país no es la excepción. El gobierno salvadoreño apunta a obtener un nuevo “fomilenio”, además de una solución migratoria permanente para nuestros compatriotas; la dirigencia del FMLN tiene aspiraciones mucho más modestas, se contenta con no ser señalada públicamente como una fuente de amenaza o de incordio para las relaciones bilaterales; el gran capital esperaría un condicionamiento al GOES para que se abstenga de adoptar medidas “socializantes”, aunque el término lo amplían a todo aquello que vaya en contra de sus intereses; los partidos de derecha, se darían por servidos con una reprimenda pública al FMLN por su alineamiento con Chávez; finalmente el pueblo espera que cualquier logro de tan importante visita se materialice en beneficios tangibles de inmediato.

Al igual que hace 50 años, si bien es cierto que el gobierno estadounidense quiere apoyar a disminuir los problemas socioeconómicos de la región, también es cierto que no está dispuesto a pagar la factura completa que ello representa.

En 1961, cuando fue inaugurado el programa ALPRO, Estados Unidos presupuestó $20,000 millones en cooperación, esperaba que Latinoamérica aportara como complemento al plan $80,000 millones, una relación de 4 a 1. Es importante recordar que la salud de la economía norteamericana en aquella época era mejor que la actual.

De tal suerte, que la realidad nos indica que el presidente Obama no vendrá con un saco lleno de billetes para repartirlo a manos llenas. Que además de lo que se oirá en los discursos protocolarios, vendrá a “proponer” una serie de tareas que como país tendríamos que realizar de voluntad propia.

Esto pasa por inversiones sociales que habrá que cofinanciar en: educación, salud, seguridad pública, agua potable, electrificación, acceso a vivienda, combate a la corrupción, depuración de jueces, autonomía de la Fiscalía General de la República y del Órgano Contralor del Estado, entre otras condicionantes que permitan profundizar en la institucionalidad y gobernabilidad del país.

Aunque ALPRO no generó los frutos macroeconómicos esperados sí tuvo efectos importantes en la vida individual de muchos latinoamericanos, lo que permitió reconocer a Kennedy como un hombre que cambió la historia de las relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica, además de granjearse el cariño de buena parte de la población regional.

Barack Obama, sabedor que en la actualidad hay progresos importantes en Latinoamérica, durante su gira primero visitará Brasil, luego Chile, dos países con economías vigorosas, con democracias consolidadas y con un gran potencial de desarrollo en su futuro, que los vuelve necesarios como socios. Finalmente visitará El Salvador, país que se encuentra en la medianía del ranking del progreso latinoamericano, pero que ha avanzado sustancialmente en democracia y que requiere del apoyo oportuno para evitar retrocesos.

Obama viene al encuentro de los actores nacionales con mucha ilusión, con algunos dólares consigo y, al igual que Kennedy, dispuesto a compartir la responsabilidad del futuro latinoamericano. La gran interrogante es si encontrará en nuestros países los socios comprometidos a materializar la Alianza para el Crecimiento y desarrollo regional.

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