Un
adolescente japonés de catorce años mató cruelmente a dos de sus compañeros de
colegio, decapitando a uno de ellos y colgando la cabeza a la entrada de la
escuela donde estudiaban. Sus padres parecían perplejos al enterarse de la noticia;
jamás se hubieran imaginado que su hijo sería protagonista de semejante suceso.
Posteriormente admitieron que ya con anterioridad observaban en él conductas
anómalas, tales como robar termómetros para extraer el mercurio que le serviría
para envenenar gatos.
Este ejemplo, sin embargo, no marca una
referencia límite en el alcance de la agresividad de los niños y adolescentes.
Otros sucesos mucho más atroces han ocurrido y están por ocurrir, cada vez con
mayor frecuencia. No obstante, es un ejemplo que puede resultar bastante
elocuente para buscar explicaciones.
Es interesante resaltar como denominador
común la incredulidad de los padres, quienes suelen juzgar a sus hijos con
enorme subjetividad, y no quieren ver con preocupación conductas previas que ya
pueden inducir a pensar en la existencia de un problema. Aún cuando los padres
reconocen la conducta de su hijo como inadecuada, tienden a pensar que “ya se
le pasará”, o “ya cambiará”, o, simplemente, la aceptan como inevitable, pero
inconscientes de que pueda degenerar en manifestaciones agresivas severas.
De este modo, queda anulado el papel
fundamental de los padres como detectores de posibles anomalías, y como
responsables de las acciones adecuadas para subsanarlas, y de procurar el
ambiente idóneo para evitarlas. En consecuencia, en la mayoría de los casos, el
riesgo de desarrollar conductas agresivas y antisociales, y su evolución va a
depender de factores que no son del control de los padres, y, por tanto, el
pronóstico es bastante desfavorable.
¿De qué factores depende la aparición del
trastorno de conducta, cómo se detecta, y cómo es su evolución? Antes se pensaba que el trastorno de conducta
era la respuesta del individuo a determinadas condiciones desfavorables en la
dinámica socio-familiar; o bien que se trataba de la expresión de algún
desorden interno de ciertos individuos. Hoy día se cree en la validez de ambas
hipótesis en forma combinada, es decir, que es la respuesta a condiciones
socio-familiares desfavorables de ciertos individuos que tienen una
predisposición mayor que otros a proyectarse en forma agresiva. Las condiciones
socio-familiares que se constituyen en factores de riesgo son, entre otras:
* Estar
inmerso en una cultura violenta (la nuestra lo es).
* Haber
sido víctima de abuso físico, psíquico o sexual.
* Factores
genéticos.
*
Exposición a la violencia en el hogar.
*
Exposición a la violencia en los medios de comunicación.
* Uso de
drogas y/o alcohol.
*
Presencia de armas de fuego en la casa.
* Estrés
socioeconómico en la familia.
*
Separación matrimonial.
*
Desestructuración familiar.
*
Inadecuada respuesta de los padres a los comportamientos negativos, a los que
no se ponen límites firmes.
*
Inexistencia o inconsistencia y volubilidad de criterios de educación .
En este apartado de factores de riesgo es
de hacer un llamado a las autoridades competentes respecto a que en la actual
crisis de valores, la proliferación de la violencia en los medios de
comunicación, casi siempre gratuita e injustificada, provoca insensibilidad
hacia la misma y la alienta como valor; y de ello no sólo son víctimas los
niños , a quienes se les puede regular el uso de la televisión; sino también
los adultos, que son los encargados de educar a los niños, lo que explica la
cada vez mayor pasividad de los padres ante la creciente agresividad de los
hijos, inconscientes unos y otros del riesgo.
Detectar el trastorno de conducta puede
inducir a confusión en un principio, porque algunos de los síntomas pueden
formar parte de la etapa evolutiva de la persona, pero se diferencian porque
los niños con trastorno de conducta los padecen con más frecuencia y violencia,
y, además, no mejoran con la edad, al contrario; ni conllevan una sensación de
remordimiento o arrepentimiento; al contrario, se viven más como “hazañas,
triunfos”.
Algunos de estos síntomas son: Ira
intensa, ataques de furia o pataletas, extrema irritabilidad, impulsividad
extrema, o frustrarse con facilidad; placer por destruir. Estos síntomas
suceden en forma individual; no debe confundirse con un comportamiento
antisocial a nivel de grupo, como el de las maras.
De no tratarse el problema adecuadamente,
el pronóstico no es bueno. Hay bastantes posibilidades a futuro de terminar
siendo una persona nociva para la sociedad en la vida de adulto. Los varones
proyectarán su agresividad de una forma más violenta y evidente, mientras que
las hembras lo harán de forma menos espectacular, como la promiscuidad, por
ejemplo. En los casos más severos no llega a haber diferencia entre uno y otro
sexo.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica,
Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad
Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha
enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión
en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes
medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con
objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla
de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar
acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en
sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital
Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la
embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me
hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por
la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como
video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en
diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para
mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite
a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son
demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta
privacidad.
Trato de
orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la
asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos,
porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más
convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su
vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el
ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo
adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy
absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que
cada persona es o va a ser en el futuro.
buenos dias me gustaria obtener infomracion acerca de trastornos mentales en especifico inofmacion sobre salud mental gracias.
ResponderEliminarEstimado lector del comentario anterior, le rogamos ponerse en contacto con la autora del artículo, la prestigiosa Doctora Margarita Mendoza Burgos, puede hacerlo privadamente a su correo electrónico el cual con gusto se lo facilitamos: mendozaburgos@hotmail.com
ResponderEliminarMuy interesante el artículo. Como docentes, tenemos que enfocarnos también en este problema que cada día va acrecentándose en los colegios . Me gustaría recibir información sobre este tema y cómo trabajarlo con mis alumnos
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