Tradicionalmente nuestra cultura ha
contemplado el papel de la mujer exclusivamente dentro del marco del hogar, no
permitiéndole ninguna otra actividad, por considerarse incompatible con las
tareas domésticas y el cuidado y atención a los hijos.
La
elevación del nivel educativo femenino, su deseo de realización personal más
allá de las cuatro paredes de la casa, y la necesidad de mayores ingresos para
satisfacer los horizontes más amplios que la propia educación permite, han
empujado a la mujer a incorporarse al mundo laboral y profesional, donde su
trabajo brilla al mismo nivel que el de los hombres, aun cuando, todavía, la
propia cultura tienda a bloquear este reconocimiento.
Es la propia mujer la que tiene que
pelear el espacio laboral o profesional que le ha venido negando una cultura
que, por otro lado, sigue manteniendo al género masculino lejos de los
quehaceres domésticos, así como del cuidado y educación de los hijos, tareas
que siguen siendo una responsabilidad añadida para la mayoría de mujeres
trabajadoras, máxime cuando, como ocurre en muchos casos, se trata de madres
solas o separadas.
Ello implica un sobreesfuerzo para la
madre trabajadora, aún insuficientemente reconocido. ¿Cómo se consigue salir adelante con todo? La
verdad es que no es tan fácil, pero el hecho de haber tenido que abrir camino y
derribar ciertas barreras, ha acostumbrado a la mujer trabajadora a ser
luchadora y a ganar algunas batallas más duras que esa; y las claves para
conseguirlo se resumen en muchos casos, en, simplemente, QUERER HACERLO, y en
otros muchos, en no tener más remedio que hacerlo.
Indudablemente, el avance de la
tecnología permite comodidades que facilitan bastante la labor, pero pese a
todo, la madre trabajadora se ve obligada a estar permanentemente activa, a
renunciar prácticamente al ocio, y a descansar únicamente lo justo para poder
mantener la actividad diaria. A no ser que se tenga la ayuda de una empleada,
no se puede ser muy exigente con la limpieza de la casa, la limpieza y el planchado
de la ropa, o con la cocina, porque el tiempo y las energías no dan para más,
sobre todo cuando además, una parte importante de ese tiempo hay que perderlo
necesariamente en el transporte.
Es cuestión de prioridades. Los demás
miembros de la familia deben plantearse si son las personas las que deben estar
al servicio de la casa, o la casa al servicio de las personas. Si el dilema se
lo plantea el padre consigo mismo, sin duda decidirá que es la casa la que debe
estar al servicio de él, de su trabajo, y de su descanso; y no le falta razón.
Si el dilema se lo plantean los hijos, también decidirán que es la casa la que
debe estar al servicio de ellos, de sus estudios, y de su ocio; y tampoco les
falta razón, porque lo importante son las personas; la casa y cualquier cosa
material no son más que instrumentos para la satisfacción de las necesidades
humanas, y para su bienestar. Y con ese mismo razonamiento, la casa también
debe estar al servicio de la madre, y no al revés.
Claro, que llegado a este punto surge la
necesidad de que alguien se ocupe de la casa para que la casa pueda satisfacer
nuestro bienestar. Según lo anterior, lo lógico es que las tareas inherentes al
mantenimiento del hogar sean compartidas por todos los miembros de la familia
en la medida de su capacidad y
disponibilidad. Y aún cuando se acepte esto, probablemente seguirá siendo la
madre la que más participe en estas tareas, pero entonces lo hará de mucho
mejor ánimo, al poder descansar un poquito más, y al sentir la ayuda de la
familia.
Pero no debemos ver a la madre de hoy
únicamente en su doble papel laboral, el de ama de casa, y el de su trabajo
fuera del hogar. La madre de hoy se enfrenta a un reto más, pues empieza a
tomar conciencia de que ser buena madre es algo muy diferente a ser buena ama
de casa. Mientras que ser ama de casa es simplemente un trabajo, ser buena
madre es la respuesta positiva a la enorme responsabilidad que significa educar
y preparar a los hijos para el futuro. Prepararles la comida es ser buena ama
de casa; enseñarles buenos hábitos alimenticios es ser buena madre. Llevarles
al colegio es ser buena ama de casa; motivarles permanentemente en el estudio y
el esfuerzo es ser buena madre.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica,
Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad
Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha
enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión
en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes
medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con
objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de
apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar
acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en
sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital
Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la
embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me
hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por
la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como
video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en
diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para
mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite
a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son
demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta
privacidad.
Trato de
orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la
asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos,
porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más
convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su
vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el
ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo
adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy
absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que
cada persona es o va a ser en el futuro.
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