Por Dan Molinski
MEDELLÍN, Colombia—Londres tenía a Jack el destripador. Chicago tenía a Al Capone. Esta ciudad industrial tuvo a su propio hijo infame: Pablo Escobar.
Al momento de su muerte, en 1993, a los 44 años, Escobar era el criminal más famoso del mundo. Hizo explotar un avión civil, bombardeó el ministerio de Seguridad del gobierno, asesinó a por lo menos un candidato presidencial y libró una guerra contra el Estado que terminó con las vidas de miles de personas, incluyendo decenas de jueces y cientos de policías.
Sin embargo, ahora Escobar se ha convertido en algo nuevo: una atracción turística.
Réplica de una pintura de Fernando Botero que representa la muerte de Pablo Escobar en Medellín en 1993.
"Lo llevaremos a los lugares donde vivió y murió, y podrá sentarse en la auténtica motocicleta que Pablo usó por primera vez para traficar droga", explica el guía turístico Juan Uribe a un puñado de entusiastas, en su mayoría mochileros veinteañeros procedentes de lugares como Estados Unidos y Europa en una visita reciente.
El año pasado, dos empresas turísticas rivales comenzaron a ofrecer tours temáticos sobre Pablo Escobar y en septiembre salió una campaña publicitaria que ha convertido estos paseos en la excursión más solicitada de Medellín.
Un tour de cuatro horas cuesta US$30 y lleva a los turistas a la tumba de Escobar, la casa donde fue asesinado a tiros por la policía y a una casa en las colinas donde vivió antes de su muerte. Allí los visitantes conocen a Roberto Escobar, el hermano mayor de Pablo.
Los tours suponen un dilema para Colombia y Medellín, que han trabajado duro para reducir la violencia y dejar atrás su imagen de una nación de narcotraficantes de cocaína armados. Según el gobierno, Colombia atrae a unos dos 2 millones de visitantes al año, un salto de 54% en comparación con 2006. La actual campaña turística nacional dice que el único "peligro" de visitar es enamorarse del país y no querer marcharse.
"Sabíamos que de entrada no podíamos prohibir los tours", dice la subsecretaria de turismo de Medellín, Madeleine Torres. "Sin embargo, temíamos que los paseos promocionen precisamente aquello de lo que estamos tratando de alejarnos, la conexión que tan a menudo hace la gente entre Colombia y la cocaína", añade.
Torres envió a algunos de sus empleados de incógnito para que participaran en los tours junto con los turistas extranjeros. "Queríamos constatar lo que los guías les contaban a los visitantes", señala. Sus espías quedaron satisfechos: en general describen al capo de la droga como un despiadado asesino.
Historia colorida
Uno de los operadores turísticos, See Colombia Travel, defiende las excursiones argumentando que el barón de la droga es parte de la "rica y colorida historia" de Colombia. Compara el tour de Pablo Escobar con aquellos de campos de concentración nazis o los viajes en autobús en Chicago que se centran en la mafia y Al Capone.
Jamie Gerig, fundadora británica de Zorba Tours, dice que los tours sobre Escobar son similares a los paseos de Jack el destripador en Londres. Pero a diferencia del caso británico, los recuerdos de Escobar se mantienen frescos en la mente de muchos en Medellín y muchas de sus víctimas tienen cónyuges todavía con vida.
Nydia Quintero Turbay, la primera dama de Colombia entre 1978 y 1982, se acuerda demasiado bien de Escobar y dice que el tour en Medellín es una vergüenza.
Su hija, Diana Turbay, era una respetada editora de una revista cuando fue secuestrada en 1990, a los 38 años, por un grupo contratado por Pablo Escobar. Turbay vivió meses en cautiverio en una granja a las afueras de Medellín, como parte de un plan de Escobar para presionar a los legisladores colombianos para que no aprobaran un tratado de extradición con EE.UU. En enero de 1991, durante una redada de un comando policial en la granja, los secuestradores la mataron con tres tiros en la espalda.
"Ese tour no me parece apropiado", declaró Quintero en una entrevista. "No conozco la motivación de tener una excursión semejante, pero Pablo Escobar y sus socios eran gente cruel, dura y brutal", añadió.
Hijo de un campesino y de una maestra de escuela, Pablo Escobar comenzó su carrera robando lápidas de los cementerios, para luego molerlas y revenderlas. Vendió también cigarrillos y alcohol de contrabando antes de pasarse a la cocaína. En 1989, ocupó el séptimo lugar en la lista de los más ricos de la revista Forbes, con US$25.000 millones a su nombre.
Pese a su reputación, Escobar también cuenta aquí con algunos partidarios: su actividad filantrópica incluyó la construcción de un barrio entero.
Aunque la mayoría de los visitantes que llegan hasta la tumba de Escobar en un cementerio a las afueras de Medellín son turistas con cámaras en mano, los habitantes locales también vienen a presentar sus respetos.
Carlos Arbeláez, un cortador de vidrio de 45 años y residente de un barrio pobre de Medellín, visitó la tumba recientemente, poco después de que se fuera un grupo de turistas. Dice que Escobar les dio mucho a los pobres.
"La gente dice que era terrible y tengo entendido que hizo un montón de cosas malas", comenta Arbeláez. "Pero para la gente pobre hizo muchas cosas buenas", añade.
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