domingo, 11 de diciembre de 2011

Adviento: tiempo de reflexión y rectificación

Por Richard M. Samour *

Enderecen el Camino del Señor

Entramos a la 3ª semana de adviento en la cual el mensaje de las escrituras de este fin de semana nos invitan a creer en que Jesús, es el Mesías, el enviado y el hijo de Dios, “El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido y me ha enviado para anunciar la buena nueva a los pobres, a curar a los de corazón quebrantado, a proclamar el perdón a los cautivos, la libertad a los prisioneros y a pregonar el año de gracia del Señor. Isaías (61, 1-2. 10-11)”

Muchos de uds dirán… ¿Y que tiene esto de particular puesto que ya lo sabemos? Es cierto, pero el creer significa practicar en quien o en lo que se cree. Las escrituras nos invitan a “Anunciar la buena nueva a los pobres”: la Buena Nueva es el anuncio de salvación que Jesucristo, el Salvador del mundo nos vino a traer.

Y la anuncia a los pobres. Pero ¿quiénes son estos pobres? ¿Serán los económica y socialmente pobres? Y si esto fuera así ¿cómo quedan los que tienen medios económicos y pertenecen a las clases medias o altas? ¿No es para ellos la Buena Nueva del Señor? Claro que sí es. Es para todos: pobres y ricos, considerados desde el punto de vista económico y social. Pero todos los que reciban la Buena Nueva de salvación sí deben ser pobres en el espíritu. Son los mismos a quienes Jesús se refiere en las Bienaventuranzas (Mt. 5, 3).

Pobres en el espíritu son aquéllos que se saben nada sin Dios, que saben que nada pueden sin Dios, que en todo dependen de Él, pero practicándolo, no solo del diente al labio, si no caeríamos en el pecado de la soberbia. Esos (los que se saben nada sin Dios) están listos para recibir la Buena Nueva que Cristo trae. En cambio, los ricos en el espíritu, los que creen que pueden por sí solos, los que se creen gran cosa ante Dios, ésos no están listos para recibir el mensaje de Jesucristo.

“Curar a los de corazón afligido”: Jesucristo vino a sanar a los que sufren. También esta parte de su misión la menciona en las Bienaventuranzas: “Dichosos los que sufren, porque ellos serán consolados” (Mt. 5, 4). Jesús cura los corazones afligidos. Pero los cura mostrándonos que el sufrimiento, bien aceptado y bien llevado, es una gracia muy especial.

Los cura mostrándonos con su sufrimiento, que nuestro sufrimiento, unido al suyo, tiene valor redentor. Los cura mostrándonos que todo sufrimiento aceptado en Cristo, es la cruz que el Señor nos regala para poder imitarlo y para poder “ser consolados”, como nos promete esta bienaventuranza. No es como dicen aquellos… “Pare de sufrir.”

“Proclamar el perdón a los cautivos y la libertad a los prisioneros”: Jesucristo nos trae el perdón de los pecados. Ese perdón nos libera del cautiverio del pecado. El que está hundido en el pecado, necesita ser liberado. Y Cristo nos trajo esa liberación. Podemos decir que los seres humanos nos encontrábamos prisioneros en situación de secuestro: estábamos secuestrados por el Demonio, a causa del pecado original de nuestros primeros progenitores.

Pero Cristo pagó nuestro rescate con su muerte en cruz y su resurrección gloriosa. Ya somos libres; ya se nos ha borrado el pecado original con el Sacramento del Bautismo; y se nos perdonan los demás pecados cometidos, con nuestro arrepentimiento y con el Sacramento de la reconciliación que podemos recibirla cuando queramos. Por eso Jesús les otorgó ese poder a los apóstoles y a su iglesia.

“Pregonar el Año de Gracia del Señor”. La aparición de Cristo en nuestra historia fue el Año de Gracia del Señor anunciado desde el Antiguo Testamento por Isaías. Año de Gracia en nuestra época fue el aniversario número 2.000 de ese gran acontecimiento, cuando la Iglesia, recordando lo anunciado por el Profeta Isaías, proclamó un nuevo Año de Gracia, el del Gran Jubileo del 2.000, el cual fue “año de perdón de los pecados y de las penas por los pecados, año de reconciliación entre los adversarios, año de múltiples conversiones y de penitencia sacramental y extra-sacramental.”

En la 2ª lectura, San Pablo nos ofrece esa respuesta a lo que Dios nos llama a hacer si creemos en su hijo, “Vivan siempre alegres, oren sin cesar, den gracias en toda ocasión, pues esto es lo que Dios quiere de ustedes en Cristo Jesús. No impidan la acción del Espíritu Santo, ni desprecien el don de profecía; pero sométanlo todo a prueba y quédense con lo bueno. Absténganse de toda clase de mal. Que el Dios de la paz los santifique a ustedes en todo y que todo su ser, espíritu, alma y cuerpo, se conserve irreprochable hasta la llegada de nuestro Señor Jesucristo. El que los ha llamado es fiel y cumplirá su promesa. 1a carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (5, 16-24)”

Dios nos pide que a pesar de nuestras dificultades, tristezas, desgracias… vivamos siempre alegres manteniéndonos confiados en oración sin cesar dándole gracias a EL, como el santo Job decía, “Dios me lo dio, Dios me lo quito.” Al creer en su hijo, Dios nos pide que seamos transformados por medio del Espíritu Santo que nos invita a ser profetas, anunciando la palabra de Dios y denunciando el pecado.

Pero cuidado, no es manejar a un Espíritu Santo a nuestro estilo y deseos, NO es así, como siempre les he dicho, “Fe y Razón.” Dice la lectura, “sométanlo todo a prueba y quédense con lo bueno.” Si algo de lo que hacemos, aún y en el camino del Señor, “hace mucho ruido…eso no está bien, no es eso lo que Dios quiere, porque lo que Dios quiere, o sea lo que está bien…no hace ruido.”

Ya se acerca el nacimiento del Mesías, y el profeta nos repite constantemente… “preparen el camino del Señor.” ¿Cómo estará nuestro corazón (nuestro caminar) cuando Jesús/Dios nos llame a su presencia? Les invito a meditar esta semana y a hacer como “un balance de comprobación” del año y si es posible de su vida, para conocer el resultado…

¿Debes reconciliarte con alguien pidiéndole perdón? ¿Debes tomar acción de algo en tu familia, tu vida, tu trabajo para un bien posterior? ¿Qué nos impide dejar a un lado la soberbia, el orgullo, la envidia, el rencor?

Juan bautista les decía a sus contemporáneos, “Yo soy la voz que grita en el desierto: ‘Enderecen el camino del Señor. Evangelio según San Juan (1, 6-8. 19-28)” San Juan Bautista hablaba de preparar el camino del Señor rellenando lo hundido, aplanando lo alzado, enderezando lo torcido y suavizando lo áspero.

Se trata esto de reformar nuestros modos equivocados de comportamiento y de costumbres: por ejemplo, rellenando las bajezas de nuestro egoísmo y envidia; rebajando las alturas de nuestro orgullo y altivez; enderezando los caminos desviados y equivocados que no nos llevan a Dios; suavizando las asperezas de nuestra ira e impaciencia. En general, corrigiendo, nuestros defectos, vicios y pecados.

Ahora es el día, la hora y el tiempo adecuado…ya no mires atrás, ya deja el terreno fangoso y destruido que se estaba en la fosa fatal (Salmo 40), ya Jesús nos ha liberado de esa destrucción. Deja a un lado todo lo que te separa de Dios y piensa que pasaría si EL te llama este día, en este momento a su presencia.

Les invito a finalizar con una oración, Invoquemos ahora a María y pidámosle que vele por nosotros y nos ayude a ser mejores cristianos.

Santa María, Madre de Dios, fiel seguidora de tu hijo Jesús, guía y modelo para nosotros los creyentes fieles, María tú que eres fuente de esperanza y paz del corazón. hoy te invocamos con toda confianza porque eres hermana y compañera nuestra en el camino de la fe. Tú María, que vives ya por siempre el gozo del reino de dios, vela por nuestra familia, protégenos, danos generosidad y fuerza para vivir cada día como hijos de Dios.

Dcn. Richard M. Samour, Archdiocese of San Antonio. Assumption Seminary

2600 West Woodlawn Ave., San Antonio, Texas 78228

"For Nothing is impossible with God...." Lk 1:37

www.rimisa.net

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