sábado, 17 de diciembre de 2011

Peña Nieto: Que hay más allá de un buen candidato mediático?

Tomado de Gurú Político


Por Roberto Estrada

Sin duda alguna en México y el resto del mundo, los partidos políticos y sus candidatos se han convertido cada vez más dependientes de la mercadotecnia electoral para ganar elecciones.

Cada proceso electoral que pasa se vuelve más evidente la importancia del tiempo invertido en construir una imagen pública, reconocimiento de nombre y recursos mediáticos para empezar la batalla bien posicionado dentro del mercado electoral.

En campañas cortas, la ventaja es para quien haya apostado más recursos (públicos o privados) al futuro, a construir, a través de la opinión pública y los medios de comunicación, un producto atractivo, capaz de hipnotizar y concentrar las miradas de los electores en una serie de cualidades que, la mayoría de las veces, son solo rasgos superficiales transmitidos en mensajes de 30 segundos que, basados en la repetición, se convierten en sólidos elementos de una historia carente de contenido y propuesta.

En ese sentido los errores cometidos por Enrique Peña Nieto a lo largo de las últimas dos semanas, son un claro ejemplo de la distancia entre la imagen pública construida con base en el uso de los medios de comunicación y la capacidad real para improvisar, prever, reaccionar y, en última instancia, gobernar a un país.

Peña Nieto, se ha presentado a la opinión pública como un político joven, atractivo y capaz, que gobernó bien el Estado de México gracias a la planeación, disciplina y esfuerzo. Sin embargo, sus pifias son señales muy claras de cual podría ser su estilo de gobernar y los límites personales con los que lidiaría para ello.

Sin lugar a dudas, el rasgo más preocupante para el país es que quien encabeza actualmente las encuestas ha mostrado ser total y absolutamente incapaz de prever, generar escenarios y anticiparse. Carece -en sentido estricto- de prudencia política, la virtud que tanto valoraba Nicolás Maquiavelo y la cual debe ser, sin lugar a dudas, una característica fundamental del siguiente titular del poder ejecutivo para mantener un rumbo claro ante la oleada de tempestades y embates externos e internos que enfrenta el país.

Desconocer el precio de la tortilla o el monto del salario mínimo, así como presentar su libro en el marco de la Feria Internacional del Libro, con más de 100 citas a autores en él, y no ser capaz de nombrar 3, evidencia no sólo el plagio de un texto que no fue escrito por él, sino también desnuda la nula previsión que hay en sus acciones. Desconocer las respuestas ante estas preguntas que debieron ser anticipadas con mucho tiempo por él y sus asesores los reprueba en análisis de escenarios, no en lectura o economía.

Peña Nieto y sus asesores no tienen las credenciales para presentarse en foros internacionales, conferencias de prensa, comparecencias, o diálogos con ciudadanos indignados por los resultados en el combate al crimen organizado. Ni una propensión a debatir y argumentar sus ideas. Seguramente, por ello estará cada vez menos dispuesto a tener este tipo de encuentros que demuestren su vulnerabilidad.

Peña Nieto no es un buen líder, porque desconocer el nombre del PANAL revela el menosprecio que siente por sus aliados electorales; es mal líder porque no fue capaz de explicar a su familia el rol que debían desempeñar, ni las circunstancias que vivirían a lo largo de esta campaña y como tendrían que enfrentarlas. Por eso su hija salió a descalificar a sus detractores, a llamarlos prole y pendejos, menospreciando a la gente más desprotegida del país, a quienes por mala fortuna no tuvieron la cuna bañada en privilegios que tuvo ella, la casa y familia en la cual, seguramente se expresan en privado, de manera cotidiana de esa forma de los ciudadanos que enfrentan las peores condiciones de vida.

Pero el lenguaje privado que utiliza Peña Nieto, no solo ha trascendido por culpa de un tercero y por falta de su liderazgo, también ha sido expuesto de viva voz por su imprudencia y falta de capacidad de improvisación.

Fue él quien intentó salir del debate utilizando un estereotipo, apostándole a la tradición machista de este país y por eso afirmó desconocer el precio de la tortilla porque “él no era la señora de la casa”, sin entender que ese menosprecio hacia las mujeres que hacen una doble jornada y administran el gasto del hogar, es también un menosprecio hacia miles de mexicanos, (albañiles, campesinos, obreros y muchos mexicanos más) para los que el precio de la tortilla es tan importante como el hecho que ellos, sus esposas e hijos tengan algo que comer y puedan saciar su hambre.

Esos sin duda alguna, más allá del copete y la mercadotecnia han sido los horrores de Peña Nieto, quien por el bien del país, nuestra cultura, economía y desarrollo político, no debe ser nuestro presidente.

Politólogo. Líder nacional de Insurgencia Participativa. Estudió la licenciatura en ciencia política y la maestría en Políticas Públicas en el ITAM. Asesor político en el ámbito federal, estatal y municipal desde 2001. Fue primer regidor del municipio de Benito Juárez, Quintana Roo. http://www.facebook.com/zanabar Twitter: @RobertoEstradaM

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