lunes, 20 de junio de 2011

Democracia: elemento ausente en los partidos políticos salvadoreños

Por Luis Montes Brito
Para Revista Digital Gurú Político, México

Diario El Mundo de El Salvador


"Nuestros líderes no resisten una voz sincera y prefieren la lisonja aunque ésta tenga una vida efímera y cambie con el rumbo del viento a favor de los que la esgrimen".

Estudios sostienen que la principal causa del conflicto armado en El Salvador no fue no la pobreza como muchos equivocadamente argumentan sino que la falta de institucionalidad. La cual en términos simples se reduce a la existencia de personas u organizaciones que suelen posarse sobre las leyes, debido al no funcionamiento de los contra pesos que son normales en un sistema republicano.

La independencia de poderes es fundamental para que funcione adecuadamente la democracia en un país, así como la autonomía de instituciones como la Corte de Cuentas, la Fiscalía General de la República entre otras y por supuesto las organizaciones llamadas a liderar y profundizar la democracia (los partidos políticos).

En El Salvador estas instituciones están seriamente reñidas con los principios democráticos más básicos como por ejemplo la libertad de expresión, el fomento a la discusión interna, el remozamiento periódico de sus liderazgos y lo más importante el respeto a los intereses de las mayorías lo cual ha sido sustituido por un caudillismo arcaico, que es la causa común que se observa en los países subdesarrollados, razón misma que les impide avanzar hacia niveles más evolucionados.

Este mal no es patrimonio exclusivo de partido alguno, basta con observar los verdaderos mandos de los partidos políticos, en los cuales una o dos personas tienen el poder real sobre el resto, para encontrar un factor común “no son auténticos institutos políticos, sino organizaciones electoreras”. Las cuales están sometidas al servicio de sus cúpulas quienes tristemente manejan el concepto de gobierno botín ya que asignan los puestos de elección popular con mejores probabilidades de ganar como premio a la lealtad (léase sumisión) o como materia de intercambio por favores o intereses más allá de lo democrático.

Al mencionar algo tan obvio, estas palabras se exponen a perderse en la indiferencia, pero al leer todos los días en las redes sociales y los diferentes medios de comunicación expresiones deseosas de alcanzar un mejor país es necesario martillar en ese sentido.

La falta de institucionalidad ha cobrado notoriedad recientemente debido ante la infame aprobación del decreto 743(a través del cual se pretende obligar a la sala constitucional de la Corte Suprema de Justicia a emitir fallos únicamente cuando son votados de forma unánime entre los 5 jueces que la componen). La indebida aprobación de dicho decreto salpica desde el presidente de la república hasta los diferentes partidos políticos, donde ha sido evidente un tratamiento desde la óptica de los intereses de las cúpulas partidarias y no en el de la nación.

El intento de revertir la indignación generalizada por dicha aprobación se da en el mismo contexto, sin tomar en cuenta los intereses de país. Ha quedado expuesto que las fracciones legislativas están secuestradas por las cúpulas partidarias reduciendo en muchos casos a los padres de la patria a meros peones, según palabras de los mismos diputados.

Las dirigencias enajenan a sus cuadros con términos como “disciplina o lealtad partidaria” la cual confunden a su favor con sumisión a las cúpulas, castigando a los que se atreven a disentir y premiando a los que demuestran mayor sumisión la cual llega muchas veces a grados verdaderamente vergonzosos carentes de dignidad humana.

En la izquierda es casi normal ver vetustos líderes que únicamente son relevados por enfermedad o fallecimiento. En los partidos de derecha por su conformación de cuadros empresariales y propulsores de la libertad es más frecuente encontrar disenso, en este sentido ARENA ha retrocedido en la figura del Presidente Cristiani quien neciamente se ha aferrado al poder del partido confundiéndolo con algo de su propiedad y sometiendo a la fracción legislativa a sus intereses personales.

Un reducido grupo de aduladores y aduladoras le endulzan el oído haciéndole creer que aquellos que se atreven a expresar de manera valiente y honesta su posición son personas peligrosas y que es preferible contar únicamente con aquellos que se agazapan o se esconden con la máscara del servilismo pero que tienen un historial reciente de traición y deslealtad.

Ciertamente parece ser que nuestros líderes no resisten una voz sincera y prefieren la lisonja aunque esta tenga una vida efímera y cambie con el rumbo del viento a favor de los que la esgrimen.

Finalmente vale la pena recordar que el objetivo de participar en un partido político, al menos lo declarado públicamente, es velar por los intereses de la nación sobreponiéndolos a los intereses personales. A los diputados que hoy se atreven a dar muestras de independencia solamente se les exhorta Dignidad Diputados, DIGNIDAD!!!

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