sábado, 18 de junio de 2011

¿Tweet o no Tweet? Esa es la cuestión

Por Flor Young


Pareciera ser la pregunta que el Demócrata Anthony Weiner, Congresista Estadounidense por el Estado de Nueva York, debió de haberse hecho, previo a enviar su infame mensaje del 27 de mayo recién pasado, cuando, mientras disfrutaba viendo un partido de hockey, inadvertidamente mandó una foto de su persona en ropa interior y mostrando una erección a sus miles de seguidores en la red social de Twitter, en lugar de dirigirlo privadamente a su destinataria original, una joven universitaria de 21 años en el Estado de Washington.

Su error no solo consistió en utilizar dicha red para enviar fotos con contenido sexual a alguien que no es su esposa, si no también, en exponerse, como figura pública a mantener un mismo fórum para discutir asuntos de su gestión legislativa y, además, flirtear y tratar de seducir a mujeres, lo que a la larga le indujo a practicarse un Harakiri cibernético y afectar su carrera política, su matrimonio y hasta perder su puesto en el Congreso.

La acción de Weiner, me evidencia la teoría que tiene un buen amigo sobre la inteligencia, asegurando que ésta es circular, pues sé es tan inteligente, tan inteligente, que de repente, se cruza esa delgada línea y se pasa al estado de estupidez. Sin embargo, en varias publicaciones, reconocidos psicólogos y sociólogos indican que este caso, unido a otros escándalos de índole sexual, como el del Ex Gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, el Ex Director Gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn y John Edwards, por mencionar los más recientes, lo que muestran es como políticos, empresarios poderosos y celebridades, muchas veces creen que las reglas no se aplican a ellos. Su soberbia, prepotencia y ego los hacen subvalorar a todos los demás y a la vez, sobrestimarse ellos mismos, lo que los lleva a perderse en el camino y hasta menospreciar la habilidad de la mujer en protegerse y denunciar, así como la del público en general para exigir rendición de cuentas.

Weiner no fue la excepción en seguir el viejo libreto teatral de la mayoría de políticos en aprietos, primero negó el hecho y culpó a otros aduciendo que era un pirata informático (hacker) quien penetró su cuenta de Twitter enviando el mensaje. Luego de una semana, cuando surgieron nuevas fotos junto con testimonios de mujeres, que además habían sido contactadas a través de Facebook, email y textos telefónicos, se vio en la obligación de admitir públicamente y al borde de lagrimas, que fue él mismo quien lo había hecho y que por más de tres años había mantenido comunicación de índole sexual con varias mujeres. Ahora, no solo enfrenta el bochorno público, si no, miembros de su mismo partido han pedido una investigación ante el Comité de Etica del Congreso y ha surgido la denuncia de que una de la mujeres contactadas es una menor de edad, de 17 años, lo que de comprobarse, consiste en un delito grave y que puede ocasionarle problemas de índole penal.

Sin embargo, Weiner no es el primero y lastimosamente, puede que no sea el último en inmolarse en las redes sociales. Hay otros casos, como el de Vanessa Williams en Pensilvania, quien fue despedida por insinuar en Twitter que sus colegas de trabajo salían temprano a jugar golf; Athalie Blanchard, una empleada en IBM en Quebec, Canadá, a causa de una depresión dejó su trabajo; su compañía aseguradora finiquitó la cobertura de su sueldo cuando vieron su perfil en Facebook, pasándoselo de lo mejor en la playa y asistiendo a clubes. Tampoco podemos olvidar la experiencia en El Salvador con la “tristemente celebre” publicación en Facebook de las fotos del Disneygate, colocadas por la cuñada del Presidente Mauricio Funes, en donde mostraba el viaje de la familia ampliada del funcionario en lujoso avión privado, así como los comentarios que ella consideraba “simpáticos” con respecto a la visita del Presidente Obama a nuestro país y que lo único que hicieron fue evidenciar, aun más, su falta de criterio.

¿Son buenas o malas la redes sociales? Es obvio que éstas se han convertido en un invaluable canal de expresión, denuncia, apoyo a causas y comunicación en general y, pudiéndolo hacer en tiempo real, es asombroso. Su apreciación es todavía aun mayor en aquellos momentos o en países en donde se coarta la libertad de expresión, en donde no hay espacios para la voz del ciudadano común.

Considero, que lo que en realidad sucede, es que hay buenos o malos usuarios y que aunque no exista un protocolo o manual de buenos modales (tipo Carreño) el buen gusto, educación, criterio y tacto, deben de ser banderas que se enarbolen en las redes sociales. Una figura pública, como el más ordinario de los usuarios, pueden conectarse con sus seguidores de una manera intima (pero no tan “intima”, como lo hizo Weiner) y mostrarse auténticos, inteligentes y hasta encantadores, pero no cruzar la frontera siendo ofensivos, saturar, perder el control en sí mismos o alienar al publico, pues deben comprender que al compartir en una red social, es como tener enfrente un micrófono o hasta una cámara.

Otra lección importante como usuario, es tomarse el tiempo de configurar su cuenta en la red, de tal manera que se aprovechen las opciones de seguridad que continuamente los desarrolladores están brindando, de esa manera evitan dejar en bandeja de plata, datos, fotos o actividades privadas, de las cuales terceros, puedan hacer uso indebido. Tampoco cometa el error común de creer que es anónimo, usted puede ser identificado sin duda alguna.

Weiner expresó que lo que hizo fue un error, pero que no había nada de malo intrínsecamente en las redes sociales. ¡Tenía razón! Estas son amplificadores de lo que esta sucediendo, sea considerado bueno o malo. Pueden darnos los ansiados “15 minutos de fama” que mencionaba Andy Warhol o bien hacernos famosos por ser precisamente infames en los 140 caracteres que permite Twitter.

Así que la próxima vez que se decida “piar” por la red, piénselo dos veces, no sea que lo pillen a usted.

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