viernes, 24 de junio de 2011

Captura de capos no detiene la violencia en México

Tomado de The Wall Street Journal

José de Jesús Méndez, alis el chango, capo del cartel La Familia Michoacana

Por Nicholas Casey

CIUDAD DE MÉXICO—En momentos en que las autoridades mexicanas celebraban la captura esta semana de José de Jesús Méndez, líder del sanguinario cartel del narcotráfico La Familia Michoacana, los mexicanos se enfrentaron a un problema familiar: el líder máximo de otro cartel ha caído pero la violencia provocada por él no disminuye.

El jueves, la policía encontró a un hombre que había sido arrastrado, torturado y asesinado en las afueras de un pueblo rural donde el cartel tiene una fuerte presencia. El día anterior, otro hombre fue encontrado muerto no lejos de donde fue arrestado Méndez con un mensaje en su pecho para el narcotraficante detenido, probablemente de narcotraficantes enemigos.

La captura de Méndez, conocido por su apodo de "El Chango" o "El Mono", supone el segundo golpe importante contra La Familia Michoacana, cuyo anterior líder, Nazario Moreno, murió en un tiroteo con fuerzas de seguridad en diciembre pasado. Cuando se conoció la noticia el martes, el gobierno la presentó como el golpe final al grupo y Alejandro Poiré, el principal portavoz oficial en asuntos de seguridad, dijo que con el arresto "se destruye lo que restaba de esa estructura de mando de dicha organización criminal".

Sin embargo, muchos expertos dicen que La Familia Michoacana, que ha controlado partes del estado de Michoacán durante años, traficando drogas como cocaína y metanfetaminas, está lejos de ser vencida. De hecho, incluso antes de la captura de Méndez, el grupo había comenzado a dividirse en facciones más pequeñas cuyas rivalidades podrían presentar amenazas más grandes a México que la organización intacta.

Con las elecciones presidenciales programadas para el próximo año en México, está creciendo la presión sobre el presidente Felipe Calderón para que muestre progresos en el abatimiento de la violencia en el país que, de acuerdo con estadísticas del gobierno, ha provocado alrededor de 40.000 muertes desde que el mandatario inició su ofensiva contra el crimen organizado a fines de 2006.

En una tensa reunión pública el jueves, Calderón se encontró con Javier Sicilia, un poeta transformado en activista que repetidamente ha mencionado el creciente número de víctimas como una razón para modificar la estrategia. El poeta, que ha convocado concentraciones y marchas de decenas de miles de personas este año, reclamó a Calderón que pida disculpas por las muertes; el presidente advirtió que "simplemente claudicar, simplemente echarse para atrás no es paz".

El gobierno se ha concentrado en desmantelar los grupos criminales poniendo como objetivo a sus líderes, argumentando que los carteles se derrumbarían poco después o al menos perderían poderío. Pero esa lógica ha sido cuestionada este año. Con 21 de los 37 capos narcos más buscados capturados o abatidos desde 2009, hay poca evidencia de que la violencia y el narcotráfico estén declinando debido a los golpes de alto perfil.

Ahora sin sus dos principales líderes, La Familia Michoacana augura problemas para México, dicen los analistas. A diferencia de otros grupos que son básicamente negocios vinculados a la droga, La Familia Michoacana mezcla la ideología cristiana con la violencia y tiene un atractivo a nivel popular en Michoacán que es único en México.

La muerte de Moreno agudizó las divisiones internas, dicen los analistas. El grupo se dividió entre facciones que buscaban alianzas con Los Zetas, un grupo de crimen organizado, y el Cartel de Sinaloa, una banda de narcotraficantes con base en el norte de México. Méndez encabezaba la primera facción, en tanto que la rama rival se rebautizó como "Los Caballeros Templarios" y se alineó con el Cartel de Sinaloa. Los enfrentamientos entre los grupos generaron una serie de asesinatos en Michoacán que provocaron el mes pasado que cientos de habitantes del estado abandonaran sus hogares e incluso obligaron a un helicóptero de la Policía Federal a realizar un aterrizaje forzoso luego de ser atacado por hombres armados.

Algunos dicen que el gobierno tal vez esté persiguiendo a los blancos equivocados si pretende reducir la violencia del país. Eric Olson, un analista sobre México en el Woodrow Wilson International Center for Scholars, dice que investigaciones recientes sugieren que buscar a los líderes de los grupos de sicarios, más que a los de los carteles de la droga, podría resultar más efectivo para reducir los niveles de criminalidad. "Al final, los sicarios y las personas que los controlan son los más violentos", afirma.

No es la primera vez que el gobierno captura líderes de una de las organizaciones solamente para ver que la violencia se sale de control después como consecuencia del vacío de poder resultante.

En 2002, Ramón Arellano Félix, un alto líder del cartel de Tijuana, murió en un tiroteo en Mazatlán. Semanas después, su hermano Benjamín fue arrestado, dejando al grupo sin un claro liderazgo. Pero los días más oscuros de Tijuana vendrían después.

Con las operaciones de drogas dañadas, el cartel de Tijuana comenzó a dedicarse a otras actividades como el secuestro, el robo de bancos y la extorsión. Mientras tanto, sus vecinos del Cartel de Sinaloa comenzaron una sangrienta ofensiva en la ciudad, que terminó en 2008, el año con más víctimas en Tijuana, cuando murieron 840 personas por la violencia.

Recientemente, el gobierno mexicano se atribuyó la victoria sobre un peligroso grupo encabezado por el jefe narcotraficante Arturo Beltrán-Leyva, al que mataron infantes de marina mexicanos a fines de 2009. En agosto de 2010, Edgar "La Barbie" Valdez Villarreal, un alto lugarteniente envuelto en una lucha por controlar el grupo, fue arrestado.

Desde entonces, la violencia explotó. El estado de origen del grupo, Guerrero, ha sido escenario de 723 muertes vinculadas con las drogas y se apresta a superar los 984 homicidios que ocurrieron el año pasado, el más sangriento allí desde que comenzó la guerra contra las drogas.

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