lunes, 11 de julio de 2011

Cuando un amigo se ha ido

Por Flor Young

A Facundo Cabral nunca lo conocí personalmente, sin embargo, percibo que lo he conocido toda mi vida. Jamás cruzamos una palabra, pero siento que siempre tuvimos largas conversaciones. Nunca estreché su mano o le dí un abrazo, pero él tocó mi vida y pensamiento de una manera inimaginable. Hoy siento que he perdido a uno de mis mejores amigos y, me sucede tal como él decía en su conmovedora poesía: “…Cuando un amigo se va, galopando su destino, empieza el alma a vibrar porque se llena de frío…”

Me he llenado de frío y de una enorme tristeza desde que me enteré que su vida había cesada a manos de unos criminales, bastardos e insensibles. Embajadores de la sofocante violencia que se sufre en el mundo y más aun, en Centroamérica. Irónicamente, sucedió el día en que se celebra la independencia de su natal Argentina, el 9 de julio.

Recuerdo que comencé a prestar atención a la letra de sus canciones, diría yo, en una edad temprana, a los 12 o 13 años, aunque a finales de los Setentas, en El Salvador, ya mi generación estaba atenta a la música con contenido, fuera ésta, espiritual, social o de protesta, pues ya había un sentimiento de hastío de tanta injusticia, desigualdad y opresión y había que encontrarle rumbo al destino, propio y de la patria.

En esa época, estaba cautivada por Alberto Cortez, Mocedades y el GRAN Facundo, pero de manera especial Cortez y Cabral me inspiraban a encontrar sentido a la vida, a comprender a través de rimas, lo difícil y paradójicamente bello que es este oficio de vivir. Evoco con nostalgia esos tiempos de descubrimiento y de cuando tuve la gran oportunidad de verlo en dos ocasiones en el Teatro Presidente y disfrutar en vivo de todo su arte de bardo y contador de historias. De su sensibilidad, grandeza humana y agudo sentido del humor.

Entre lo que mas dolor me causa, es que perdemos a un ser humano que daba tanto a la vida de otros y le sobreviven alimañas, soberbios y prepotentes como los que le cegaron su vida. Me indigna pensar que no habrá justicia y que no pagaran los hechores, porque lamentablemente así pasa en nuestros países, la justicia es un “bien tan preciado”, que pocas veces se alcanza y que algunas veces solo los poderosos y canallas pueden comprar y disfrazar a su conveniencia.

Cabral fue siempre un hombre de contrastes. Sufrió mucho tempranamente en su vida pero no permitió que su realidad lo amargase, si no, más bien lo inclinó a ser generoso y entregar de sí mismo. Aborrecía la política (muy sabio de su parte) pero amaba a Perón y a Evita, pues decía que lo habían sacado del hambre. No profesaba religión alguna, pero promulgaba lo bueno de todas. Podía ser capaz de detenerse en un museo cuando iba rumbo al estadio a apoyar a su amado Boca Juniors. Amaba la vida, pero tenía una idea clara de la muerte y su aceptación a ella era tranquila, casi budista.

Te vamos a extrañar Facundo, pero estarás en buena compañía, no dudo que serán grandiosos tus diálogos con tus admirados Whitman y Borges. Conociéndote como yo te conozco, porque sos mi amigo, apuesto que sobre tu muerte habrías dicho algo como: “Mirá che, ¿no te parece poético? Morí en un lugar de muchos árboles (significado en vocablo nahuatl de Guatemala) y en camino a la Aurora. Además, ¿Viste el lado amable? Me libré ya de tanto pendejo, ¡recordá que son muchos y no hay forma de cubrir semejante frente!”. Esto último, tal cual lo ponía en su delirante monologo sobre los pendejos.

Descansa en paz Facundo, tu vida se apagó como cuando apagaban las luces del teatro en uno de tus conciertos, pero el aplauso a tu obra, ese perdurará eternamente.


No hay comentarios:

Publicar un comentario