Por Geral F. Seib
El presidente Barack Obama declaró nuevamente el lunes que le gustaría llegar a un acuerdo de gran alcance para reducir el déficit, y por una buena razón. El mandatario, más que la mayoría de los demócratas, tiene en este momento incentivos convincentes para buscar sellar un importante pacto para combatir el déficit fiscal.
Esa realidad explica muchas cosas sobre lo que ha ocurrido entre bastidores en el actual psicodrama de Washington, en el cual ahora el bastión republicano había tenido hasta ahora la iniciativa.
Las características generales de este drama son bien conocidas: Para ganar los votos en el Congreso y elevar el límite de endeudamiento del gobierno con el fin de que Washington siga pagando sus cuentas, los demócratas y republicanos primero necesitan lograr un acuerdo sobre un plan para reducir el déficit. Mientras el vicepresidente, Joe Biden, y algunos miembros clave del Congreso han estado en las últimas semanas reunidos en una sala negociando un acuerdo para reducir el déficit en cerca de US$2,4 billones durante la próxima década, Obama y el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner, han estado en otra sala discutiendo sobre un acuerdo de mucho mayor envergadura para reducir el déficit en US$4 billones, a la vez que comienza el proceso para reformar el código impositivo y el programa estatal de asistencia de salud Medicare para personas de edad avanzada.
Ese intento pareció fracasar durante el fin de semana, cuando Boehner decidió que no podía aceptar los incrementos impositivos y en los ingresos fiscales por US$1 billón que los demócratas consideran necesarios para sellar el acuerdo, y que Obama defiende firmemente. Sin embargo, Obama se mostró el lunes como un líder que quiere mantener vivo el acuerdo de gran alcance: "Sigo presionando a los líderes del Congreso para (lograr) el acuerdo más amplio posible", afirmó Obama momentos antes de una nueva ronda de negociaciones con los legisladores.
Y por una buena razón. Aunque en el actual clima de desconfianza que predomina en Washington algunos dudan de que el presidente quiere realmente el acuerdo de gran alcance sobre el déficit que afirma estar buscando, Obama tiene una gran cantidad de incentivos para perseguir ese tipo de acuerdo. El mandatario, quien asumió la presidencia hace 30 meses, no era por instinto un partidario de reducir el déficit, pero ha aprendido de la forma difícil que eso es algo que necesita hacer.
Cabe resaltar que Obama y Boehner han estado buscando un acuerdo de gran alcance sobre el déficit por la razón más importante de todas: Ambos piensan que sería bueno para el país y su economía en el largo plazo. Ambos merecen un reconocimiento por eso.
Una reducción del déficit es políticamente positiva para Obama en este momento, ya que el mandatario busca la reelección en las elecciones del año próximo. Muchos estadounidenses temen que su país se haya salido de control, lo que no es bueno para ningún presidente en funciones. Si el aumento de déficit y de la deuda contribuyen a esa percepción, revertir la tendencia de una manera drástica sería algo bueno.
Eso no es algo tan cierto para los demócratas en el Congreso, quienes están más preocupados por proteger los programas de ayuda social y el gasto interno, que son importantes para las bases del partido. Pero para un presidente ávido por volver a ganar el apoyo de los votantes independientes, la reducción del déficit es un factor positivo neto. Vale la pena destacar que las mayores influencias sobre el presidente, mientras navega este tema, son el secretario del Tesoro, Tim Geithner, y el asesor político de la Casa Blanca, David Plouffe, ambos convencidos, aunque por diferentes razones, de las virtudes de recortar el déficit.
Obama también sabe que cualquier acuerdo para reducir el déficit, grande o pequeño, va a tener repercusiones negativas en la población de la tercera edad, un grupo con el que ya tiene problemas. Incluso un acuerdo de menor alcance sobre el déficit requerirá ciertos recortes en los gastos del Medicare. Los demócratas se opondrán a ello, y Obama tendrá que absorber el golpe.
Por lo tanto, desde el punto de vista de Obama, si de cualquier manera va a ser atacado por un acuerdo sobre el déficit, quizás vale la pena buscar también beneficios reales en el proceso. Citando a Biden, "no tiene sentido morir en una cruz pequeña". Eso explica por qué Obama se ha estado preparado para discutir con Boehner cambios significativos en el funcionamiento del Medicare, incluida la posibilidad de modificar la edad de elegibilidad.
Un acuerdo de gran alcance sobre el déficit también permitiría a Obama decir a los electores demócratas que, incluso si no están contentos con él, al menos puso sus programas más apreciados -el Medicare y el sistema de seguridad social- en una sólida base financiera para las próximas generaciones.
Pero más importante aún puede ser el hecho de que un acuerdo amplio allanará el camino para que Obama se enfoque en otros problemas, sin que los problemas sobre el déficit entorpezcan constantemente sus acciones. Si es elegido para un segundo mandato, puede apostar a que preferirá enfocarse en la energía alternativa, la educación y la inmigración, en lugar de verse acosado a cada momento por el problema del déficit.
Por lo tanto, esos son los factores que están motivando a Obama. Pero, ¿cómo manejaría un fracaso en su intento por alcanzar un acuerdo amplio?
En primer lugar, sus puntos principales casi se escriben por sí solos: Ofrecí tres dólares en recortes de gastos por cada dólar de aumento en los impuestos, y los republicanos rechazaron mi propuesta. Debido a que los líderes republicanos no aceptaron ningún aumento en los impuestos, todos pagarán más por el Medicare y los servicios de seguridad social, y obtendrán menos beneficios en el futuro.
Y, finalmente, Obama tiene a su disposición una táctica cuya efectividad ha sido demostrada por la historia: Puede usar el fracaso, al estilo Harry Truman, en contra de un "Congreso que no hace nada".
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