martes, 19 de julio de 2011

Pasado, presente y futuro del Partido Comunista Chino a sus 90 años

Tomado de El Tiempo

Este movimiento es el más grande del mundo, con 80 millones de militantes. ¿Cuál es su futuro?

POR FERNANDO BARBOSA*

El Partido Comunista de China se fundó en Shanghái el primero de julio de 1921, en una reunión en la que se eligió a Chen Duxiu como secretario general. Unos días después, el 23, se llevaría a cabo el Primer Congreso del partido, en el cual participó Mao Zedong y en el que se aprobarían los estatutos. El ambiente político estaba totalmente confuso. Un año atrás había aparecido la primera traducción al chino del Manifiesto comunista y 10 años atrás, en 1911, había ocurrido la Revolución de Xinhai, que culminó con la abdicación del emperador y que dio inicio al proceso de instauración de la república.

Los primeros años del partido se vivieron entre la influencia de Moscú y las débiles alianzas con los partidarios de Sun Yat-sen. La desconfianza de lado y lado más la muerte de Sun condujeron a la guerra civil que empezó en 1927. El conflicto se moderó para hacer frente a la invasión de los japoneses, particularmente a partir de 1937.

En 1945, una vez derrotado Japón, fortalecidos los comunistas en el sector rural y los nacionalistas en las ciudades, se retoma la lucha por el poder que culmina con la victoria de Mao y la creación de la República Popular China el primero de octubre de 1949. Desde entonces han transcurrido 62 años de gobierno del PCCh -con todos los problemas y éxitos propios de cualquier empresa humana-, al mando del cual se han relevado cuatro generaciones de líderes: la de Mao, la de Deng, la de Jiang y la de Hu. Independiente de los aciertos y desaciertos, se debe reconocer que la China de hoy es fruto de lo que se hizo. Vistas en retrospectiva, las dos grandes iniciativas de la primera generación encarnada en Mao, el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural, ayudan a explicar lo que vendría después.

El Gran Salto, con el que se pretendía avanzar en un desarrollo industrial nativo para superar la dependencia tecnológica de la Unión Soviética, a pesar de sus efectos catastróficos en vidas humanas y en atraso, dejó la marca de que es posible hacer cosas. No se pudo producir acero en los hornos de pan, símil con el que podría ilustrarse el intento. Pero se aprendió cómo se cometen los errores.

Y la Revolución Cultural, que sembró la desconfianza en la sociedad, que sacrificó a muchos, que interrumpió la educación de una generación, también terminaría convirtiéndose en referente de lo que no es conveniente repetir y de la posibilidad de abrirle paso al cambio. Una y otra iniciativa, condenadas por el tiempo, no dejan de ser una paradoja: un costo imponderable que termina convirtiéndose en inversión. Ahora bien, en lo que toca a los grandes éxitos de Mao, debe mencionarse el restablecimiento de relaciones con Estados Unidos, que cambió el panorama de la Guerra Fría. El triángulo Beijing-Washington-Moscú y sus intereses cruzados contribuyeron a moderar las tensiones mundiales.

La segunda generación (1978-1992), en cabeza de Deng Xiaoping, no tuvo un tránsito fácil al poder. Las purgas, persecuciones y desapariciones -que Mao había convertido en el método para mantenerse en el poder- se extendieron durante dos años.

Establecido Deng, promovió las cuatro modernizaciones que ya Mao y Zhou Enlai habían propuesto en 1964. Pero es Deng quien logra impulsarlas para provocar el gran cambio que convirtió a China en uno de los protagonistas de nuestro tiempo.

El puntal del proceso es una contradicción a veces insoportable para Occidente. Se trataba de crear un socialismo con características de mercado. En otras palabras, se aceptaban mecanismos capitalistas pero se mantenía la ideología marxista-leninista-maoísta y, lo más importante, el monopolio del poder en manos del PCCh. En la realidad esto significaría la supremacía del pragmatismo -"no importa el color del gato sino que cace ratones"- y la consolidación del poder en un partido único que permitiría la gobernabilidad.

La tercera generación (1993-2003), representada por Jiang Zemin, llevaría el desarrollo de la China a niveles insospechados. Jiang fue el primero en ascender sin violencia. Fue el primero en establecer una burocracia técnica de la cual él era el cabal representante. Jiang, lo mismo que su sucesor Hu, se formaron como ingenieros. Entender el partido en manos de esta dirigencia tecnocrática nos ayuda a comprender por qué, en los últimos lustros, el "hacer" ha prevalecido por encima de cualquier otra consideración, si bien no se abandonaron los avances ideológicos como el que se conoce como la Tercera Representación, que no es otra cosa que el reconocimiento de los empresarios como parte del sistema, al lado de los trabajadores y de los campesinos.

Con esta generación culminó la época de los líderes formados en Rusia, que ha dado paso a los educados en Occidente.

Hu Jintao encarna la cuarta generación (2003-2012). Le ha correspondido liderar un país que se ha adelantado a los pronósticos: la velocidad de su crecimiento y la desaceleración de las potencias occidentales ha acortado las distancias entre los competidores. Pero si bien es cierto que su producto interno es el segundo en el mundo, esto no significa que sea la segunda economía del mundo. No obstante, la meta que se propusieron en los 80 de alcanzar a EE. UU. en el 2050 se logrará antes, sin ninguna duda.

El próximo año deberá llegar al poder la quinta generación. Contrario a sus antecesores, el nuevo grupo no es homogéneo. Está compuesto por ingenieros, economistas, abogados, empresarios. Es de esperar, entonces, que las negociaciones que se den durante la toma de decisiones ampliarán el espectro del "hacer" a otros campos que podríamos catalogar como los del "deber hacer". Lo cual resulta bastante probable, si se consideran los nuevos retos que habrán de enfrentar: cómo disminuir los desequilibrios internos, cómo enfrentar los problemas del medio ambiente, cómo garantizar los suministros de energía y alimentos, cómo participar más proactivamente en el campo internacional, cómo manejar los medios, en particular Internet. Y, muy especialmente, cómo avanzar en la reforma política dentro de un régimen de partido único que satisfaga las necesidades de la sociedad y del régimen y que significaría la implementación de otro experimento: "Una democracia con características chinas".

*Politólogo. Ha sido consejero comercial de la Embajada de Colombia en Tokio, profesor universitario y consultor internacional.

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