Cuando el comportamiento violento de algún joven o adolescente llega a situaciones extremas es común la sorpresa de los padres, pero también es común que reconozcan que ya habían observado o les habían comunicado “ciertos síntomas”, aunque nunca se imaginaron que podría llegar a esos extremos.
Siempre hay un entorno social que nos ayuda a estar alerta: algo que nos cuenta un familiar, o una queja de algún vecino, o, sobre todo, una llamada de atención del colegio sobre el carácter violento de la conducta de nuestro hijo. Ante ello, algunos padres manejan el asunto con cierta despreocupación, o tratando de defender al hijo, escondiendo el asunto a nivel social, para luego, a nivel privado, aplicar un regaño o algún castigo, con lo que, supuestamente, todo queda solucionado... hasta que en un plazo no largo tienen que volver a responder por nuevas llamadas de atención.
El carácter violento de la conducta de nuestros hijos no es un asunto de regaño y castigo, ni mucho menos de despreocupación. Posiblemente existen unas causas y efectos, con toda probabilidad más profundas de lo que sospechamos, que no son tan fáciles de manejar a nivel familiar sin la ayuda profesional. Cuando se percibe la primera señal de alerta es el momento de buscar ayuda para que se le haga al niño una evaluación completa y comprensiva por un profesional de la salud mental calificado.
El profesional tratará de detectar las causas que originan la conducta violenta para proponer una solución. Los objetivos del tratamiento típicamente se enfocan en ayudar al niño a aprender cómo controlar su ira, a expresar su frustración y su ira de manera apropiada, a asumir responsabilidad por sus acciones y aceptar las consecuencias. También hará alguna recomendación a la familia, sin cuya colaboración la probabilidad de éxito se reduce en gran medida. Es frecuente que al indagar sobre el ambiente que rodea al niño o adolescente, la familia, por vergüenza, trate de esconder o deformar cierta información que podría ser de mucha utilidad para manejar el caso, o que podría ser incluso la propia causa del problema que se trata de resolver.
Los estudios de investigación demuestran que la mayor parte del comportamiento violento se puede reducir o evitar si se reducen o eliminan los factores de riesgo que lo provocan, especialmente cuando se trata de violencia en el hogar, en la comunidad y en los medios de comunicación. Es evidente que la violencia fomenta la violencia.
A nivel institucional, son recomendables algunas estrategias para prevenir el comportamiento violento, tales como programas para la prevención del abuso infantil; programas de educación de la sexualidad; programas de educación de la paternidad y maternidad para jóvenes y adolescentes; programas de intervención temprana para niños y jóvenes violentos; y control de la violencia expuesta en los programas de televisión, los videos y las películas.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma. Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después. Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario