sábado, 27 de octubre de 2012

Los BRICS muy bien hasta hoy. Pero, tienen asegurado el futuro?


 Tomado de Foreign Policy  

DEPENDE: LOS BRICS

Por Antoine van Agtamael

En conjunto, su PIB equivale casi ya al de Estados Unidos. Pero, ¿son el verdadero futuro de la economía mundial?

“Los BRICS son una categoría aparte”
Sí y no. No cabe duda de que los BRICS -Brasil, Rusia, India, China y el miembro más reciente del grupo, Suráfrica- son grandes. Son importantes. Por población, superficie y volumen económico, sus dimensiones son impresionantes y desde luego sobresalen frente a las de otros países. Juntos, constituyen el 40% de la población de todo el mundo, el 25% de la superficie terrestre y alrededor del 20% del PIB mundial. Controlan ya, aproximadamente, el 43% de las reservas mundiales de divisas extranjeras, y esa proporción no deja de aumentar.
Jim O’Neill, de Goldman Sachs, llamó la atención sobre el ascenso de las cuatro nuevas potencias originales cuando les dio el nombre de BRICS en 2001 y su crecimiento empezó a dispararse. Pero, en realidad, su éxito económico venía de muy atrás. Veinte años antes, cuando yo estaba en la Corporación Financiera Internacional del Banco Mundial (CFI), ya estábamos viendo la posibilidad de buscar una nueva etiqueta para esos países, que, a pesar de su enorme potencial económico, seguían agrupados con los perpetuos casos perdidos en la categoría de países subdesarrollados, atascados en el Tercer Mundo. En esa época, las bolsas de ese mundo no figuraban en los radares de la mayoría de los inversores internacionales, a pesar de que estaban empezando a crecer. Yo los llamé mercados emergentes. Ya había inversores locales muy activos en Malasia, Tailandia, Corea del Sur, Taiwán, México y otros países, a medida que las empresas nativas crecían y se volvían más competitivas en el área de las exportaciones y la regulación de los mercados se hacía más compleja. No obstante, hasta que la CFI construyó su Base de Datos de Mercados Emergentes y su índice correspondiente en 1981, no había forma de medir el comportamiento de las acciones en un grupo representativo de esos mercados, una desventaja considerable frente a otros índices internacionales, que estaban sesgados en favor de países desarrollados como Alemania, Japón y Australia. Esta nueva investigación sobre mercados y empresas ofreció a  los inversores la confianza para poner en marcha fondos diversificados en los mercados emergentes tras el éxito obtenido en Estados concretos como México y Corea del Sur.
Sin embargo, los BRICS tardaron mucho más tiempo en estar listos para pasar al primer plano. Hasta principios de los 90, Rusia estaba todavía detrás del telón de acero, China estaba recuperándose de la Revolución Cultural y las protestas de la plaza de Tiananmen, India era aún una pesadilla burocrática y Brasil experimentaba brotes de hiperinflación mezcladas con un decenio de crecimiento perdido. Los cuatro países habían salido más o menos adelante fuera de la economía de mercado mundial; sus políticas económicas, muchas veces, habían sido auténticos desastres y sus bolsas de valores eran inexistentes, burocráticas o totalmente volátiles. Cada uno de ellos necesitaba vivir unas crisis graves y profundas que les catapultaran a una vía diferente hacia el desarrollo. Cuando eso sucedió, empezaron a sacar partido a su inmenso potencial económico. Su PIB total, casi 14 billones de dólares, equivale ya al de Estados Unidos, e incluso es superior si se tiene en cuenta la paridad de poder adquisitivo.
Ahora bien, el problema de preguntar si los BRICS “importan” es que grandes no es lo mismo que cohesionados. Forman parte del G-20, pero no son un verdadero bloque de poder ni una unidad económica dentro ni fuera de él. Ninguno de ellos es el líder ni siquiera en su propia región. El ascenso chino se ve con recelo en Japón y con suspicacia en el Sureste Asiático. India y China se vigilan celosamente. Brasil es un gran proveedor de materias primas al gigante asiático y depende de él para su prosperidad económica, pero las dos potencias compiten por los recursos en África. Moscú y Pekín parecen haber encontrado una causa común en Siria, pero están en desacuerdo en todo lo demás. Y, aunque el comercio entre los propios BRICS está creciendo a toda velocidad, los países no han firmado aún ni un solo acuerdo de libre comercio unos con otros. Luego está Sudáfrica, que se unió formalmente a esta agrupación política en 2010. Pero ser miembro no quiere decir que sea igual: el país africano no tiene la población, el crecimiento ni el potencial económico a largo plazo que tienen los otros cuatro. Indonesia, México y Turquía habrían sido candidatos lógicos, hasta Corea del Sur y Taiwán, que tienen PIB comparables pero poblaciones muy inferiores a las de los cuatro Estados originales.
Tampoco tienen los BRICS ninguna cohesión económica. Rusia y Brasil están muy por delante en renta per cápita, con una gran diferencia con China e India: casi 13.000 dólares más que los 5.141 chinos y los 1.389 indios, según datos del FMI de 2011. Y sus trayectorias de crecimiento han sido muy distintas. Además, los miembros afrontan una dura competencia de otras potencias emergentes en el mundo en vías de desarrollo. Aunque durante un tiempo pareció que Pekín y Nueva Delhi tenían ventaja gracias a sus bajos costes laborales, países como México y Tailandia han vuelto a colocarse en el mapa. Y, mientras que el crecimiento en los BRICS parece estar frenándose, muchos Estados africanos están recibiendo más inversiones extranjeras, tienen quizá más estabilidad política y, por fin, están alejándose de un crecimiento nulo o muy lento para desarrollar economías mucho más sólidas.
 “El ascenso continuado de los BRICS es inevitable”
Es verdad, pero el crecimiento es más lento. Las previsiones de Goldman Sachs y otros dicen que China superará a Estados Unidos en PIB antes de 2030. Y Pekín deja pequeños a los demás BRICS, cuyo volumen económico total no alcanzará al del gigante asiático durante ese periodo. Los cinco miembros se aproximarán al tamaño total de las siete mayores economías desarrolladas de aquí a 2030, y se prevé que a mediados de siglo constituyan casi el doble del tamaño del G-7.
Los consumidores de los BRICS también están empezando a igualar a sus homólogos estadounidenses en poder adquisitivo. Se venden ya más coches, teléfonos móviles, televisores, frigoríficos y coñac solo en China que en Estados Unidos. Incluso con la desaceleración del crecimiento, el motor económico de los BRICS debería ser más importante que el de EE UU y el de la Unión Europea durante la mayor parte del siglo XXI.
Claro que no existen garantías de que los BRICS puedan mantener sus increíbles tasas de crecimiento. Igual que la expansión de sus economías pilló al mundo por sorpresa durante la última década, el gran shock de los próximos años puede ser que crezcan menos deprisa de lo que se suponía. Japón, Corea del Sur y Taiwán ya han demostrado que el crecimiento es más lento cuando se alcanza un nivel básico de industrialización. El ansia insaciable de bienes tiende a moderarse cuando existen infraestructuras básicas y los consumidores quieren más asistencia sanitaria, educación y tiempo libre.
Hasta cierto punto, ya está ocurriendo. Los principales economistas chinos prevén que el crecimiento anual de su país bajará del 10 o 12% al 6 u 8% para finales de esta década. Los sueños de que India alcance un crecimiento anual sostenible del 8% o más se han rebajado al 5 o 6% después de que el país se topara con la barrera de la inflación y la producción de gas en plataformas marinas resultara decepcionante. Brasil también ha tenido dificultades para recuperar su exuberante crecimiento anterior a la crisis y Rusia se ha resentido de los problemas económicos de Europa. Las proyecciones de Goldman Sachs y otros siempre contaban con un crecimiento más lento en el futuro, pero algunos entusiastas no leyeron la letra pequeña.
 “La crisis financiera fue positiva para los BRICS”
Solo durante un breve periodo. La crisis financiera de 2008 no surgió de los mercados emergentes. Al contrario, los BRICS acudieron al rescate cuando Estados Unidos, Europa y Japón se hundieron debido a sus gastos desmesurados, su imprudencia fiscal y su excesiva confianza en la producción justo a tiempo, que les hizo depender demasiado de una economía de consumo que pronto estalló. Después de que los BRICS sufrieran también unas breves recesiones en V, tan rápidas en la bajada como en la recuperación, su demanda ayudó a sacar a la economía mundial de su crisis inicial.
Desde luego, al principio no estaba claro que esa iba a ser la evolución de la crisis. The Financial Times advirtió (y muchos inversores temieron) que los sistemas bancarios de los mercados emergentes iban a sucumbir a los mismos problemas financieros que asolaban a Estados Unidos y Europa, pero Asia y Latinoamérica habían aprendido la lección de crisis anteriores y pusieron sus asuntos en orden. Los chinos tenían amplias reservas para presentar un paquete de estímulo fiscal que no solo era inmenso sino que, a diferencia de su equivalente estadounidense, suponía el rápido desembolso de fondos. Los bancos centrales de los BRICS, junto con los de otros mercados emergentes, cooperaron a la flexibilización monetaria mundial. Sin ella (y sin el rápido desembolso interno del estímulo de China), las medidas similares adoptadas en Occidente habrían sido insuficientes e ineficaces. Con ella, la demanda de materias primas se estabilizó y el mundo evitó una depresión.
No obstante, estas intervenciones de crisis tuvieron un coste importante, cuyo pleno alcance no conocemos del todo ni siquiera hoy. La burbuja inmobiliaria, que tuvo un papel tan importante en Estados Unidos y el sur de Europa, no estalló en los BRICS. La inflación también creció mucho más allá de lo que los bancos centrales de China, India y Brasil consideraban conveniente. Aunque todo eso no provocó otra crisis, quizá plantó las semillas para futuros problemas. La historia económica nos enseña que la próxima crisis suele surgir en la región en la que los aplausos y la satisfacción han sido más sonoros la vez anterior. Si es verdad, la próxima sorpresa económica se producirá con toda probabilidad en los BRICS.
 “Los BRICS son unos competidores invencibles”
No. Los BRICS se han aprovechado durante decenios de la mano de obra barata, una productividad mayor, enormes (pero no para todos) inversiones en infraestructuras y educación y el ansia de ponerse a la altura de los rivales más ricos. Su transformación fue extraordinaria: con unas poblaciones que viven mejor, los mercados interiores se volvieron económicamente atractivos, el comercio sur-sur se disparó y las principales empresas pasaron de producir productos baratos y de segunda categoría a convertirse en grandes fabricantes de móviles inteligentes, semiconductores, software y aviones. La marca china Lenovo se hizo con el negocio de ordenadores personales de IBM. Las cerveceras brasileñas y sudafricanas adquirieron categoría internacional. Igual que ocurrió con los rusos tras el Sputnik y los japoneses en los 80, los BRICS se convirtieron en unos competidores temidos y formidables, aunque algunos de esos miedos eran exagerados.
Pero la historia no ha terminado. La energía barata y abundante procedente del gas de esquisto está atrayendo nuevas inversiones en Estados Unidos y devolviendo a las industrias de enorme consumo energético su posición ventajosa. Además, la abundancia de dicho recurso puede hacer que las perforaciones de Rusia en el Ártico y la producción presalina de Brasil sean demasiado caras. El estancamiento de los sueldos en EE UU y la subida salarial en China e India están borrando la ventaja que suponían los costes laborales para los BRICS, y sus reservas de mano de obra, que parecían inagotables, han empezado de pronto a vaciarse y a dejarles sin personal cualificado.
La mecanización también está permitiendo una recuperación de los países desarrollados. Los robots, cada vez más baratos y complejos, pueden hacer lo que hasta hace poco hacían 10 o más empleados humanos. Trabajan 24 horas al día y no piden sueldos más altos ni mejores prestaciones. Puede que los smartphones y las tabletas se sigan fabricando en Asia, pero los BRICS están retrasados a la hora de aprovechar los beneficios productivos que les proporcionan. Como consecuencia, las multinacionales tradicionales están volviendo a pujar después de años de mantenerse retiradas: por ejemplo, General Motors ha obtenido la mayor cuota de mercado en China, General Electric se ha aventurado en la producción de equipamiento médico de bajo coste, Nestlé ha inventado las máquinas Nespresso que tantísimo éxito han tenido y han hecho que el café de calidad deje de ser un lujo que se toma en un local para ser un artículo a mano y en casa. Quizá Occidente esté recuperando su ventaja más rápido de lo que pensábamos.
 “Los BRICS son el mejor lugar para invertir”
Ya no. Hasta 2008, los BRICS iban mucho mejor que otros mercados emergentes de valores, incluso mejor que los desarrollados. Y con gran diferencia. Durante los cinco años anteriores a 2007, los inversores en los cuatro miembros originales de este grupo ganaron un 52% de beneficios anuales, frente al 16% en los mercados del G-7. Sin embargo, en los últimos cinco años, hasta el 31 de agosto, la cifra era del 3% para los BRICS y el 1% para el G-7. En parte se debe a la corrección de unas expectativas excesivas, que inflaron las valoraciones y las divisas hasta niveles insostenibles. Pero también da la impresión de que ahora se pone en duda la ventaja competitiva de estos países por motivos más fundamentales. Por supuesto, es lógico que los inversores diversifiquen y no ignoren una parte del mundo tan grande y de tanto éxito, pero eso no es lo mismo que la euforia ciega.
Cada uno de los BRICS es muy distinto, igual que los interrogantes que acompañan a sus economías. Por ejemplo, durante decenios los costes salariales de China fueron tan inferiores a los de México que el país norteamericano no podía competir, pese a su proximidad con Estados Unidos. Pero esa brecha salarial se ha estrechado en los últimos años -los costes laborales chinos han pasado de ser el 33% de los mexicanos en 1996 al 85% en 2010-, y ahora las inversiones están volviendo a México. Incluso cuando las tasas de crecimiento de India se dispararon, la burocracia, los déficits presupuestarios y los obstáculos de las infraestructuras siguieron siendo graves impedimentos. Brasil consiguió dar la vuelta a su maltrecha economía en los 80 y después se benefició de tres factores: la necesidad china de materias primas, los hallazgos energéticos y su ventaja competitiva como gigante del sector agrario. Hoy, sin embargo, la desaceleración de Pekín y el giro mundial hacia el ubicuo gas de esquisto está cambiando el panorama. Pensemos también en Rusia, que con gran imprudencia ha despilfarrado sus armas, el gas y el petróleo, despreciando las posibilidades del gas de esquisto, con lo que ha dejado abiertas oportunidades de exportación para EE UU en Europa.
 “Los BRICS superarán a Occidente”
Ya veremos. Sí, los BRICS seguirán siendo la principal fuente de crecimiento en el mundo del futuro, igual que lo son ya hoy. Juntos, dominarán la economía mundial dentro de unos años como Europa y Estados Unidos lo hicieron en su tiempo.
Así como el péndulo se inclinó hacia los BRICS y luego se fue al otro extremo en los últimos años, se ven ahora señales de nuevas formas de competitividad de esos países. La investigación y el desarrollo en los BRICS están preparando el terreno para una producción que cada vez tendrá más valor añadido. El 91% de las fábricas de Estados Unidos tiene más de 10 años, frente a solo el 43% de las chinas, según un estudio de IndustryWeek en 2007. Mientras que el 54% de las empresas chinas mencionaba la innovación como uno de sus principales objetivos, solo el 27% de las estadounidenses decía lo mismo. Los fabricantes de material de telecomunicaciones en el gigante asiático están poniéndoles las cosas difíciles a sus rivales de tipo más tradicional, los fármacos genéricos fabricados en India están abriéndose camino, los productores brasileños de proteínas dominan los mercados mundiales y los oligarcas rusos hacen sabias inversiones en el extranjero. Los BRICS están atravesando un periodo difícil, pero tienen todo en su mano para una recuperación espectacular.
Sin embargo, aunque la era de dominación estadounidense y occidental haya quedado atrás, a los BRICS les queda todavía algún tiempo. Lo que es ya evidente es que el claro límite entre países desarrollados y atrasados es algo del pasado. Las multinacionales occidentales tratan de expandirse en estos cinco Estados porque el crecimiento en sus propios mercados está estancado. Las empresas chinas e indias consolidan sus marcas en otros mercados emergentes y en Occidente. La suerte económica de los países desarrollados está más ligada que nunca a la de los mercados emergentes.
La propiedad intelectual sigue siendo un punto fuerte de las economías avanzadas. Estados Unidos, Japón y Alemania -solo tres economías avanzadas- presentaron el 58% de las patentes mundiales en 2011, según la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual. Pero también aquí están poniéndose al día los BRICS: las solicitudes de China aumentaron un 33% en 2011, las de Rusia un 21%, las de Brasil un 17% y las de India un 11%. En EE UU crecieron un 8% y en Alemania un 6%. El gigante chino del material de telecomunicaciones ZTE Corp. desplazó a la japonesa Panasonic del primer puesto mundial, con 2.826 solicitudes de patente. Huawei Technologies, china, ocupó el tercer lugar, y la estadounidense Qualcomm cayó del tercer al sexto puesto en 2011. ¿Por qué importa esto? Porque las patentes son un indicador fundamental de la futura potencia económica.
 “La política puede acabar con los BRICS”
Es verdad, y no conviene olvidarlo. La extensión de la democracia y los mercados libres en gran parte de Asia, Latinoamérica y el este de Europa es impresionante, pero algunos BRICS han ido a remolque en este terreno, en vez de estar en primera línea. A menudo, la legitimidad en estos países depende de unas expectativas desmesuradas de éxito económico, mientras que los controles políticos están en pañales. De modo que hay que olvidar todas las alabanzas al capitalismo autoritario que aparecen en los artículos de opinión. Solo porque Pekín posee un aeropuerto nuevo y reluciente y el presidente Vladímir Putin puede arrasar barrios enteros como le parece, eso no quiere decir que la política de China y Rusia les beneficie. Incluso en la democrática India, la política se ve invadida con frecuencia por la corrupción, y Brasil, que disfruta de una democracia, tiene unas estadísticas de criminalidad absolutamente terribles y numerosos escándalos políticos.
Puede que los BRICS parezcan estables, pero nadie sabe qué nos deparará el futuro. La admiración hacia los oligarcas se convierte con mucha facilidad en envidia e indignación. Las cámaras de los móviles y la difusión instantánea por Internet limitan el uso de la fuerza pública. Bajo la superficie y entre los jóvenes, el orgullo por los logros económicos y la sensación de bienestar material van acompañados de demandas de una sanidad mejor y el reconocimiento nacional. Cada vez más, la respuesta que piden los ciudadanos de los BRICS no es más, sino mejor. Las clases dirigentes locales deben actuar como es debido para impedir que esta nueva actitud se convierta en una mezcla combustible. La generación actual de líderes chinos no ha olvidado todavía las lecciones de la Revolución Cultural, pero quizá las generaciones posteriores sí lo hagan.
Algunas circunstancias favorables que han beneficiado a los BRICS en las últimas décadas pueden volverse en su contra. Por ejemplo, estos países han aprovechado el volumen relativamente bajo de asignaciones presupuestarias al gasto de defensa, como consecuencia de la Pax Americana. La situación podría cambiar si estallara un conflicto en el subcontinente indio o Irán obtuviese armas nucleares. Y si la agitación política se agravara, el ascenso de los BRICS podría muy bien descarrilar: el caso de Bo Xilai en China, las revueltas tras la primavera árabe y el apagón en India son advertencias recientes sobre las drásticas repercusiones que pueden tener unos acontecimientos repentinos.
Aun así, los BRICS no van a desvanecerse. Por supuesto que tendrán que afrontar serios ajustes, acostumbrarse a unas expectativas menos elevadas de crecimiento y satisfacer más demandas de la población. Pero, pase lo que pase, se puede asegurar que estas grandes economías emergentes dejarán huella en el siglo XXI.

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