La
Crisis de los Misiles duró más de lo que se cree
"La crisis
de los misiles cubana no terminó el 28 de octubre de 1962, Cuba se iba a
convertir en una potencia nuclear, justo en las narices de Estados Unidos y a
140 kilómetros de Florida".
La que habla es Svetlana
Savranskaya, directora de operaciones rusas del National Security Archive, una
institución no gubernamental de Estados Unidos.
Savranskaya revela en entrevista
exclusiva con la BBC que existió una segunda y secreta Crisis de los misiles,
como se le conoce en EE.UU., o de Octubre o del Caribe, como se le dice en Cuba
y Rusia, respectivamente.
El conflicto entre Washington,
Moscú y La Habana se desató el 14 de octubre de 1962, cuando EE.UU. descubrió
que la Unión Soviética tenía bases de misiles nucleares en Cuba.

El mundo respiró aliviado cuando
el presidente soviético acordó retirar sus 42 misiles nucleares de sus bases en
Cuba. A cambio, su par estadounidense prometió no invadir la isla.
Documentos que serán publicados el
17 de octubre revelan que, lejos de poner fin a la crisis con el acuerdo
alcanzado por John Fiztgerald Kennedy y Nikita Krushev, a finales de octubre
hubo una segunda crisis.
Los papeles forman parte del
archivo personal de Anastas Mikoyan, número dos del Kremlin durante la crisis y
enviado a Cuba.
Castro está "muy molesto"
"Castro está muy molesto con la traición
soviética, los cubanos se sentían traicionados porque para ellos el gobierno
soviético hacía una concesión tras otra a los estadounidenses, sin consultar a
su aliado cubano, un sentimiento compartido por los militares soviéticos en la
isla" Svetlana Savranskaya, directora de operaciones rusas del National
Security Archive
Aunque Kennedy insistió en un
estricto monitoreo de las posiciones de los misiles, en un fallo de
inteligencia, comandantes estadounidenses no advirtieron la presencia de más de
100 armas nucleares tácticas.
Mientras tanto, Fidel Castro,
excluido de las negociaciones entre las superpotencias, comenzó a dejar de
cooperar con Moscú.
"Castro está muy molesto con
la traición soviética, los cubanos se sentían traicionados porque para ellos el
gobierno soviético hacía una concesión tras otra a los estadounidenses, sin
consultar a su aliado cubano, un sentimiento compartido por los militares
soviéticos en la isla", dice Savranskaya.
"Castro creía en primer lugar
en la dignidad, y su obsesión con el orgullo y la dignidad de la Cuba
revolucionaria condujo su conducta a lo largo de la crisis", agrega Philip
Brenner, profesor de relaciones internacionales e historia, quien ha escrito
varios libros sobre la relación entre Estados Unidos y Cuba.
El líder soviético Nikita Krushev
y el presidente estadounidense John Fiztgerald Kennedy se enfrentaron en la crisis
de los misiles.
Krushev, temeroso de perder el
control y de que su aliado cada vez menos confiable pudiera obstaculizar el
acuerdo, inmediatamente envió a La Habana a su camarada de más confianza, su
viceprimer ministro Anastas Mikoyan.
El pedido llegó en un momento
complicado: la esposa de Mikoyan estaba gravemente enferma, pero él
"sintió que era su deber ir y se dio cuenta del peligro que representaba
que Castro tuviera el orgullo herido", señala Brenner.
A su llegada a La Habana, Mikoyan
se enteró de la muerte de su esposa y Castro, que todavía estaba furioso y
había rechazado recibir al enviado, cedió tras enterarse del fallecimiento.
El enviado encontró a Castro
nervioso y conspirativo, convencido que Moscú había perdido interés en defender
la isla. Sin embargo, bajo claras instrucciones de Krushev, Mikoyan hizo su
oferta: podía quedarse con las armas nucleares tácticas, con la condición de
que no se lo dijeran a los estadounidenses.
Las dudas soviéticas
"(Mikoyan) entiende que con el orgullo
cubano y con la forma en que los cubanos veían la posibilidad de una guerra
nuclear muy diferente a cómo los soviéticos la veían, sería muy peligroso e
incluso irresponsable dejar las armas en manos cubanas, pero sus manos estaban
atadas, ese fue el acuerdo" Svetlana Savranskaya, directora de operaciones rusas del National
Security Archive
En privado, Mikoyan tenía dudas
sobre dejarle las armas nucleares a Castro.
"Pensaba que con el orgullo
cubano y frente al hecho de que los cubanos consideraban la posibilidad de una
guerra nuclear de una manera muy diferente a los soviéticos, sería muy
peligroso e incluso irresponsable dejar las armas en manos cubanas, pero sus manos
estaban atadas: ese fue el acuerdo", señala Savranskaya.
Durante noviembre, Castro se
volvió cada vez más beligerante hacia Washington y Moscú: se oponía a los
vuelos de vigilancia estadounidense que vigilaban el retiro soviético y,
desesperado por marcar su postura ante lo que considera una provocación,
decidió que el ejército cubano tendría órdenes de disparar a las aeronaves.
Savranskaya asegura que Castro lo
hizo sin consultar a los soviéticos, lo que "sorprendió" a los
líderes porque constituía "claramente un paso hacia la escalada de la
crisis".
Una serie de cartas entre Kennedy,
Krushev y Castro arroja luz sobre sobre la tensa situación diplomática.
"Las cartas Armagedón" revelan que mientras Mikoyan estaba en La
Habana, el presidente estadounidense y el líder soviético llegaron a la
conclusión de que el problema tras la crisis no era entre ellos, sino con Fidel
Castro.
Fidel Castro pidió a la URSS
quedarse con las armas nucleares estratégicas.
Aislado en La Habana, Mikoyan se
enfrentaba a una decisión que podría tener consecuencias incalculables para el
mundo. Y se dio cuenta que, una vez más, el tiempo se estaba agotando.
Luego de que Castro ordenara
disparar contra una de las aeronaves estadounidenses, "Mikoyan –dice la
directora del National Security Archive– tomó una decisión sin consultar al
gobierno central soviético: que las armas nucleares tácticas iban a tener que
ser removidas".
Era poco después de mediados de
noviembre. Pero los acontecimientos se movían más rápido que lo que el enviado
soviético había anticipado.
El 19 de noviembre los cubanos le
dieron instrucciones a su representante Carlos Lechuga para que revelara el
secreto. En la sede de Naciones Unidas en Nueva York, el embajador cubano
estaba a punto de decirle al mundo sobre las armas secretas. Mikoyan
inmediatamente se comunicó con Moscú.
Pero desde allí nunca recibió
"instrucciones claras" sobre qué hacer con las armas nucleares,
explica Savranskaya: "Mikoyan estaba esperando instrucciones, pero tenía
que reunirse con Castro en la noche del 22 de noviembre de 1962 y sabía que
esta conversación sería sobre las armas y sobre el destino del acuerdo militar
entre la Unión Soviética y Cuba".
"En mi opinión –agrega– la
transcripción palabra por palabra de esta conversación a la medianoche entre
Castro y Mikoyan probablemente sea el documento más fascinante de toda la
crisis de los misiles".
"¿Nos las podemos quedar?"
Ésta es la primera vez que se
conocen detalles de esa reunión.
Cuba quería asegurar ante la ONU
que tenía armas nucleares secretas.
"Castro –dice Savranskaya–
anticipa que los soviéticos están a punto de hacer otra concesión a Estados
Unidos y le pregunta a Mikoyan: '¿Qué pasa con las armas nucleares tácticas?
¿Nos las podemos quedar?'. 'No, no se las pueden quedar', dice Mikoyan. Castro
señala que en el intercambio de cartas entre Kennedy y Krushev no se
mencionaban las armas nucleares tácticas, por lo que 'los estadounidenses no
tienen idea de que están acá, así que ustedes no tienen que sacarlas, las
podemos esconder en nuestras cuevas'. Mikoyan luego dice: 'Vamos a retirar
estas armas no porque los estadounidenses lo hayan demandado, sino porque
nosotros decidimos retirar estas armas'. Y luego, interesantemente, le dice a
Castro una mentira: 'Tenemos una ley secreta no publicada que nos prohíbe
transferir armas nucleares a un tercer país'. No había tal ley en la Unión
Soviética, pero le dice a Castro: 'Tenemos esta ley'".
"Castro anticipa que los soviéticos están
a punto de hacer otra concesión a Estados Unidos y le pregunta a Mikoyan: '¿Qué
pasa con las armas nucleares tácticas? ¿Nos las podemos quedar?'. 'No, no se
las pueden quedar' Svetlana Savranskaya, directora de operaciones rusas del National
Security Archive
"Durante el resto de la
reunión, –prosigue Savranskaya– Castro vuelve una y otra vez a la misma
cuestión, el líder cubano básicamente le ruega a Mikoyan mantener lo que él ve
como el último medio de defenderse de Estados Unidos, y falla. Incluso sugiere
que la 'ley' debe ser derogada, pero Mikoyan no cede, y dice que todas las
armas nucleares deben salir de Cuba. Con esa conversación, se resolvió la
crisis, las armas nucleares fueron cargadas en barcos soviéticos y retiradas en
diciembre de 1962".
Los cubanos quedaron
"dolidos" por las acciones de los soviéticos y hasta finales de la
década de los sesenta permanecieron "resentidos" por haber sido
puestos en una posición en la que "básicamente no tenían otra opción más
que ceder a los deseos de Krushev", considera Brenner.
Para Savranskaya, los soviéticos y
los estadounidenses no trataban a Cuba como un "actor", para ellos
era un "pequeño peón", pero luego "se dieron cuenta de lo cerca
que Castro había estado de hacer la crisis mucho, mucho peor".
Tanto Krushev como Kennedy
comprendieron lo cerca que se estuvo de una catástrofe. En diciembre de 1962,
el líder soviético le escribió a JFK para sugerirle que trabajaran en aras de
la eliminación de las armas nucleares en el mundo para el esperado segundo
mandato del estadounidense.
Pero eso nunca se dio. Kennedy fue
asesinado 11 meses después y Krushev fue obligado a retirarse en 1964.
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