Tomado de El País
Una rebelión anti-oligárquica de derecha
Por Joaquin
Villaobos
El fin
del miedo ha abierto una lucha entre el capitalismo oligárquico y el
meritocrático
Dice un proverbio que “el miedo
es el más ignorante, el más injurioso y el más cruel de los consejeros”.
Francis Fukuyama sostiene que los seres humanos tienden a seguir ideas que
están más fundadas en emociones que en la razón y también sostiene que el poder
político reside en la capacidad de mantener la cohesión social. El miedo es la
emoción más poderosa para influir sobre las personas o dominar a un país. El
Salvador ha vivido bajo una destructiva polarización política desde siempre.
Muy a pesar de que terminó la guerra civil y llegó la democracia, esa
polarización continuó. Durante décadas, la cohesión al interior de los
gobernantes y de los opositores fue sostenida por el miedo al comunismo por un
lado y por el miedo a la dictadura por el otro.
Con la democracia los
escuadrones de la derecha dejaron de matar y los militares dejaron de ser un
instrumento de los oligarcas; se acabó así el miedo entre los opositores de
izquierda y éstos tuvieron entonces libertad para disentir dentro de sus propias
filas. Desde 1994 a la fecha, la ex guerrilla del Frente Farabundo Martí (FMLN)
tuvo ocho disidencias consecutivas perdiendo numerosos líderes, diputados y
alcaldes. La izquierda era una coalición de grupos unidos por la existencia de
un “enemigo irreconciliable”. Terminado ese enemigo, se acabó el miedo y con
éste la cohesión de la izquierda. El FMLN acusó de corruptos a los disidentes,
mantuvo su retórica extremista y el miedo siguió dando ventaja a la derecha
durante 15 años.
En el 2009 el FMLN pudo ganar
la presidencia cuando por fin compitió con un candidato de centro izquierda y
sin militancia partidaria. La presidencia de Mauricio Funes coronó veinte años
de participación política del FMLN y El Salvador no se convirtió ni en
comunista ni en bolivariano, tampoco hubo expropiaciones y se mantiene la
libertad de expresión. El millonario apoyo venezolano al FMLN le ha permitido a
la izquierda tener empresas y empresarios. La amenaza comunista perdió entonces
credibilidad y la derecha se quedó sin narrativa. Pasó de denunciar el peligro
de un régimen comunista a denunciar el peligro del enriquecimiento capitalista
de los comunistas.
El miedo al “enemigo
irreconciliable” se agotó ahora también para la derecha. Antonio Saca, el
último presidente de la derecha, fue expulsado del partido ARENA porque impulsó
políticas sociales heterodoxas, se opuso a la privatización de la geotermia,
detuvo la explotación del oro, rechazó eliminar el subsidio al gas, aumentó
impuestos al capital, y se negó a que se colocaran fondos de pensiones en la
bolsa de valores. Algo que pudo haber acabado con el dinero de los pensionados
como resultado de la crisis financiera del 2008. Es ahora ARENA quien está
sufriendo constantes disidencias y perdiendo numerosos diputados, alcaldes y dirigentes.
Detrás de estas diferencias
subyacen visiones distintas sobre el rol del Estado, sobre la independencia de
la clase política frente al capital y sobre la necesidad de ampliar
exponencialmente la base empresarial del país para contrarrestar el efecto
empobrecedor que deja la concentración de poder económico en manos de una
docena de familias. Estas diferencias han existido siempre, pero en el pasado
los oligarcas asesinaban o exiliaban a sus disidentes.
El fin del miedo ha abierto una
lucha entre un capitalismo oligárquico y un capitalismo meritocrático de
orígenes más populares, con mayor sensibilidad social y arraigo local. Las
“remesas” generaron un amplio contingente de nuevos ricos más iguales entre
ellos, de piel morena y apellidos comunes. Éstos se han sumado a los capitales
de inmigrantes árabes siempre discriminados y a los nuevos ricos que el
petróleo venezolano está dejando en la izquierda. Esta transformación social
está empujando una recomposición política que podría acabar con la polarización,
crear una verdadera competencia democrática y salvar al país de ser Estado
fallido.
Tanto la izquierda del FMLN en
el pasado, como la derecha de ARENA en el presente, han señalado que la causa
de las divisiones que han sufrido es que miles de disidentes se corrompieron.
En uno y otro caso se han utilizado argumentos emocionales para evadir el
debate de fondo y preservar su propia cohesión. El ataque moral ha sido un
mecanismo de defensa que apareció cuando, en ambos casos, el contexto político
acabó con el miedo que sustentaba la unidad de ambos grupos políticos. El
resultado es que ahora hay tres competidores para las elecciones presidenciales
de febrero de 2014 y, por primera vez en la historia del país, una tercera
opción ha cobrado fuerza. Más de treinta intentos de fundar partidos nuevos
fracasaron en el pasado, ninguno alcanzó un 10% del electorado. Según la
mayoría de las encuestas ahora hay un triple empate que obligará a dos vueltas.
El ex comandante guerrillero,
Salvador Sánchez, de definición bolivariana y candidato del FMLN, tiene más
opiniones negativas que positivas. Es un retroceso con relación a Funes y un
suicidio electoral inexplicable de la izquierda. Es imposible que pueda pasar
del 50% de los votos y cualquiera de los otros dos candidatos lo derrotaría
fácil en una segunda vuelta. ARENA, con su candidato Norman Quijano, necesita
por lo tanto mantener la polarización con el FMLN para ganar. La competencia
real es entonces en la primera vuelta y entre las dos derechas: ARENA y UNIDAD.
Si ARENA gana en el 2014, los
poderes oligárquicos afianzarán su hegemonía económica, buscarán debilitar a
los poderes económicos emergentes, abandonarán los programas sociales y
continuarán desmantelando al Estado. Esto representaría un retroceso para el país
y sin duda para la misma izquierda. Cuando la oligarquía perdió a la Iglesia
Católica como su aliada, desató una violencia brutal contra curas y monjas. A
inicios de los 70 perdieron a las clases medias ilustradas agrupadas en torno a
la Democracia Cristiana, la respuesta fue igualmente violenta, los acusaron de
ladrones y no descansaron hasta destruir este partido. Con la guerra y la
negociación perdieron al ejército cuando le cargaron todas las culpas del
pasado dictatorial. El fin del miedo, sumado a la tradicional arrogancia
oligárquica frente a los que no tienen apellido, ha desatado una rebelión en la
clase política y en sectores empresariales contra las familias que han
mantenido un sistema extractivo que ha exprimido a El Salvador por más de un siglo.
Estas “familias” piensan que El
Salvador necesita ser gobernado por una élite privilegiada, pero en realidad no
es el país quien los necesita de ellos, sino que son ellos los que necesitan
del país. En 1989, cuando llegaron al gobierno privatizaron los bancos, luego
se los auto-vendieron por cuatrocientos millones de dólares y pocos años
después los vendieron a la banca internacional por cuatro mil millones.
Que este tipo de negocios termine o
continúe es lo que realmente está en juego en el 2014. Se trata de una batalla
entre la racionalidad para entender y las emociones que ciegan. Demócratas
cristianos, disidentes del FMLN y ahora de ARENA han sido acusados de
corrupción. Sin embargo, no existen millonarios ni entre los demócratas
cristianos ni entre los disidentes del FMLN y la campaña electoral que tiene
menos recursos es la del candidato al que se acusa de haberse robado cientos de
millones de dólares. Los únicos que hoy en El Salvador son más ricos, son los
que siempre han sido los más ricos.
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