miércoles, 21 de agosto de 2013

La historia se repite: las extremas políticas al final son lo mismo

Tomado de El País 
Una rebelión anti-oligárquica de derecha
Por Joaquin Villaobos

El fin del miedo ha abierto una lucha entre el capitalismo oligárquico y el meritocrático

Dice un proverbio que “el miedo es el más ignorante, el más injurioso y el más cruel de los consejeros”. Francis Fukuyama sostiene que los seres humanos tienden a seguir ideas que están más fundadas en emociones que en la razón y también sostiene que el poder político reside en la capacidad de mantener la cohesión social. El miedo es la emoción más poderosa para influir sobre las personas o dominar a un país. El Salvador ha vivido bajo una destructiva polarización política desde siempre. Muy a pesar de que terminó la guerra civil y llegó la democracia, esa polarización continuó. Durante décadas, la cohesión al interior de los gobernantes y de los opositores fue sostenida por el miedo al comunismo por un lado y por el miedo a la dictadura por el otro.
Con la democracia los escuadrones de la derecha dejaron de matar y los militares dejaron de ser un instrumento de los oligarcas; se acabó así el miedo entre los opositores de izquierda y éstos tuvieron entonces libertad para disentir dentro de sus propias filas. Desde 1994 a la fecha, la ex guerrilla del Frente Farabundo Martí (FMLN) tuvo ocho disidencias consecutivas perdiendo numerosos líderes, diputados y alcaldes. La izquierda era una coalición de grupos unidos por la existencia de un “enemigo irreconciliable”. Terminado ese enemigo, se acabó el miedo y con éste la cohesión de la izquierda. El FMLN acusó de corruptos a los disidentes, mantuvo su retórica extremista y el miedo siguió dando ventaja a la derecha durante 15 años.
En el 2009 el FMLN pudo ganar la presidencia cuando por fin compitió con un candidato de centro izquierda y sin militancia partidaria. La presidencia de Mauricio Funes coronó veinte años de participación política del FMLN y El Salvador no se convirtió ni en comunista ni en bolivariano, tampoco hubo expropiaciones y se mantiene la libertad de expresión. El millonario apoyo venezolano al FMLN le ha permitido a la izquierda tener empresas y empresarios. La amenaza comunista perdió entonces credibilidad y la derecha se quedó sin narrativa. Pasó de denunciar el peligro de un régimen comunista a denunciar el peligro del enriquecimiento capitalista de los comunistas. 
El miedo al “enemigo irreconciliable” se agotó ahora también para la derecha. Antonio Saca, el último presidente de la derecha, fue expulsado del partido ARENA porque impulsó políticas sociales heterodoxas, se opuso a la privatización de la geotermia, detuvo la explotación del oro, rechazó eliminar el subsidio al gas, aumentó impuestos al capital, y se negó a que se colocaran fondos de pensiones en la bolsa de valores. Algo que pudo haber acabado con el dinero de los pensionados como resultado de la crisis financiera del 2008. Es ahora ARENA quien está sufriendo constantes disidencias y perdiendo numerosos diputados, alcaldes y dirigentes.
Detrás de estas diferencias subyacen visiones distintas sobre el rol del Estado, sobre la independencia de la clase política frente al capital y sobre la necesidad de ampliar exponencialmente la base empresarial del país para contrarrestar el efecto empobrecedor que deja la concentración de poder económico en manos de una docena de familias. Estas diferencias han existido siempre, pero en el pasado los oligarcas asesinaban o exiliaban a sus disidentes. 
El fin del miedo ha abierto una lucha entre un capitalismo oligárquico y un capitalismo meritocrático de orígenes más populares, con mayor sensibilidad social y arraigo local. Las “remesas” generaron un amplio contingente de nuevos ricos más iguales entre ellos, de piel morena y apellidos comunes. Éstos se han sumado a los capitales de inmigrantes árabes siempre discriminados y a los nuevos ricos que el petróleo venezolano está dejando en la izquierda. Esta transformación social está empujando una recomposición política que podría acabar con la polarización, crear una verdadera competencia democrática y salvar al país de ser Estado fallido.
Tanto la izquierda del FMLN en el pasado, como la derecha de ARENA en el presente, han señalado que la causa de las divisiones que han sufrido es que miles de disidentes se corrompieron. En uno y otro caso se han utilizado argumentos emocionales para evadir el debate de fondo y preservar su propia cohesión. El ataque moral ha sido un mecanismo de defensa que apareció cuando, en ambos casos, el contexto político acabó con el miedo que sustentaba la unidad de ambos grupos políticos. El resultado es que ahora hay tres competidores para las elecciones presidenciales de febrero de 2014 y, por primera vez en la historia del país, una tercera opción ha cobrado fuerza. Más de treinta intentos de fundar partidos nuevos fracasaron en el pasado, ninguno alcanzó un 10% del electorado. Según la mayoría de las encuestas ahora hay un triple empate que obligará a dos vueltas.
El ex comandante guerrillero, Salvador Sánchez, de definición bolivariana y candidato del FMLN, tiene más opiniones negativas que positivas. Es un retroceso con relación a Funes y un suicidio electoral inexplicable de la izquierda. Es imposible que pueda pasar del 50% de los votos y cualquiera de los otros dos candidatos lo derrotaría fácil en una segunda vuelta. ARENA, con su candidato Norman Quijano, necesita por lo tanto mantener la polarización con el FMLN para ganar. La competencia real es entonces en la primera vuelta y entre las dos derechas: ARENA y UNIDAD.
Si ARENA gana en el 2014, los poderes oligárquicos afianzarán su hegemonía económica, buscarán debilitar a los poderes económicos emergentes, abandonarán los programas sociales y continuarán desmantelando al Estado. Esto representaría un retroceso para el país y sin duda para la misma izquierda. Cuando la oligarquía perdió a la Iglesia Católica como su aliada, desató una violencia brutal contra curas y monjas. A inicios de los 70 perdieron a las clases medias ilustradas agrupadas en torno a la Democracia Cristiana, la respuesta fue igualmente violenta, los acusaron de ladrones y no descansaron hasta destruir este partido. Con la guerra y la negociación perdieron al ejército cuando le cargaron todas las culpas del pasado dictatorial. El fin del miedo, sumado a la tradicional arrogancia oligárquica frente a los que no tienen apellido, ha desatado una rebelión en la clase política y en sectores empresariales contra las familias que han mantenido un sistema extractivo que ha exprimido a El Salvador por más de un siglo. 
Estas “familias” piensan que El Salvador necesita ser gobernado por una élite privilegiada, pero en realidad no es el país quien los necesita de ellos, sino que son ellos los que necesitan del país. En 1989, cuando llegaron al gobierno privatizaron los bancos, luego se los auto-vendieron por cuatrocientos millones de dólares y pocos años después los vendieron a la banca internacional por cuatro mil millones.
Que este tipo de negocios termine o continúe es lo que realmente está en juego en el 2014. Se trata de una batalla entre la racionalidad para entender y las emociones que ciegan. Demócratas cristianos, disidentes del FMLN y ahora de ARENA han sido acusados de corrupción. Sin embargo, no existen millonarios ni entre los demócratas cristianos ni entre los disidentes del FMLN y la campaña electoral que tiene menos recursos es la del candidato al que se acusa de haberse robado cientos de millones de dólares. Los únicos que hoy en El Salvador son más ricos, son los que siempre han sido los más ricos. 

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