sábado, 31 de agosto de 2013

La Puntualidad: signo de elegancia y educación

Tomado de The Huffington Post

La Puntualidad


Por José María Aristimuño

La disciplina y la precisión son cualidades para ser puntual y estar en el lugar adecuado, cumpliendo nuestras obligaciones.El tiempo es invalorable e irrecuperable, pero al colocarlo en la cuarta dimensión se convierte en atemporal y se hace impredecible.

La puntualidad requiere voluntad y sacrificio. La prisa como dicen es plebeya, en cambio el momento justo es elegante y signo de educación. Si no se cumple es una falta grave con los demás.

El darse importancia llegando tarde da la sensación de prepotencia y deja en los que aguardan un sentir de perdida de tiempo, convirtiendo la actividad en molestia e incluso, impidiendo al impuntual meditar. Se le alteran los nervios y se dedica sólo a ver el reloj de lo pendiente que está. Si el reloj es digital cambia automáticamente el símbolo, y si es de manecillas estas dan un toque que se siente hasta en la muñeca, y si añadimos además el ambiente, la calle en su contexto, pensar de repente que la dirección fue equivocada, o no se entendió la hora de la cita, produce una ansiedad digna del stress de la espera, energía extra que se consume.

Y si estamos observando a través de una ventana, al principio todo se mueve, al cabo de uno minutos pareciese que el planeta no diera mas vueltas.

Con el avance de la comunicación, el teléfono celular coloca la espera en una virtualidad de forma mágica, pues comienzan los pecados veniales de ubicación, llego en cinco minutos, estoy en tal sitio. Aunque por razones de seguridad la telefonía no ha puesto en práctica la forma de precisar donde se hallan los actores en determinado momento. La velocidad desde diferentes ángulos inclusive la altitud y el mapeo, para conocer al detalle al igual que los GPS (lugar preciso de posicionamiento por medios satelitales), de manera biunívoca las coordenadas en tiempo real. La idea es buscar el aprovechamiento del tiempo de la manera más eficaz.

¿Qué tal el encuentro de dos enamorados y uno de ellos se retrasa?, comienza en la pareja la perdida de valores, las excusas, la lluvia, el tráfico y de muchas necedades que desdoblan la importancia del que espera.
No es una situación de sincronismo solamente, como lo entendió Einstein: el reloj que se mueve tiene un ritmo más lento que el reloj estacionario, es decir, coincidir en el tiempo no es posible pues son distintas partes de un proceso, aquí estoy yo a la hora exacta, sino del respeto al semejante. Desdice mucho. Es el primer paso sobre lo que se define como el primer acuerdo vernos a tal hora. Allí la puntualidad tiene su simbología asociada a la verdad, que concluye en una lealtad con el semejante, se percibe la pérdida en la relación, el mutualismo.

La impuntualidad definitivamente hace que la credibilidad disminuya, y depende de la importancia que tenga el evento. Sucede que la mayoría de las veces se vuelve una necesidad, al contrario nos dejaría el tren del tiempo. No ser puntuales nos convierte en personas de poca confianza.

La puntualidad nos da un carácter, un orden, una eficacia para realizar en crecimiento nuestras actividades, sin ser esclavos de Cronos, el de la hoz de acero y el reloj de arena con sus cuatro ojos, dos atrás, y dos de frente, quien duerme con dos ojos abiertos y dos cerrados, siempre en vigilia.

Definitivamente el tiempo es un invento humano, y por lo tanto es una consecuencia. Clara es la puntualidad, se convierte en una norma, un hábito, Razón tuvo Horace Mann, gran defensor de la educación pública: la informalidad en atender una cita es un claro acto de deshonestidad, igual podrías robar el dinero de una persona si robas su tiempo, por lo que en ese salto del tiempo ser puntual construye una excelente reputación. 

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