domingo, 25 de agosto de 2013

PEÑA NIETO RECONCILIA A MÉXICO CON CHINA

Tomado de esglobal  

Xi Jinping y Enrique Peña Nieto

MÉXICO Y CHINA SE RECONCILIAN

Por Daniel Méndez

Los grandes beneficios de las renovadas relaciones entre estas dos economías emergentes.

La visita del presidente de China a Estados Unidos a principios de junio despertó la atención de todo el mundo, interesado en conocer los nuevos avances entre las dos grandes superpotencias. Sin embargo, ese mediático encuentro entre Xi Jinping y Barack Obama desvió la atención de uno de los últimos y más importantes cambios en la política exterior del gigante asiático: su nueva sintonía política con México, el país en el que estuvo justo antes de llegar a California.
La relación entre China y México ha dado un giro de 180 grados desde la llegada al poder en diciembre de 2012 del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Desde el primer momento, el nuevo presidente de México, Enrique Peña Nieto, demostró su interés por acercarse a Pekín: China fue el primer país que visitó fuera de América Latina y Peña Nieto se convirtió en el primer presidente mexicano en asistir al Foro de Boao, una importante reunión económica que China organiza todos los años desde 2002.
Esta visita de Peña Nieto a China en abril, que estuvo repleta de amistosas declaraciones hacia su anfitrión, fue devuelta por Xi Jinping con su presencia en México entre el 4 y el 6 de junio, la primera visita de un presidente chino desde hacía casi ocho años. De esta forma, los líderes de México y China se reunieron en sus respectivos países en el lapso de dos meses, un acontecimiento histórico en las relaciones bilaterales.
La nueva cordialidad entre los dos Estados es todavía más relevante cuando se echa un vistazo a su historia reciente. Desde mediados de los 90, y especialmente durante los dos últimos sexenios de gobierno del Partido de Acción Nacional (PAN), las relaciones entre México y China habían estado marcadas por fricciones económicas y tensiones políticas. Las dos naciones formaban parte del grupo de economías emergentes, las dos contaban con potentes industrias manufactureras y las dos aspiraban a llegar a los consumidores estadounidenses. El fenómeno made in China afectó fuertemente a la industria mexicana (especialmente a su sector textil), lo que provocó numeras disputas comerciales entre ambos países. Las relaciones alcanzaron uno de sus puntos más bajos precisamente en los últimos años: primero, en 2009, cuando durante la crisis de gripe porcina China mantuvo en cuarentena a 70 turistas mexicanos; después, en 2011, cuando el entonces presidente Felipe Calderón se reunió con el Dalai Lama.
Después de más de una década de tensiones, la nueva actitud del Gobierno mexicano parece responder al pragmatismo y al nuevo contexto internacional. Varios expertos venían apuntado en los últimos años que a México le faltaba una visión más constructiva en su relación con China y que tan sólo estaba obteniendo los efectos negativos del ascenso del gigante asiático. Sin importantes reservas de materias primas (como las tienen Chile, Perú, Colombia o Venezuela) o de alimentos básicos para China (como pasa con la soja de Brasil o Argentina), México ha mantenido en la última década un abultado déficit comercial con Pekín. Además de eso, tampoco ha recibido las grandes inversiones en infraestructuras o proyectos de extracción con las que el Imperio del Centro ha regado de dólares otros países de América Latina.
Para México, el nuevo clima político con Pekín podría ayudarle a diversificar su industria exportadora y a encontrar nuevas oportunidades en Asia, donde el país azteca todavía está muy por debajo de su potencial. En 2012, México sólo exportó a China productos por valor de 5.721 millones de dólares (unos 4.300 millones de euros), mientras que las mercancías en dirección contraria supusieron casi 57.000 millones. En los pocos meses que Peña Nieto lleva en el poder ya se ha avanzado en acuerdos para permitir la exportación de carne mexicana y tequila 100% de agave a China. Algunos de los próximos productos que están en la agenda, y en los que México tiene amplia experiencia internacional, también están relacionados con la alimentación: moras, cítricos, lácteos, carne de res o productos alimentarios procesados. 
Para el gigante asiático, México puede convertirse en una excelente plataforma para llegar a los mercados de Estados Unidos y Canadá y poder facilitar sus intercambios con otros países latinoamericanos. El aumento de los salarios en China (que en el sector de las manufacturas es ya casi igual al de México) podría llevar a las empresas de la fábrica del mundo a trasladar parte de su producción al país azteca. A China también le vendría muy bien aprovecharse de la enorme red de Tratados de Libre Comercio que México tiene firmados con 60 países, lo que aumentaría la competitividad de las marcas chinas que decidan producir en suelo mexicano. Hay ya algunas compañías, como la de automóbiles Geely, que han construido plantas de ensamblaje en México para servir a todo el continente americano. De esta forma, podría ser la misma China, que puso en riesgo la industria manufacturera mexicana durante las últimas décadas, la que ahora llevaría de vuelta esas fábricas, inversiones y puestos de trabajo.
A pesar de las tensiones políticas de los últimos años, las relaciones económicas entre los dos Estados  han seguido avanzando. China es ya el segundo socio comercial de México (sólo por detrás de Estados Unidos), mientras que el país azteca es el segundo socio comercial del gigante asiático en América Latina (tan sólo Brasil está por delante). El nuevo clima político puede ampliar los ámbitos de colaboración económica y llevar a un mayor nivel unas relaciones que todavía están muy por debajo del potencial de estas dos naciones emergentes.
Además de esta vertiente económica, los dos países podrían profundizar mucho en cuestiones culturales y educativas, donde ambos tuvieron una importante relación durante los 70 y 80. El país azteca fue en aquella época, liderado por el Colegio de México, uno de los grandes receptores de investigadores, profesores y estudiantes procedentes de China. Muchos de los diplomáticos, funcionarios y empresarios chinos que se mueven hoy en el ámbito latinoamericano estudiaron precisamente en México, que todavía hoy sigue recibiendo muchos de los estudiantes  del gigante asiático que cursan estudios en países de habla hispana.
La reconciliación entre China y México no es relevante sólo para los dos Estados, sino también a escala internacional. Como segunda economía del mundo, China busca aliarse con otras naciones emergentes, depender en menor medida de los países desarrollados y buscar nuevas oportunidades en los lugares donde está habiendo crecimiento económico. Sus mejores relaciones con México pueden provocar cambios importantes en su industria de manufacturas y un nuevo salto (tecnológico y competitivo) en su acceso a los mercados de Norteamérica y América Latina. Desde el punto de vista político, sus buenas relaciones con México pueden también poner punto y final a las quejas de uno de los países que más ha protestado  ante las instituciones internacionales (sobre todo en la Organización Mundial del Comercio) sobre las prácticas de dumping y subvenciones del Gobierno chino.
México, la primera economía de habla hispana (undécima mundial en paridad de poder de compra), espera que el Imperio del Centro le ayude a no poner todos los huevos en el mismo cesto (básicamente en Estados Unidos) y que se le puedan abrir puertas al creciente mercado chino, sobre todo en un momento en el que el país asiático busca aumentar su consumo interno. La nueva relación entre las dos naciones vuelve ahondar y consolidar el crecimiento de los países emergentes, cada vez más necesitados de establecer alianzas sólidas y de buscar sinergias allí donde se encuentra el crecimiento económico. México y China pueden convertirse en uno de los mejores ejemplos de esta nueva cooperación sur-sur. 

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