lunes, 20 de septiembre de 2010

Cuidado, sus hijos pueden endeudarlo a usted desde internet

Tomado de The Wall Street Journal

Ojo con las compras que hacen sus hijos en Internet

Hoy en día, existen muchas formas de gastar dinero en productos y servicios en línea. Es bueno confiar, pero hay verificar


Por Jeff D. Opdyke

Al revisar mi factura mensual de tarjeta de crédito en Internet hace unos días, uno de los cargos me pareció extraño. Era un gasto pequeño, $4.95, pero representaba un gran problema para un miembro de mi familia.

Entré al salón, donde mi hijo de 13 años estaba viendo la televisión. "Tengo un problema", le dije. "Ven aquí".

Siempre llamo a mi hijo a mi oficina cuando tengo algún problema sobre tecnología, de modo que saltó de la silla pensando que lo necesitaba para reprogramar mi frustrante teléfono cada vez menos inteligente.

"¿Qué es esto?", le pregunté señalando la pantalla de la computadora. Mientras ambos observábamos la cuenta, noté otro gasto pequeño... y otro... y otro. Me miró avergonzado. Sabía que se le había acabado la fiesta.

Muchas veces en los últimos años yo o mi esposa, Amy, le hemos permitido a nuestro hijo comprar algo en Internet. Habitualmente, nos encargamos de finalizar la transacción, es decir ingresar la información de nuestra tarjeta de crédito para luego borrarla. Eso es, al menos, lo que recuerdo.

Estoy seguro de que la mayoría de los padres hoy en día recibe numerosas peticiones de sus hijos para comprar algo en la web. Adquieren canciones en Internet, forman parte de comunidades en línea o compran suscripciones mensuales a video juegos.

Hasta nuestra hija de siete años está en Internet. Gracias a sus amigos del colegio, encontró el Club Penguin, un portal en línea donde se congregan los niños de su edad y juegan juegos. Hace poco, compró un osito de peluche de la tienda Build-A-Bear para su cumpleaños e inmediatamente nos pidió integrar la comunidad en línea de Build-A-Bear.

Ni a Amy ni a mí nos importa pagar para acceder a estos sitios, siempre y cuando sea dentro de ciertos límites. Pero cuando empiezo a detectar gastos que no he autorizado en mi tarjeta de crédito, entonces se convierte en un problema.

Un amigo de Nueva Jersey tuvo el mismo problema con su hija y me dijo algo interesante cuando le conté lo de mi hijo.

"Cuando se separa el pago de la compra, eso es lo que les crea problemas a los adultos", explicó. "Piensan en comprar ahora y pagar más adelante. Muchas personas no tienen en cuenta las consecuencias financieras cuando compran algo ahora y lo pagan semanas, meses o incluso años después. Ahora, si les hacemos la misma oferta a los niños, que tienen incluso menos control de sus impulsos, que quieren lo que quieren y nunca tienen que pagarlo ellos mismos, entonces es especialmente difícil.

Ellos sienten que no están gastando dinero, sólo están apuntando con el cursor y haciendo clic".

Mi amigo conoce bien el tema. Hace unos años, creó una cuenta en iTunes para su hija de 12 años. La configuró de tal manera que los correos electrónicos que confirmaban las compras le llegaban a una cuenta secundaria que rara vez revisa. Craso error. "Gastó casi $300 en canciones en un mes", lamentó.

Claramente, yo tengo parte de la culpa en el caso de mi hijo. Después de todo, le di los datos de mi tarjeta de crédito para hacer una compra acordada de antemano y por la que después me pagó. Pero estaba muy ocupado y no me molesté en cerciorarme de que había borrado la información. Nunca lo hizo y a mí no se me pasó por la mente asegurarme de que lo hubiera hecho. En cierto momento, uno tiene que confiar en que los hijos harán lo que se les pide.

Lo importante es que él podría haberme devuelto el dinero fácilmente. Tiene plata en su billetera. Pero como ocurre con muchos muchachos de su edad en esta era de la gratificación instantánea, no quería tomarse la molestia de buscar mi consentimiento y luego ir por su billetera para regresar con los fondos necesarios. (Se trata, por cierto, de la interpretación más benigna).

Dice que sabía que la información de mi tarjeta seguía guardada en su perfil del sitio de juegos, pero pensó que todo estaba bien porque me iba a pagar más adelante.

Sin embargo, sospecho que, tal como señala mi amigo, no lo pensó mucho. Todo lo que necesitaba era hacer clic. No había dinero de por medio.

De todas formas, nunca se acordó de mencionarlo o de pagarme. La lección que se desprende de todo esto es: hay que vigilarlos.

Hoy en día, existen demasiadas maneras en las que los hijos pueden gastar dinero sin necesidad de tocar un billete. Si usted quiere confiar en sus hijos, lo entiendo.

Pero, como dice el axioma, es bueno confiar, pero hay que verificar.

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