Tomado de La Nación
La reforma /
Cambio de planes
Frena el
kirchnerismo el plan de re-reelección
Tras el
cacerolazo y a la espera de que cambie el clima social y repunte la economía,
el Gobierno congeló el proyecto reformista
Por Laura
Serra
Desensillar hasta que aclare. Después del
cacerolazo que hace diez días sacudió los principales centros urbanos del país
en protesta contra el Gobierno, el kirchnerismo congeló, por ahora, el proyecto
de reforma constitucional para habilitar una segunda reelección de la
presidenta Cristina Kirchner. El oficialismo no sólo retrocedió tácticamente,
sino que puertas adentro circulan críticas y pases de facturas por la actuación
en público del "cristinismo puro", antes y después del cacerolazo.
Los mayores cuestionamientos parten de los
sectores más peronistas del kirchnerismo y tienen como blanco predilecto al
vicepresidente Amado Boudou y al jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina,
autor de la polémica frase "a esta gente (por los caceroleros) le importa
más lo que ocurre en Miami que en San Juan".
"Se desubicó. Una manifestación
masiva como aquélla (por el cacerolazo) tiene que ser respetada. Fue un error
total de estrategia salir a contraatacar. Menos mal que todavía tenemos gente
racional que desactivó lo de la contramarcha kirchnerista", bufó un
legislador más peronista que kirchnerista.
La cancelación de una contramarcha que se
había evaluado para la última semana promovida por la juventud más militante,
sumado al llamado a silencio de los más empinados dirigentes oficialistas sobre
una nueva reelección, fue evidencia clara de este freno táctico.
También ha sido perceptible el tono más
tranquilo que adoptó la Presidenta en sus últimas alocuciones públicas y el
hecho de que pasó una semana sin utilizar la cadena nacional después de una
seguidilla. Éstas son las consecuencias más evidentes de un cambio de humor
interno. En este clima, hablar de la reelección presidencial suena fuera de
lugar, según admiten en el oficialismo.
Inclusive, podría alimentar aun más la
incipiente movilización de la oposición que encontró en la conjunción del
proyecto reeleccionista y las protestas de hace diez días un estímulo para
reaccionar y programar acciones.
De todos modos, esta situación no quiere
decir que el plan se haya desactivado. De hecho, un grupo de kirchneristas
viajará el mes próximo a Venezuela a la espera de que un eventual triunfo del
actual presidente Hugo Chávez le dé, por efecto espejo, un nuevo impulso a su
plan reeleccionista.
"El año que viene habrá más fondos y
la economía puede repuntar. Si a Cristina le va bien en las elecciones
legislativas, el plan reeleccionista vuelve a la carga, que no quepa
duda", insisten.
Ésta es la razón por la que nadie sacará
los pies del plato oficialista por ahora: en el Congreso, por caso, la mayoría
de los legisladores kirchneristas, cuyo mandato vence el año próximo, buscará
la renovación de su banca, pero su ambición quedaría trunca sin el aval de la
Presidenta y los fondos de la Nación.
De todas maneras, si bien no se vislumbran
quiebres ni divisiones, son cada vez más indisimulables los resquemores
internos entre dirigentes del peronismo clásico, que ostentan el manejo
territorial de sus terruños, y el cristinismo más rancio, cuya principal
fortaleza es la predilección que la Presidenta siente por sus jóvenes líderes.
"En una elección interna, los pasamos
por arriba", se jacta un veterano legislador peronista.
Este clima de incipiente malestar comienza
a evidenciarse tímidamente en los bloques parlamentarios. La distancia entre el
cristinismo más puro, los "nestoristas" y peronistas se evidencia en
reuniones cada vez más por separado.
El cepo cambiario y las consecuencias que
provocó en las economías regionales, el mezquino reparto de fondos para obras
públicas en las provincias y la sospecha de que el "cristinismo"
intentará imponer sus nombres en las listas de candidatos legislativos el año
próximo abonan el malestar. Las catarsis son siempre en reserva, pero existen.
En Diputados, el jefe del bloque
oficialista, Agustín Rossi, ve mermar su otrora mayoría invulnerable;
difícilmente pueda contar en adelante con los sindicalistas Omar Plaini y
Facundo Moyano, que responden a la CGT de Hugo Moyano.
Mientras, otros aliados, como los dos
cordobeses que responden a José Manuel de la Sota y el santafecino Juan Carlos
Forconi, viran hacia el PJ disidente.
En el Senado, en tanto, el jefe
oficialista Miguel Pichetto padece otra vez en carne propia las preferencias
del Gobierno hacia sus enemigos internos, entre ellos, el gobernador de su
provincia, Río Negro, Alberto Weretilneck, y el senador Aníbal Fernández, que
disputa su poder en la Cámara.
Tanto Pichetto como Rossi se muestran
distantes por ahora de los planes reeleccionistas del cristinismo. Ellos hacen
sus cálculos, al igual que la oposición.
"Es matemáticamente imposible que el
oficialismo pueda alcanzar los dos tercios de los miembros en ambas cámaras en
las próximas elecciones. Aun repitiendo la misma elección exitosa del año pasado,
en el Senado arañaría, cuanto mucho, los 40 senadores propios, muy lejos de los
48 que se necesitan para impulsar la reforma", comenzaron a hacer circular
algunos diputados opositores.
La estimación no ha cambiado mucho de la
que el oficialismo hacía hace sólo un mes atrás, pero la diferencia es que
cambió el contexto político. En aquel momento, cuando había un coro de
gobernadores, intendentes y legisladores clamando por la re-reelección, la
expectativa era generar un estado de situación que, acompañado por un buen
resultado electoral en las elecciones legislativas del próximo año,
contribuyera a conseguir votos por fuera del oficialismo.
Esta perspectiva hoy es más sombría, ya que casi
toda la oposición empezó a aglutinarse en contra de la reforma y el cacerolazo
terminó de amalgamar un contexto adverso para los planes oficiales.
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