Tomado de The
Wall Street Journal
Qué hacer con un colega que no para de quejarse
Investigaciones muestran que la productividad sale
perjudicada si alguien trabaja junto a un colega que no para de quejarse. La
exposición permanente a la negatividad puede perturbar el aprendizaje, la
memoria, la atención y el buen juicio.
Personas que no soportan a los quejumbrosos crean la ONG “Un
mundo libre de quejas”
Por Sue
Shellenbarger
Es uno de los retos más arriesgados de la política de la
oficina, uno que invade por igual los cubículos pequeños como las espaciosas
oficinas de los ejecutivos: lidiar con un colega que no para de quejarse.
Aunque a menudo lo mejor es huirles, esto puede ser difícil
en el entorno laboral actual, donde muchas personas trabajan en equipos de
manera estrecha.
Tratar de mantenerse neutral, sólo escuchando y asintiendo
con la cabeza también puede ser contraproducente, dice Dana Brownlee, fundadora
de Professionalism Matters, una firma de capacitación corporativa en Atlanta.
“Antes de que uno se dé cuenta, ya hay otra versión de la historia en
circulación, asegurando que usted era el que decía algo negativo sobre el
vicepresidente”. Y su nombre estará en boca de los chismosos.
Y puede ser difícil objetar sin parecer arrogante. “Si uno
se acerca a alguien para reclamarle por su queja, puede ser tomado de manera
muy equivocada y más tarde terminará siendo alienado”, dice Jon Gordon,
escritor, consultor y fundador de una firma de capacitación en Ponte Vedra
Beach, Florida. Es mejor tratar de establecer lazos con los compañeros de
trabajo, al tiempo que ofrece un ejemplo al no tomar partido, dice.
Hace varios años, cuando Kris Whitehead se incorporó a una
nueva empresa, las frecuentes quejas de sus colegas tuvieron un impacto directo
sobre su capacidad para vender, dice este vendedor de Nashua, New Hampshire.
Con la economía en recesión “tenía los mismos temores” de fracasar del que
hablaban sus colegas. Mantenerse optimista “fue una tarea extremadamente
difícil”, señala. Pero cuando Whitehead sugirió a sus colegas que se centraran
más bien en soluciones, “nadie quiso escuchar”, dice. Además, “la gente empezó
a hablar de mí en los corredores”.
Whitehead comenzó a leer libros sobre desarrollo personal y
trabajó en la relación con sus colegas. Conforme registraba ganancias en las
ventas, sus compañeros de trabajo se mostraron más cálidos y su jefe le pidió
hace poco que lo ayudara a capacitar a los nuevos empleados. “La gente parece
escuchar mejor cuando uno es productivo”, dice Whitehead.
Sin embargo, investigaciones muestran que la productividad
sale perjudicada si alguien trabaja junto a un colega que no para de quejarse.
La exposición permanente a la negatividad puede perturbar el aprendizaje, la
memoria, la atención y el buen juicio, dice Robert Sapolsky, un prominente
autor y profesor de neurología y ciencias neurológicas de la Universidad de
Stanford. El cerebro, dice, sólo puede manejar una cantidad limitada de
estímulos al mismo tiempo antes de comenzar a perder la capacidad para
concentrarse o recordar, en especial si ese flujo de negatividad constante
despierta emociones angustiosas.
Si la persona que se queja es muy emocional, o apunta a un
problema que también hace que el interlocutor se sienta agraviado, puede
afectar de manera especial el ánimo de un colega, dice Sapolsky.
Quejarse se ha vuelto tan común que muchas personas no se
dan cuenta de que lo están haciendo. Benjamin Ballard, gerente de cuentas de
PaceButler, una empresa de Oklahoma City que recicla teléfonos celulares, dice
que solía quejarse de sus migrañas en el trabajo. Sin embargo, “hacía bromas
sobre eso y pensaba que de alguna manera lo convertía en algo positivo”, dice.
El presidente ejecutivo de PaceButler, Tom Pace, hizo de
los quejidos una cuestión central y ofreció en diciembre premios en efectivo
para cualquiera de sus 70 empleados que pudiera abstenerse de lamentos y
chismes durante al menos siete días. Aquellos que superaban el desafío podían
participar en un sorteo mensual de US$500.
Por su parte, Ballard dejó de lamentarse y tomó medidas
para detener sus dolores de cabeza comiendo mejor, dice. Pasar menos tiempo
hablando de las migrañas ha ayudado, dice.
Su colega, Debbie Gutiérrez, agente coordinadora, dice que
el programa hizo que todos se detuvieran y pensaran antes de hablar. “Uno puede
ver crecimiento en la gente”, señala. En tanto, Pace anota que ahora “hay más
risas, gestos de aliento y producción”.
Sin embargo, en la mayoría de las empresas es cada vez más
difícil evitar a los gruñones. Cerca de 18% de los empleados estadounidenses
está “activamente desconectado” tiene una actitud negativa y es probable que se
queje sobre su empleador, según una encuesta anual de Gallup que entrevistó a
31.265 personas. Esa negatividad puede extenderse “como una especie de cáncer”,
dice Jim Harter, científico de gestión del lugares de trabajo y bienestar.
Por fortuna, existen formas de sobrellevar una relación con
alguien que se queja mucho. Will Bowen, autor y conferencista, sugiere que
cuando alguien habla mal del jefe o un colega se desvíe el tema diciendo algo
como: ‘parece que él/ella y usted tienen que sentarse a conversar’.
Otros
individuos se lamentan simplemente para llamar la atención. Bowen recomienda
dar a la persona que se queja un tipo diferente de atención al preguntar
‘hábleme de las cosas buenas que le están pasando’. Al principio lo mirarán
como si estuviera loco, pero insista, así la persona cambiará de tema o dejará
de hablarle. “De cualquier manera, no tendrá que escucharlos de nuevo”, dice
Bowen, quien fundó el grupo sin ánimo de lucro A Complaint Free World, algo
como Un mundo libre de quejas.
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