
1. Debe funcionar como
sistema humano. La mayoría de familias en nuestra sociedad no pueden funcionar como
sistema porque están desintegradas, o nunca llegaron a integrarse, o bien,
falta algún miembro. La desintegración familiar es un fuerte condicionante para
la funcionalidad familiar.
2. Debe tener una
justificación, o responder a una necesidad o deseo racional. El punto de partida de la familia es el
compromiso mutuo, o ante Dios, o ante la sociedad, de la unión perdurable de la
pareja. Muchas veces se piensa en el matrimonio como culminación, o como meta
de un proceso amoroso, lo cual suena muy romántico, pero vacío e
intrascendente; y el proceso que debería empezar, en ese momento empieza a
terminar. El matrimonio no es ninguna meta, sino un punto de partida, en el
cual el amor es una condición necesaria, pero no suficiente. Debe haber una
conciencia clara e integral del proyecto llamado familia y de la
responsabilidad que implica; y un deseo racional conjunto de asumir el reto que
representa. En muchos casos esto no es así. Otras veces la persona,
particularmente la mujer, inicia una familia por elevar su estatus social. En
todos estos casos, en principio, existe disfuncionalidad, aunque en algunos de
ellos, la disfuncionalidad se supera, y la familia luego funciona bien.
3. Debe tener unos
objetivos claros. Normalmente, el objetivo fundamental y natural de la
familia es la consecución de felicidad a través de la práctica y proyección de
valores de padres sobre hijos y viceversa, y del grupo familiar sobre la
sociedad y viceversa. Normalmente, esa consecución de felicidad es lo que los
cabezas de familia esperan, pero frecuentemente con la idea de que debe suceder
por sí solo, por el simple hecho de esperarlo y desearlo; y no como un objetivo
que se va a conseguir a través un claro planteamiento del mismo, y de la
aplicación de unos lineamientos, estrategias y acciones que frecuentemente
suponen esfuerzo, sacrificio y renuncia. Cuando no existen objetivos, o cuando
éstos son equivocados, o cuando no hay claridad en los mismos, difícilmente
pueden aplicarse los medios adecuados, y, por tanto, la familia disfuncional.
4. Adecuada interrelación
entre sus componentes. Sistema no significa únicamente la existencia de sus
componentes, sino la correcta interrelación entre los mismos. Una familia que no interactúe, aunque esté
formalmente integrada, es una familia disfuncional.
a) Comunicación.
La familia es el ambiente donde la comunicación adquiere su máxima dimensión,
porque comprende el intercambio de toda la gama imaginable de cosas que se
puedan transmitir. A la vez, la familia es el grupo humano que más comunicación
necesita, en todas sus formas, para funcionar adecuadamente. La comunicación es
el factor que proporciona cohesión entre los miembros de la familia, y les hace
sentirse grupo y funcionar como tal.
b) Respeto.
Cualquier acción que suponga un irrespeto físico o psicológico a cualquier
miembro de la familia, es disfuncional.
c)
Firmeza, flexibilidad y
tolerancia. La adecuada interpretación y la sabia conjugación de estos tres
conceptos es el secreto de la disciplina. Los lineamientos en la familia deben
ser firmes para que sirvan como referencia, pero deben tener flexibilidad para
permitir la continua retroalimentación. A la vez debe existir un margen de
tolerancia para el incumplimiento de normas, evitando con ello la sensación de
asfixia que tiende a provocar su estricto cumplimiento continuo. Además,
algunos de estos lineamientos pueden ser incompatibles entre sí en algún momento.
Un exceso de rigidez es disfuncional porque no considera la imperfección del
carácter humano y su capacidad limitada, y, por tanto, puede degenerar en
fracaso familiar.
5. Autoevaluación y
retroalimentación. Los lineamientos y valores establecidos para conseguir
los objetivos, difícilmente pueden ser todos ellos acertados desde un
principio. Es necesario analizar y evaluar sobre la marcha sus resultados y
modificar o hacer las correcciones oportunas. Más aún en una sociedad cada vez
más dinámica. La rigidez y el dogmatismo de los lineamientos y valores, sin
autoevaluación ni retroalimentación, es disfuncional y tiende al fracaso.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica,
Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad
Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha
enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión
en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes
medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con
objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de
apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar
acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en
sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital
Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la
embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me
hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por
la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como
video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en
diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para
mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite
a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son
demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta
privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención,
y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y
educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional
estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene
a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que
recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta
que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la
familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.
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