Recibí
una consulta que quiero comentar, porque se trata de una situación cada vez más
común, uno de los síntomas del daño que está haciendo la emigración.
Se
trata de una mujer con una hija de 14 años; una niña que desde que empezó a
estudiar ha dado problemas, se calma por unas semanas y vuelve de nuevo a
portarse mal. La madre trabaja en Estados Unidos y ella está en El Salvador con
el papá. A veces que hablan por teléfono, la niña se pone a llorar y dice que
lo hace para que la mamá se regrese. Eso a la madre le parte el alma. Cuando la
madre está con ella en El Salvador, la niña es aún más manipuladora; por
ejemplo, hace que la madre vaya a dormirla por la noche, aunque cuando la madre
está lejos, ella puede dormir tranquilamente sola.
Parece evidente que la hija trata de
llamar la atención con su conducta para que su madre esté cerca de ella; cuando
la madre está lejos, para convencerla de que regrese, y cuando está con ella,
para convencerla de que es necesario que se quede y no la vuelva a dejar. Creo
que la madre ya empieza a darse cuenta de lo necesaria que es su presencia para
su hija.
¿Será capricho de ella? Definitivamente
no. Para cualquier niño o adolescente la necesidad de tener a sus padres al
lado, es absolutamente real. Somos los padres los que sabemos que hay que hacer
sacrificios, a veces muy grandes, para sostener económicamente el hogar, pero
ellos normalmente no llegan a comprender la necesidad de esos sacrificios, o,
en cualquier caso, no lo suficiente como para entender que valga la pena.
Aún así, hay ciertos sacrificios, como el
de la emigración, de cuya dimensión y trascendencia ni siquiera los padres
suelen ser verdaderamente conscientes en un principio, y muchos empiezan a serlo
cuando, con el tiempo, se dan cuenta de que el desarrollo de sus hijos que se
quedaron en el país ha ido por un camino diferente al que esperaban, y terminan
planteándose dudas sobre si valió la pena.
Hijos que empiezan a mostrar conductas
inadecuadas tratando, a su manera, de llamar la atención sobre algo fundamental
que les falta; hijos que adquirieron otros valores diferentes a los que
nosotros deseábamos; hijos a quienes los familiares que quedaron a cargo de
ellos no pudieron orientar de forma adecuada por diferentes razones, pero una
fundamental: no son sus padres; hijos, algunos de ellos, que se integraron en
pandillas callejeras; hijos para quienes muchas veces los padres terminan
siendo simplemente esas personas que viven lejos y gracias a las cuales tienen
la play-station, el i-pod, y los zapatos de marca, y que de algún modo tienen
la sensación de que disfrutar de esas cosas es un don al que tienen derecho sin
que ello implique un esfuerzo, porque nunca vieron ese esfuerzo de cerca ni
nadie les hizo conciencia de ello.
Pero el problema familiar no acaba ahí.
Muchos de los emigrantes terminan construyendo otras familias en Estados unidos
y olvidándose de la que dejaron aquí; y lo hacen de la misma manera en que se
construyen aquí muchas familias, es decir, de cualquier manera y a medias.
Actualmente, más de un tercio de niños latinos que nacen en Estados Unidos lo
hacen fuera de un contexto familiar.
Estos son los primeros síntomas del daño
que está provocando la migración, y que alcanzaremos a ver en toda su dimensión
en las próximas décadas. Lo que permite la supervivencia del país en el aspecto
económico, le está haciendo un gran daño social y familiar. El barco que se
mantiene a flote de proa se está hundiendo de popa. Quisiera conocer la fórmula
de equilibrio para que esto no fuera así, pero de momento solo puedo dar la voz
de alarma para que quien corresponda se haga eco de ella.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica,
Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad
Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha
enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión
en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes
medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con
objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de
apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar
acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en
sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital
Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la
embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me
hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por
la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como
video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en
diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para
mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite
a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son
demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta
privacidad.
Trato de
orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la
asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos,
porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más
convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su
vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el
ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo
adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy
absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que
cada persona es o va a ser en el futuro.
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