
“En esta familia ninguno va a ser ladrón o prostituta”, dice doña Lindu en una de las escenas de Lula, el hijo de Brasil, filme dirigido por Fábio Barreto, quien fue nominado al Oscar en la categoría Mejor Filme Extranjero por El cuarteto, también se perfila para el Oscar del 2011.
La cinta no se detiene en el aspecto más político, sino que tiene una mirada humana sobre el personaje porque recrea la vida del ex presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, en sus primeros 35 años de vida. Escarba las penurias de su mamá, doña Lindu, la otra gran figura de la película.
Con una destacada actuación de Gloria Pires, Lindu encarna la típica madre soltera que tiene una gran familia que cuidar, pero nunca se desanima. Ella cría a sus hijos con lecciones de vida basadas en su propia experiencia. Todo transcurre en Pernambuco, uno de los costeros estados brasileños. En medio de la miseria.
El trabajo de Barreto traza un retrato de Lula desde una infancia en la que padeció hambre y marginación en el seno de una familia numerosa, con su mamá criando a sus hijos, después de que el padre, violento y alcohólico los abandonara.
Pero, si en la primera mitad de la cinta doña Lindu es la protagonista, Lula está creciendo poco a poco y toma más notoriedad. Ya de adulto (encarnado por Rui Ricardo Díaz) se puede seguir la transformación en la vida de un hombre lleno de conflictos internos y opiniones. Con un hermano sindicalista y comunista, Lula prefiere ver telenovelas y quiere estar distante de lo que significa formar parte de un sindicato.

Rui Ricardo Díaz encarna al ex presidente brasileño. Aquí, en una escena de Lula, el hijo de Brasil, cuando se convierte en el más grande líder sindical de su país más grande líder sindical de su país
La película no trata de mostrar a Lula como un héroe. Narra la carrera del político brasileño, la historia de superación de un hijo de la miseria que se convirtió en mandatario del país y en uno de los líderes mundiales mejor valorados.
Lula Da Silva fue el presidente brasileño que tuvo altos índices de popularidad: 70%. Además es considerado artífice del crecimiento económico de su país y en parte responsable de la elección de Río de Janeiro como primera ciudad sudamericana que organiza unos Juegos Olímpicos.
Lula, el hijo de Brasil, basada en el libro de la historiadora Denise Parana, muestra al ex presidente en las calles cuando fue betunero, obrero en una fábrica donde perdió parte de un dedo, viudo, líder sindical, arrestado por la dictadura militar (es entonces, en 1980, cuando termina la película).
Fábio Barreto, actualmente en estado de coma luego de un accidente automovilístico, comentó en el 2009 que conocía la historia de Lula. “Fue independientemente del hecho de que era el presidente. Se trataba de una historia humana de superación de una persona que tenía todo para ser un marginal, pero estaba su madre. Y diría que la historia de la madre es más importante que la de Lula, porque en el fondo es la historia de una madre que ha salvado a su familia”.
Se trata de la película más cara de la historia del cine brasileño. Fue estrenada el 1 de enero del 2010 en el país carioca: costó $ 7 millones. Y provocó las suspicacias de sus oponentes políticos, que la consideraron propaganda, al estrenarse diez meses antes de las elecciones brasileñas ganadas por su seguidora Dilma Rousseff.
¿La película busca humanizar al mito? “Sí”, dice Luiz Carlos Barreto, uno de los realizadores del filme. “El mito puede existir, pero la película no mitifica a Lula: lo reduce a la condición humana. Lula es una persona como cualquiera de nosotros, con las mismas emociones, con los mismos peligros de fracasos. No es un tipo que se crea un dios. Pero es peligroso que la opinión pública lo elija como un predestinado”.
La actuación protagónica estuvo a cargo de Rui Ricardo Díaz, quien comenta sobre la transformación de su personaje: “Lo interpreto desde los 18 a los 35 años. Tuve dos meses de trabajo de composición junto al director. Vi DVD, leí reportajes de la época sobre su vida y el sindicalismo. También hablé con sus hermanos y amigos que trabajaron con él en la etapa del sindicalismo. También tuve que engordar diez kilos y dejarme la barba más larga. Era parte de la transformación”.
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