domingo, 14 de agosto de 2011

Película revive discusión sobre los humanos y los simios

Tomado de El Clarín.
Artículo original de The Guardian


Siempre de moda. Llegó un nuevo capítulo de la saga, inaugurada por aquel título de 1968 con Charlton Heston, ¿cuál es el atractivo y por qué las películas con monos son tan exitosas?

Por Catherine Shroard

Los monos -dijo el magnate de Hollywood Arthur P. Jacobs- garantizan buenas películas. Siempre fue así”. Tal certeza tenía su fundamento: Jacobs produjo la primera El planeta de los simios en 1968, el mismo año de otro clásico con chimpancés: 2001: Odisea del espacio .

Tan inmediato fue el éxito de El planetaque Jacobs produjo cuatro secuelas antes de su muerte repentina en 1973. Una vez en libertad, los simios resultaron imparables. Generaron dos series de TV, un libro de comics, una tonelada de merchandising, una remake y una precuela, que fue estrenada recientemente.

Según Stephen Gaydos, de Variety , “los monos siempre fueron parte integral del show business . Cuando los circos ingresaron en la pantalla grande, los monos también”. Hay quienes dicen que los monos salvaron al cine. En 1933 irrumpió King Kong . Fue la primera superproducción -y la primera franquicia- y les abrió la jaula a los simios para siempre.

Monos compinches, como el de los Tres Chiflados o Clyde con Clint Eastwood, resultaron grandes éxitos. Monos asesinos sirvieron para la metáfora fácil. Como lo demostró Howard Hawks en Vitaminas para el amor , se puede hacer incluso una comedia alocada con ellos.

En los Estados Unidos, además de (R)evolución se estrenó el documental de James Marsh, Project Nim , crónica de un experimento hecho en Nueva York en los ‘70 en el que se intentó criar a un chimpancé como a un niño, y su resultado. Junto con Nénette (2010), el filme de Nicolas Philibert, sobre una orangutana en un zoológico de París, parecen confirmar el adagio de Jacobs para luego cuestionarlo.

Project Nim presenta secuencias viejas del chimpancé real, mezcladas con las de un actor disfrazado que fue contratado para reproducir escenas cruciales no grabadas. Fue un ex cuidador de Nim. “De ninguna manera iba a participar en algo que utilizase chimpancés verdaderos”, dice. “Habría perjudicado el filme”.

(R)evolución hace lo mismo, pero high tech : utiliza a un actor (Andy Serkis, quien encarnó a Gollum en El Señor de los Anillos y a King Kong), tecnología de captura de la actuación y CGI. “Es impresionantemente realista”, comenta John Lithgow, que interpreta el papel del padre del científico (James Franco) que adopta al chimpancé huérfano, bautizado César, el cual liderará la rebelión contra la humanidad.

Lithgow vio el filme la noche anterior a la entrevista y todavía estaba asombrado por el nivel “zoológico” de detalle. “Esto no es maquillaje barato y trajes de piel de mono. Por eso es tan impactante”, dice.

Las actitudes cambiantes han implicado que los monos de carne y hueso casi no tienen lugar hoy en las películas. Y, dice Patti Ragan, del centro de rescate de simios en Florida, lo real tampoco casi nunca fue garantía de precisión. “Se los somete a un entrenamiento riguroso. Ningún filme que use grandes primates reales retrata nada verdadero”.

La compasión que se espera que sintamos por las criaturas en El planeta de los simios y Project Nim es exclusivamente por ellas, en sus propios términos. Dice Lithgow: “César te rompe el corazón. Sufrió tanto, se sobrepone y luego se convierte en un héroe peligroso”.

El director Rupert Wyatt explica por qué utilizó CGI: “Imposible pensar en poner actores en trajes de monos. Habría sido un poco irónico relatar la historia de nuestro primo más cercano y explotado y usar monos reales para contarlo”.

Esta es, entonces, la otra diferencia clave: estas películas son filmes de monos sobre la angustia contemporánea, reflexiones de nuestro maltrato a nuestros primos cercanos. Durante mucho tiempo, el cine utilizó primates para explorar nuestra naturaleza brutal, pero últimamente esa brutalidad ha sido transferida del mono al hombre, y ahora los simios son tratados de modo sentimental, como versiones inocentes de los humanos, y la brutalidad es presentada como algo de lo que sólo los humanos son capaces, salvo que, como ocurre en el punto culminante de (R)evolución , los monos sean presionados.

Alguna vez antropomorfizar animales se menospreció como una indulgencia infantil; hoy se lo considera algo lógico. También porque la ciencia sugiere que somos más parecidos a los monos de lo que Dar- win registró.

Project Nim , con su adorable chimpancé humanoide y horrorosos científicos, lleva a este proceso a su conclusión lógica. Los médicos en (R)evolución actúan con más desaciertos que jactancia, y nos ponen del lado de los simios.

“Es el final del sueño liberal de que podíamos cambiar el mundo para mejor”, señala Adam Curtis, que utilizó filmaciones de Dian Fossey (cuya vida ficcionalizó Gorilas en la niebla ) y su intento por demostrar la bondad humana a través de nuestra cercanía con los gorilas en el documental The Monkey in the Machine and the Machine in the Monkey . “Cuando eso fracasó, se tomó como prueba de las oscuras fuerzas genéticas de los humanos, de que no se nos puede hacer buenos. Entonces ahora nos dejan con liberales que van a ver filmes que les dicen: vos sos malo, todos somos una porquería y no hay nada que puedas hacer al respecto”.

Nénette y Project Nim dicen eso.

(R)evolución , en cambio, no quiere que los espectadores salgan del cine odiándose a sí mismos. Igual, es notable ver hasta dónde promueve la misma agenda pro-primates.

El mensaje que transmiten es claro: debemos abandonar la idea de una conexión entre especies, no sólo por el bien de los monos, sino por el nuestro, porque cuando interferimos corremos el riesgo de desatar fuerzas peligrosas. Hay algo cómodo y atractivo en la idea de que la ciencia no lo sabe todo, y que nosotros simplemente debemos buscar guías en los chimpancés.

Curtis considera que esto es sintomático de algo más amplio. “Se ha aceptado con resignación que el gran proyecto se acabó y se achicaron los horizontes. La mayoría de los esfuerzos para cambiar al mundo para mejor han tenido consecuencias terribles”. Los monos, por otro lado, lideran con el ejemplo.

Entonces, ¿qué deben hacer las películas con los simios ahora? ¿Convertirlos en superhéroes, y a los humanos en enemigos? Improbable. Una cosa es cierta: a medida de que el individualismo humano nos lleva a ser aún más intolerantes, y el aislamiento de las especies produce un efecto cada vez más poderoso, el impulso para conectarnos con algo que no sea humano no va a ceder. Que reaparezca entonces el alien. En la reciente Super 8 , la carta de amor de J.J. Abrams a E.T.

(que fue una película de monos con ropaje de ciencia ficción), una conexión final entre un chico y una criatura salva a la Tierra. Si los monos ya no pueden ayudarnos a salir de nuestro reducto solitario, el cine seguirá buscando algo que sí lo logre.

Traducción: Susana Manghi


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