Dirigencia del FMLN celebrando la inauguración de alba petróleos, uno de los muchos negocios que anteriormente eran criticados duramente por los hoy políticos-empresarios izquierdistas.
El peligro del partido-empresa
La expansión de Alba
Petróleos a los rubros de alimentos y medicinas, y al campo financiero ha
generado muchas reacciones en los últimos días. La derecha, sobre todo la
oposición afín a ella, ha externado su recelo y preocupación por estas
incursiones y por otras que se ven venir, como la posible inversión en el
transporte público. Y es que en los últimos tiempos el FMLN ha visibilizado sin
reparos un discurso empresarial; ya no es un secreto que detrás de la
exguerrilla hay un proyecto de construir una especie de partido-empresa. Sin
embargo, para los que le achacan la desviación de su discurso original
exhibiendo una metamorfosis hacia algo que antes detestaban, la cúpula
efemelenista tiene una respuesta bien elaborada: la incursión empresarial del
partido descansa en el convencimiento de que es necesario disponer de un poder
económico que le haga contrapeso a la derecha del país.
Lo primero que hay que
decir al respecto es que ese razonamiento no es nuevo, incluso dentro del mismo
Frente. Al respecto, vale recordar que la salida —voluntaria o forzada— de
algunos connotados líderes del partido en 1994 se debió a que plantearon la necesidad
de hacer cambios de estrategia. En aquel entonces, pidieron la apertura del
partido, la redefinición de objetivos y la democratización interna. Por estos
planteamientos, a Joaquín Villalobos, Eduardo Sancho, Juan Ramón Medrano y
Jorge Meléndez, entre otros, se les acusó de coquetear con el nuevo orden
mundial y negociar con círculos de poder del país para formar una especie de
burguesía revolucionaria. La expulsión de Facundo Guardado en 1999 tuvo
similares características. Lo que estaba en juego en esos años era o bien un
cambio de dirigentes, o bien un cambio en la orientación del partido. El dilema
se zanjó por otra vía: la reafirmación de la dirección política. Y en términos
similares podemos hablar de las expulsiones de 2000, con la del excomandante
Francisco Jovel a la cabeza.
Por supuesto, no se
pretende acá valorar las razones que llevaron a la salida de estos dirigentes;
lo que se quiere señalar es que la actual decisión partidaria de decantarse por
un enfoque empresarial no está lejos de algunos de los planteamientos que ellos
en su momento formularon. La acusación de que los expulsados intentaban formar
una especie de burguesía revolucionaria puede revertirse hoy sobre quienes la
profirieron, con el riesgo mayor de que terminen siendo más burgueses que
revolucionarios. La historia latinoamericana muestra que en la mayoría de las
ocasiones en que los partidos han tenido proyectos empresariales, estos
terminan como propiedad privada de los dirigentes, aunque hayan nacido con
bandera social. Como ejemplo, basta volver la vista a la sufrida Nicaragua.
La vida que hoy en día
llevan muchos de los dirigentes del FMLN y funcionarios del nuevo grupo
económico alerta sobre el peligro de que el partido de izquierda olvide los
ideales que lo llevaron a la lucha. Cuando la existencia institucional se
enfoca en el empeño de controlar empresas y negocios rentables, como el de los
combustibles, puede ocurrir que las necesidades de la clase trabajadora a la
que se dice defender pasen a un plano secundario. Lo que hay que fortalecer,
más bien —y esto si van en contra de la ortodoxia neoliberal—, es al Estado
como garante del bienestar de todos los salvadoreños. La vía de fortalecer
empresarialmente al partido lleva en sí misma la trampa de fortalecer, a la
larga, al modelo que se quiere combatir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario