
El
hombre sí puede autoprepararse; para ello se fomentan actividades como las
escuelas de padres, seminarios prematrimoniales, etc. Pero si el hombre no ha
sido educado desde pequeño por su propia familia no va a tener una verdadera
conciencia de su rol, y lo que pueda aprender en esas actividades no tan
fácilmente se le va a inculcar. Esa conciencia es fundamental, y se forma en la
propia familia desde la niñez.
No
obstante, hay cada vez un mayor sentido de la responsabilidad, y cada vez más,
aunque aún poco, un deseo de involucrarse los padres en las tareas de atención
al bebé, tratando de vencer la tradicional barrera cultural que aún persiste y
que impide disfrutar a los hombres de experiencias extraordinarias.
Normalmente,
el hombre no asume la paternidad de repente, en el momento del nacimiento del
primer hijo, sino que es poco a poco, y a través del contacto con él, que lo va
haciendo; tanto más cuanto más se involucre en su atención. El cambio de
conducta en el hombre ante la paternidad no es tan marcado, ni mucho menos,
como el de la mujer; simplemente por razones bilógicas: la mujer ha tenido un
contacto muy íntimo con el bebé desde nueve meses antes de nacer.
La
satisfacción que tradicionalmente suele sentir el hombre se basa en el orgullo
de tener descendencia, de trascender al futuro a través de una generación más,
y poco a poco va naciendo también la satisfacción, a veces agridulce, de ver la
evolución de un ser al que se quiere tanto. Sin embargo, quisiera insistir en
una satisfacción que disfruta la madre, y de la que el hombre suele privarse
por razones culturales que cada quien debería replantearse, y es la
satisfacción que produce la atención física y afectiva del bebé, intima y
directa, que hace que el vínculo entre padre e hijo sea mucho más cercano, tal
vez para siempre.
Los hombres que habitualmente han cambiado
pañales, dado de comer, bañado y dormido a sus bebés, que los han acariciado,
besado y apretado, saben de qué estoy hablando; los otros, ni se lo pueden
imaginar.
Ante
la primera paternidad, el compromiso de unión de la pareja debe adquirir una
fortaleza mucho mayor. Es decir, hasta entonces el compromiso es sólo de uno
con el otro, pero a partir de ese momento se inicia un proyecto llamado familia
que supone un compromiso conjunto de ambos con el hijo, para procurar que ese
bebe desvalido se convierta el día de mañana en una persona de bien y útil a la
sociedad; y este es un proceso cuya estabilidad se pone en peligro si ese
compromiso conjunto se rompe. Posteriormente, este reto se repite con cada hijo
que nazca.
Quisiera
recomendar a los padres noveles o a los futuros padres que acepten el reto de
ser “padres integrales”, que se involucren de lleno en la atención de sus
hijos, y no sólo en lo económico; que experimenten la satisfacción a la que me
refería antes, y descubrirán una nueva dimensión de la paternidad, que será muy
beneficiosa para la relación padre-hijo en el futuro, y para cada uno de ellos
en particular. Quisiera que fueran conscientes de que cada hijo, cuando nace,
es como un pedazo de madera, quizás de buena madera, del cual se puede hacer
una obra de arte... o también se puede hacer leña; y uno decide si quiere ser
el padre artista, o el padre leñero, o simplemente nada.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica,
Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad
Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha
enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión
en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes
medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con
objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de
apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar
acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en
sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital
Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la
embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me
hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por
la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como
video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en
diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para
mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite
a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son
demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta
privacidad.
Trato de
orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la
asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos,
porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más
convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su
vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el
ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo
adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy
absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que
cada persona es o va a ser en el futuro.
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