domingo, 11 de septiembre de 2011

“Amar es una Virtud, Perdonar es una decisión”

Por Richard M. Samour

Juan Pablo II visita a su agresor Ali Agca

Las lecturas de este fin de semana son una invitación de Dios a vivir en un mundo sin rencor y sin odio. “Eclesiástico (Sirácide) (27, 33—28, 9); Carta del apóstol San Pablo a los romanos (14, 7-9); Evangelio Según san Mateo (18, 21-35)” Pedro le pregunta a Jesús que cuantas veces debe perdonar, Jesús le responde… “siempre debes de perdonar.” En los tiempos de Jesús, las numeraciones tenían un significado importante, y cuando le dice 70 veces 7 es siempre, ya que el 7 era el número de lo perfecto, así como Dios estableció la creación en 7 días, “y Vió Dios que todo lo que había hecho era bueno. Génesis”.

Hace un par de años que tuve mi práctica como capellán en el hospital, siempre aseguraba que el mundo debería ser un hospital, porque es en ese lugar donde el ser humano experimenta el verdadero dolor y el sufrimiento, que son consecuencia del amor. Es en ese lugar que experimentamos el amor verdadero puesto que nos lleva al arrepentimiento y que nos hace perdonar decididamente, porque nos sentimos que estamos cerca de la muerte. El P. Richard Gula dice que las virtudes son hábitos del corazón, tanto el amor como el perdón son virtudes que para poder tenerlas debemos practicarlas, de lo contrario, no experimentaremos nunca el verdadero amor.

Pero todo en la vida tiene una teología, o sea un origen y un entendimiento, el amor y el perdón de la misma manera deben ser entendidos adecuadamente. Un amor que no incluye sufrimiento, no es amor sincero, porque todo aquello que no cuesta o no duele, no se le toma el valor, esa es la experiencia de la vida y de la misma manera Jesús lo practicó. Primero nos amó y ese amor lo llevó a la cruz. Si no, ese amor hubiese sido algo egoísta porque entonces Jesús no hubiese hecho la voluntad de su padre.

Siguiendo con las escrituras, Eclesiastés dice que “Cosas abominables son el rencor y la cólera” en otras palabras, significa guardar resentimiento, y eso nos lleva a cometer acciones que Dios no desea de nosotros. “El amor a Dios nos lleva a la negación de nuestros deseos, porque el amor a nuestros deseos nos lleva a la negación de Dios” y así lo reafirma San Pablo en su carta a los Romanos, “Ninguno de nosotros vive para sí mismo, ni muere para sí mismo. Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos” Para muchas personas el amar y el perdonar son mal entendidas porque caen y se dejan llevar por sentimentalismos, expresiones subjetivas y emociones de telenovelas baratas que lo que se ve en ellas son mentiras. Por consiguiente ese amor y ese perdón se transforman en egoísmo, porque no se vive en una verdad. El mejor ejemplo de amar lo expresa San Pablo en su himno al amor, “El amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia; el amor no es presumido ni se envanece; no es mal educado ni egoísta; no se irrita ni guarda rencor; no se alegra con la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, soporta sin límites. Cor. 13” Dicho de otra forma, el amor es morir a uno mismo porque eso nos acerca a Dios.

Los sicólogos manifiestan que quien ama busca sólo el bienestar de la persona amada. Se trata de tomar decisiones, por tanto, es imposible aceptar aquella idea que proyectan algunos, cuando afirman que hay muchas formas de amor, como “te amo a mi manera” eso es un amor egoísta o sea no es amor. Solo quien no ama busca su propio bienestar antes que el de la persona amada. San Agustín dijo que “La medida del amor es amar sin medida”, no significa que no me importa nada, significa que debo morir a mi egoísmo, deseos, y caprichos.

El amor y el egoísmo son antagónicos. Cada acción que proviene del amor destruye algo del egoísmo, y cada acción egoísta destruye el intento por ser feliz y vivir en paz, pues mina nuestra capacidad de amar, ya que en el amar radica la felicidad de un ser humano. El hombre crece más cuando más destruye su ego en pro de los demás. Si una acción nuestra lleva a la perdición de otros…eso no es amor, eso es odiar, y es ser egoísta. Y no tiene interpretaciones, no es decir que es con el cristal que se quiera ver…es verdad o mentira y paremos de contar.

Por consiguiente el amor requiere conocimiento, respeto, humildad, fidelidad no importando las consecuencias, conciencia, aceptar a la otra persona. Pero el aceptar a la otra persona no significa aceptar lo que esa persona hace o deja de hacer (pecado de omisión) si sabemos que no está bien, porque eso no es amar. Recordemos la lectura de Ezequiel la semana pasada, “Ezequiel 3:17, “Hijo de hombre, te he puesto por centinela de la casa de Israel; cuando oigas la palabra de mi boca, adviérteles de mi parte”. Pero hay otra clase de centinelas, “Isaías 56:10, “Sus centinelas son ciegos, ninguno sabe nada. Todos son perros mudos que no pueden ladrar”.

El no decirle “fraternalmente” a tu amigo/hermano que sus acciones no son correctas…no es amar. ¿Cómo lo llamaríamos? Vaya ud a saber, ponle tu el nombre que quieras, porque aquel quien verdaderamente ama quiere lo mejor para los demás y si las consecuencias no son buenas es porque el origen tampoco lo fue. ¿Qué clase de centinela deseas ser?

Por eso les afirmo que Amar es una virtud, pero perdonar es una decisión, porque de la misma manera que el amor, el perdón requiere de ciertas características para que sea sincero y eso nos lleva a tomar la decisión de pedir perdón o perdonar a otros. ¿Qué significa perdonar? El perdón es una expresión de amor. No significa estar de acuerdo con el hecho. No es quitarle importancia al suceso, ni darle la razón a alguien que te lastimó o que tu hayas lastimado. El perdón se basa en la aceptación de una acción.

En la búsqueda de la convivencia pacífica. Debemos también tener muy claro que perdonar no es olvidarse de lo que pasó, sino tener la sabiduría y la paz interior, de ver las cosas desde otro punto de vista distinto, recordar sin rencor y sin dolor…desde la verdad y no necesariamente la relación debe de restaurarse. Por mucho que se quiera argumentar, la mejor explicación la encontramos en el libro del Génesis. Adán y Eva le faltaron a Dios… ¿Los perdonó Dios? Por supuesto que sí, pero tuvieron que pagar las consecuencias de su acción grave.

La relación entre Dios y el hombre no se restauró como en el principio, se modificó por la acción del hombre no de Dios, Dios nos sigue amando de la misma manera, pero siempre, y como dice el proverbio Árabe, “Dios siempre perdona, el hombre a veces perdona, pero la naturaleza…jamás perdona.” Dicho de otra forma, todo lo que hagamos o dejemos de hacer (pecado de omisión) traerá consecuencias, ya sean estas buenas o malas.

Otra característica del perdón es clarificar, o sea decir la falta. Jesús perdonó al buen ladrón en la cruz porque este reconoció su falta punto por punto y se arrepintió al no quejarse de lo que estaba recibiendo como castigo, “¿Ni siquiera tú que estás en el mismo suplicio temes a Dios? Nosotros, en verdad, estamos merecidamente, pues recibimos lo debido por lo que hemos hecho; pero éste no hizo mal alguno. Y decía: Jesús, acuérdate de mí, cuando llegues a tu Reino. Y le respondió: En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso" Mt. De la misma manera lo practicamos en el padre nuestro, “y perdona nuestras ofensas…” le pedimos perdón a Dios por algo específico que hayamos hecho, si no, seguimos viviendo en el egoísmo y la falta de perdón que es falta de humildad.

Por eso Jesús estableció el sacramento de la confesión, “A quienes perdonen los pecados, éstos les son perdonados; a quienes retengan los pecados, éstos les son retenidos." Juan 20,23” Es que es bien fácil y esto lleva a una falta de compromiso y amor decir… “si yo solo a Dios pido perdón.” Pero que difícil, que duro es reconocerlo ante los demás, no es que el sacerdote tenga el poder de perdonar los pecados, pero por poder del mismo Dios, dejó a los sacerdotes como intercesores de ese perdón, de ese dolor, de esa falta para que nos ayuden como padres espirituales que son a recapacitar en nuestras faltas. Por simple lógica, nadie puede ser juez y parte…es la ley de la vida. Si no, los abogados no tendrían empleo. Finalmente, recordemos que el amor y el perdón no hacen ruidos ni escándalos ni tira humo como lo que paso con las torres gemelas, recordemos las sabias palabras de nuestro Arzobispo, “El ruido no hace bien, porque lo que está bien no hace ruido…” El Amar nace de una verdadera relación personal con Dios, y el perdonar es una decisión a tomar cuando vivimos en la verdad de Dios…

Richard M. Samour, Seminarian of the Archdiocese of San Antonio, 4th Theology - Assumption Seminary, 2600 West Woodlawn Ave. San Antonio, Texas 78228

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