sábado, 3 de septiembre de 2011

Nueva York es una ciudad segura para vivir

Por Luis Montes Brito

Para Diario El Mundo de El Salvador

Para Revista Digital Gurú Político, México


Para los que hemos vivido situaciones similares en Latinoamérica podemos ahora dar fe de la enorme diferencia de las medidas de prevención ante una posible catástrofe en un país del primer mundo.

En la última década Nueva York ha permanecido en las noticias mundiales debido a las constantes amenazas de terrorismo, las múltiples amenazas han sido identificadas por los cambios de color de los grados de alerta anunciados por las autoridades encargadas de la seguridad pública.

Desde hace unos tres años también ha recibido intensa cobertura periodística debido a los constantes sube y baja de la bolsa de valores. Más recientemente el escándalo sexual del hasta entonces Gerente del Fondo Monetario Internacional y seguro candidato a la presidencia de Francia Dominique Strauss Khan ha sido el foco de la prensa internacional.

Durante el mes de agosto recién pasado, la bolsa de valores ocupó las primeras planas de los principales tabloides y medios de comunicación debido al comportamiento errático de sus principales índices.

Finalmente y para culminar la semana anterior, Nueva York volvió a ser el centro de las noticias mundiales por dos fenómenos naturales raros en la historia de la ciudad que nunca duerme, pero que al suceder durante la misma semana los convirtió en un hecho sin precedentes. Se trata del sismo ocurrido el martes anterior y del huracán Irene que llegó al estado imperio el pasado fin de semana.

El temblor fue de una magnitud de 5.9 en la escala de Richter cuyo epicentro fue localizado en Virginia, pero que sacudió la ciudad de los rascacielos atemorizando sobremanera a los neoyorkinos ya que muchos de ellos confundieron el movimiento telúrico como producto de un acto terrorista.

Según los records no se ha tenido otra sacudida de iguales o mayores proporciones desde hace 104 años. No se reportaron mayores daños salvo la alarma, la interrupción de los servicios de transporte público terrestre y aéreo, así como las congestiones de tráfico vehicular.

Por su parte, el huracán Irene llevó pánico a los residentes de la capital del mundo y sus suburbios llevando a las autoridades a tomar medidas extraordinarias como pocas veces se han tomado en la historia con el afán de disminuir los riesgos de pérdidas de vidas humanas ante el fenómeno natural.

La cosmopolita ciudad neoyorkina pareció dormir por primera vez desde hace mucho tiempo debido a la desolación provocada por las evacuaciones obligadas por las autoridades ante la amenaza de Irene. Unas 370,000 personas se albergaron en los 91 refugios abiertos por las instancias de gobierno, o lo hicieron en casa de familiares, de amigos o se trasladaron hacia otros estados para ponerse en resguardo de la tempestad. En los suburbios de Long Island unas 400,000 personas más fueron evacuadas, siendo de carácter mandatorio para aquellas que residen en áreas con una altura igual o menor a 10 pies sobre el nivel del mar.

Cinco días después del paso de Irene por la isla miles de hogares no cuentan todavía con los servicios de fluido eléctrico.

Para los que hemos vivido situaciones similares en Latinoamérica podemos ahora dar fe de la enorme diferencia de las medidas de prevención ante una posible catástrofe en un país del primer mundo. También podemos testificar que algunos hispanos además han importado la cultura de la crítica y teorías conspirativas al culpar sin fundamento a las autoridades después de pasar la amenaza sin resultados dramáticos de querer favorecer a los supermercados con la alerta anunciada y así lograr que estos aumentaran sus ventas.

Lo importante de eventos como los que hemos vivido en la última semana es aprender de los planes de previsión y preparación ante las catástrofes naturales. Puntos como señalización de las calles para indicar las rutas de evacuación ya sea para encontrar un lugar de resguardo o para evacuar, en nuestro caso, la isla, el sistema de sirenas y alarmas en los poblados para indicar la emergencia hasta el drenaje de algunas lagunas o estanques para evitar mayores inundaciones con la llegada de las tormentas, son lecciones que valdría la pena aprender.

Pasada la tormenta, a pesar de los contratiempos y daños materiales a propiedades, Long Island reportó cero muertes. Labor encomiable por parte de las autoridades. La naturaleza colaboró debilitando la tormenta. Aún así es importante retomar este caso como ejemplo para prevenir en países como el nuestro tan propenso a catástrofes naturales.

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