sábado, 29 de octubre de 2011

Acerca de un Estado Fallido

Tomado de Gurú Político

Indice global de Estados Fallidos 2011

Por Luis Gutierrez Esparza

Twitter: @lgutierreze

El debilitamiento de la democracia puede traducirse en la caída de los niveles de gobernabilidad, situación que, en casos extremos, desemboca en el surgimiento de un Estado fallido. Los estados pueden resultar fallidos por explosión, implosión, erosión o invasión, conforme a sus circunstancias, tiempos y características básicas.

En la edición correspondiente a 2011 del Índice de estados fallidos, que preparan anualmente el Fund for Peace y la revista Foreign Affairs, México aparece en el rango de alarma, número 93 de una lista de 177 que encabezan Somalia, Chad, Sudán, la República Democrática del Congo y Haití.

El método utilizado para el estudio, es el denominado CAST methodology, que consiste en: coleccionar datos relevantes de los conflictos, desarrollar una cronología completa de los eventos y seleccionar datos importantes y tendencias. Luego, se incluyen 12 indicadores económicos, sociales, políticos y militares:

  • Incremento de la presión demográfica;
  • movimientos masivos de refugiados;
  • herencia de venganza;
  • escape masivo, crónico y sostenido de seres humanos;
  • desarrollo económico desigual;
  • declive severo y brusco de la economía;
  • criminalización y deslegitimización del Estado;
  • deterioro progresivo de los servicios públicos;
  • violación generalizada de los derechos humanos;
  • aparato de seguridad con un Estado dentro del Estado;
  • ascenso de una elite excluyente e intolerante;
  • la intervención de otros estados y de factores externos.

Entre los 20 primeros lugares, el factor común es que los gobiernos han perdido el control de su territorio y el monopolio del uso de la fuerza. No se trata sólo de un problema de desarrollo, sino también -y es lo más importante- de un problema de seguridad. Según el Fund for Peace, los países en riesgo de convertirse en estados fallidos, representan una de las principales amenazas que enfrenta Estados Unidos, a diferencia de lo que sucedió en la primera mitad del siglo XX y aun durante la Guerra Fría.

De hecho, la Estrategia de Seguridad Nacional estadunidense, concluyó que ese país, en la actualidad, '”está menos amenazado por estados con ambiciones de conquista, que por estados fracasados”. Sin ir más lejos y a modo de ejemplo, Washington insiste en dar la voz de alerta sobre el riesgo de que el presidente venezolano Hugo Chávez exporte su “fallido modelo” político a otros países; para ello, Washington reitera su apoyo a los presidentes de Perú y Colombia.

Además, varios de los vecinos de Venezuela –Ecuador y Bolivia, entre ellos--, son considerados “estados frágiles” --en el lenguaje habitual de los análisis del Departamento de Estado, este concepto es utilizado para designar los países con riesgo de transformarse en estados fallidos-- que no tienen la riqueza petrolera de Venezuela para enfrentar sus problemas económicos y sociales. El informe advierte asimismo que los países latinoamericanos pueden subir próximamente en el fatal ranking, dada la ola de inestabilidad que afecta a la región.

Se hace necesario, por tanto, definir inequívocamente qué se entiende por Estado fallido o fracasado. Los estados-nación fracasan porque ya no pueden garantizar los bienes políticos a su población --seguridad, educación, salud, oportunidades económicas, un marco legal de orden y un sistema judicial, infraestructura elemental, etc.--; son incapaces de controlar sus fronteras y experimentan un crecimiento constante de la violencia criminal. ¿Suena conocido el perfil? Se parece en buena medida al de México en 2011.

Un Estado-nación también fracasa cuando pierde la legitimidad básica. La anarquía deviene más y más en la norma. La calificación de Estado fallido se refiere, en palabras simples, al fracaso de un país en mantener una sociedad justa y viable, una sociedad donde sus ciudadanos tengan la oportunidad de que sus derechos se respeten, de que estén protegidos. Nuevamente, la descripción se aproxima a la realidad mexicana.

En un Estado fallido, el gobierno no tiene el control físico sobre su territorio y carece del monopolio de la fuerza. Sus instituciones son débiles o inexistentes, el debate democrático está ausente. Y atención: la guerra civil por sí sola no conlleva el fracaso del Estado. ¿Alguien podría negar que esto en buena medida ocurre en México?

Entendido lo anterior, no se pretende realizar aquí un análisis de caso, pero es claro que el único país que puede clasificarse como Estado fallido en América Latina es Haití. La presencia de la Misión Estabilizadora de las Naciones Unidas, MINUSTAH, es un ejemplo de ello.

Lo que no puede obviarse, sin embargo, es la falta de gobernabilidad que caracteriza a muchos países de la región, México incluido, entendida como tal una cualidad propia de cada comunidad política, según la cual sus instituciones de gobierno actúan eficazmente dentro de su espacio, en forma tal que a la ciudadanía le parece legítima; y permite así el libre ejercicio gubernamental mediante la obediencia de los ciudadanos.

La gobernabilidad democrática es la capacidad de un gobierno para controlar el cambio político e institucional dentro de los procesos electorales. Como afirmara José Miguel Insulza, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), “la falta de gobernabilidad en algunos países latinoamericanos amenaza a las democracias de la región”. La clave del problema para entender a América Latina, entonces, está en la gobernabilidad.

Sin embargo, los niveles de gobernabilidad aún no son tan alarmantes como para hablar de Estados fallidos en América Latina, en el sentido de unidades políticas colapsadas, aunque cabe el concepto de los que Peter Waldmann denomina “estados anómicos”; y, más claro en el caso de México, lo que he definido como gobierno fallido.

Según Waldmann, se dice que una situación social es anómica cuando faltan normas o reglas claras, consistentes, sancionadas y aceptadas, hasta cierto punto, por la sociedad para dirigir el comportamiento social y proporcionarle una orientación. La posibilidad de cumplir parcialmente con estas exigencias evidencia que puede haber diferentes grados y niveles de anomia social. Así lo vivimos en México.

Un Estado débil es, a pesar de todo, un Estado. Pero un gobierno fallido, tiende a despeñarse por el precipicio del Estado fallido. En esta dirección han llevado a México los gobiernos de la alternancia, los conductores del panismo empoderado que cumplirá el año próximo el ciclo de su docena trágica.

Periodista y escritor. Licenciado en Ciencias y Técnicas de la Comunicación por la Universidad del Valle de Atemajac, en Guadalajara, Jal. Ha sido reportero, jefe de sección, jefe de información, jefe de redacción, subdirector y director de diarios y revistas, así como colaborador y conductor de programas en radio y televisión, guionista, productor y director de videodocumentales. Enviado especial y corresponsal de guerra en más de 30 países. Editorialista de Excélsior. Presidente del Círculo Latinoamericanos de Estudios Internacionales (CLAEI). Más información: http://claei.org.mx

1 comentario:

  1. Pues yo creo que el estado mas fallido que existe en el mundo son los Estados Unidos.
    hay una gran desigualdad, hay tantos pobres, ni la seguridad social es buena. En fin un estado invasor de otros...

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