Tomado de El País
Por Clemente AlvarezPor qué no cultivar alimentos en las propias ciudades, aumentando la superficie agrícola hacia arriba, en edificios dedicados a la agricultura. La idea quizá suene utópica, pero es más que un concepto llamativo.
El mes pasado, The Economist publicaba un reportaje sobre este planteamiento teórico para suministrar alimentos en las urbes: la agricultura vertical. Diseños sobre el papel muy impactantes, como el del arquitecto Blake Kurasek para Chigaco (la imagen del post), muestran rascacielos que brotan en medio de las ciudades para cultivar alimentos. En cada piso una variedad diferente: lechugas, cerezas, manzanas, fresas, tomates, espinacas… ¿Hasta qué punto es realizable esto?
La agricultura vertical pretende dar respuesta al desafío que supone el aumento de la población de humanos en el planeta, que cada vez se concentra más en ciudades. En este año 2011 que acaba de comenzar se espera que la humanidad alcance los 7.000 millones de habitantes y Naciones Unidas prevé que para mediados de este siglo se llegue a los 9.000 millones.
Esto supone tener que dar de comer a mucha más gente, lo que significa incrementar la producción de alimentos. Y podría convertirse en un grave problema para los países con poco espacio para cultivar o para la conservación de valiosos ecosistemas que son destruidos en busca de nuevas tierras donde plantar. De ahí, el interés de ganar espacio en vertical, en campos agrícolas urbanos que crezcan hacia lo alto, apilando cultivos unos encima de otros. Pero esta forma de cultivar tiene además otra gran ventaja ambiental: los alimentos son producidos allí mismo donde se consumen mayoritariamente, evitando el impacto causado por el transporte y sus correspondientes emisiones de CO2.
Muchos de los planteamientos de este tipo de cultivos urbanos aparecen recogidos en un libro publicado de forma reciente: ‘The Vertical Farm’. Su autor, Dickson Despommier, profesor de Salud Pública y Ambiental de la Universidad de Columbia, en Nueva York, está considerado como el padre de la agricultura vertical.
Para los defensores de este concepto, esta agricultura dentro de edificios basada en cultivos hidropónicos (que no se plantan en el suelo) resultaría incluso más productiva que la tradicional en el campo, pues estaría mucho más controlada (temperatura, humedad, nutrientes...) y no se vería afectada por variables climáticas, como tormentas o sequías. Según la web verticalfarm.com, un acre de interior (4.046 m2) equivaldría a 4-6 acres en el campo, o incluso más. En el caso de las fresas, se asegura que se puede producir en un acre de interior tanto como en 30 de exterior. Además, estas ‘fábricas’ de alimentos en las ciudades se conciben como sistemas cerrados en los que se aprovecha mejor el agua y se evita la dispersión de contaminantes, como ocurre en la agricultura convencional. Todo ello, a la vez que se aporta algo de “verde” al gris hormigón de las ciudades.
Por supuesto, todo esto es pura teoría. Y su puesta en práctica no resulta para nada sencilla. Como incide The Economist, el principal inconveniente de la agricultura vertical tiene que ver con la luz. Para conseguir cosechas homogéneas y de calidad, se necesita que los rayos del Sol lleguen de forma uniforme a todas las plantas, lo que no ocurre cuando crecen en el interior de edificios. Para compensar esta falta de luz natural, se necesita una iluminación artificial, y esto implica un gasto de energía adicional que, además de mermar las ventajas ambientales de esta agricultura urbana, complican mucho su viabilidad económica.
Muchos de los alimentos producidos en España proceden de invernaderos y existen muchas experiencias en el mundo de cultivos en ciudades, pero no están apilados unos encima de otros ni se han puesto en marcha a gran escala en urbes. También se han desarrollado modalidades con sistemas móviles que mueven las plantas para que reciban la misma cantidad de luz natural, es el caso de VertiCrop, de la empresa Valcent Products Inc (que asegura que puede producir 20 veces más cantidad que un campo agrícola convencional y que requiere un 5% del agua utilizada normalmente). Sin embargo, todavía queda mucho para considerar la agricultura vertical como una solución real.
¿Ciencia ficción? Según se lee en verticalfarm.com: “No podemos ir a la Luna, a Marte o más allá sin antes aprender a cultivar en interior en la Tierra”
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