¿Qué tiene que pasar en Italia para que el primer ministro, Silvio Berlusconi, abandone el poder? ¿Cuántos escándalos más están dispuestos sus ciudadanos a consentirle? ¿Hasta qué nivel puede llegar la degradación moral de la política italiana?
Es difícil encontrar una respuesta a estas y otras preguntas que le surgen a cualquier observador que siga la actualidad transalpina de los últimos tiempos, en los que las prostitutas menores de edad, las orgías, los insultos y la confrontación se han convertido en el pan de cada día de los italianos.
"Incluso para nosotros los italianos, la crisis que estamos viviendo es complicada de entender", reconoce Edoardo Novelli, profesor de comunicación política en la Universidad Roma 3.
La disyuntiva que vive el país, con unas fronteras entre la vida pública y privada completamente desdibujadas y una sociedad dividida entre detractores y admiradores de Il Cavaliere, se explica en parte por la que tal vez sea la mayor habilidad del hombre más importante de Italia de los últimos 15 años.
Berlusconi ha sido capaz de mezclar el terreno político, judicial y moral en su provecho consiguiendo que buena parte del país haga una lectura ambigua de la realidad, analizando sus últimos escándalos, que le han llevado a ser investigado por instigación a la prostitución de menores y concusión, dentro de la disyuntiva habitual frente a Il Cavaliere: o se lo ve como un ángel o como un demonio.
"Berlusconi relaciona cosas totalmente privadas, que nada tienen que ver con la política, con el contexto ideológico italiano de contraposición. Así es capaz de motivar a los suyos", apunta Novelli.
Berlusconi captado en video en uno de sus característicos actos inmorales en plena vía pública
La cascada de noticias sobre las orgías del Primer Ministro, en las que, al parecer, participaron al menos dos menores, ha provocado las esperadas críticas de parte de la oposición. Pero son casi las únicas. En el partido del mandatario, el Pueblo de la Libertad (PDL), nadie abre la boca.
La falta de cuestionamientos entre los suyos se explica porque Berlusconi puede parafrasear a Luis XIV: él sólo no es el Estado, pero sí es la centroderecha. Si deja la política, el PDL desaparece.
El pequeño avance opositor
Este temor a que si Il Cavaliere abandona el poder el país quedará a merced de la izquierda atenaza a buena parte del electorado. Se ve claro en las encuestas, que prevén una ligera caída del PDL y sólo un pequeño avance de la oposición.
Lo único que aumenta de manera significativa en los sondeos es el número de indecisos. Estos italianos que probablemente han votado alguna vez por Berlusconi y que ahora no saben bien qué hacer son el objetivo principal de la maquinaria mediática del magnate, que se ha puesto a trabajar de inmediato para conseguir contrarrestar el escándalo.
Los tres canales televisivos de Mediaset, el diario Il Giornale, otros medios afines y el propio Primer Ministro, a través de dos mensajes en video colgados en Internet, batallan estos días para insertar la investigación judicial dentro de la retórica política.
Intentan presentar a Berlusconi como la víctima de un complot de una parte de la magistratura, que pretende suplantar la voluntad de los electores alejándole del poder.
Marco Cacciotto, profesor de Marketing Político en la Universidad de Milán, identificaba en un artículo en Il Sole 24 Ore los cuatro puntos básicos de esta estrategia: primero, negarlo todo; segundo, si no se puede negar, minimizar los hechos; tercero, y cuando falla el paso anterior, desacreditar; y cuarto y último paso, cuando se ha fracasado en todos los anteriores, distraer.
Esta forma de releer la realidad se ve favorecida por la propia idiosincrasia de los italianos. "La filosofía del 'listillo' y la de escapar de una situación utilizando cualquier método forman parte del carácter de este país. En el fondo no existe un rigor moral, la cuestión ética no es tan importante como en otras naciones", explica Novelli.
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