Tomado de El País
Carlos Tiberio Valladares, miembro de la mara Salvatrucha
Un año de frágil
tregua entre las maras de El Salvador
Expertos y observadores reclaman que
el diálogo de paz salga de la cárcel, donde se fraguó y se negocia, y sea
asumido por los políticos y la sociedad civil
Un año después de la tregua, los asesinatos
han descendido drásticamente -pasando de 14 homicidios diarios a cinco-, pero
las extorsiones en los barrios dominados por las bandas continúan
Lo
prolongado de este proceso ha demostrado la influencia que los cabecillas de
las maras siguen manteniendo desde sus celdas, pero ha suscitado muchas dudas
en torno a los verdaderos motivos que se ocultan tras la voluntad de los jefes
de las bandas de mantener el cese de los asesinatos y las concesiones del
Gobierno
Por
Eva Saiz
El 14 de marzo de 2012 el diario El Faro publicó una investigación en la que
detallaba el inicio de diálogos entre el Gobierno de El Salvador y los líderes
de las maras más violentas del país, la mara 13, conocida como MS-13 o mara
Salvatrucha, y la mara del Barrio 18. Las expectativas de que de esas
conversaciones se pudiera labrar una tregua duradera eran escasas. Un año
después, los asesinatos han descendido drásticamente -pasando de 14 homicidios
diarios a cinco-, pero las extorsiones en los barrios dominados por las bandas continúan.
Esta circunstancia, unida a la opacidad de un proceso, dirigido por los líderes
de las maras desde las cárceles en las que están presos, y que se ha hurtado a
la sociedad civil y política, hace a los expertos y observadores ser bastante
escépticos ante el éxito final de la tregua.
“Ahora mismo la tregua pertenece a las maras y es necesario
que el liderazgo de este proceso se traslade a la calle, que esté encabezado
por los políticos y que se involucre el sector privado y la sociedad civil”,
explicó Héctor Silva Ávalos, periodista y antiguo jefe adjunto de Misión en la
Embajada de El Salvador en Washington, durante un encuentro para tratar de las
consecuencias del año de tregua entre las maras en el país centroamericano organizado
este viernes por la Oficina
de Washington para América Latina (WOLA). Silva denuncia la
fragilidad de una tregua que está liderada desde las cárceles por “asesinos”
que imponen sus condiciones para garantizar, a cambio, la ausencia de
homicidios, pero que no ha logrado reducir el miedo en las calles, ya que las
desapariciones y la extorsión a las familias continúan vigentes.
Con 66 homicidios
por cada 100.000 habitantes, según datos de Naciones Unidas,
El Salvador es el país más violento del mundo, por detrás de Honduras.
Las maras son responsables del 90% de esos asesinatos. La historia de la
violencia en El Salvador está vinculada al auge del crimen organizado y del
poder de las maras. La política de mano dura impuesta en 2004 no hizo sino
aumentar la brutalidad indiscriminada del conflicto y el número de reclusos en
unas cárceles con condiciones infrahumanas que, paradójicamente, se
convirtieron en focos para la captación de nuevos mareros.
Hace un año, un
pacto entre los líderes de la MS-13 y la mara del Barrio 18 encarcelados,
promovido por el obispo castrense Fabio Colindres, y Raul Mijango,
exguerrillero del Frente Farabundo Martí para
la Liberación Nacional (FMLN) y
antiguo asesor del Ministro de Seguridad salvadoreño, suscitó la atención
internacional. Lo prolongado de este proceso -”en general las treguas suelen
durar dos meses y les suceden períodos de una mayor intensidad de violencia”,
explicó Edward Maguire, profesor del Departamento de Justicia y Sociedad de la American University-
ha demostrado la influencia que los cabecillas de las maras siguen manteniendo
desde sus celdas, pero ha suscitado muchas dudas en torno a los verdaderos
motivos que se ocultan tras la voluntad de los jefes de las bandas de mantener
el cese de los asesinatos y las concesiones del Gobierno.
El presidente
salvadoreño, Mauricio Funes, insiste en que su Administración no está
participando en las negociaciones con criminales, pero el artículo de El Faro asegura que, a cambio de la tregua,
los líderes de las maras han exigido mejoras en sus condiciones en prisión y un
relajamiento de la política de mano dura. Los principales cabecillas de la MS-13
y del Barrio 18 se han beneficiado de regímenes penitenciarios menos severos.
Este tipo de claudicación, más enfocada en aliviar la dureza de la situación
carcelaria de los miembros de las maras que en aprovechar la oportunidad de la
tregua para poner en marcha políticas educativas y de reinserción que cambien
el trasunto social que subyace tras la violencia callejera, es lo hace recelar
a la sociedad salvadoreña, al sector empresarial del país e incluso a los
donantes extranjeros, de la viabilidad y la eficacia del proceso de diálogo.
“El problema de El Salvador
no es tanto que los miembros de las bandas no quieran integrarse en la
sociedad, sino que esa sociedad quiera hacerles un hueco”, explicó Alys
Willman, del Banco Mundial.
Willman alerta de la ausencia de control por parte del Gobierno salvadoreño a
la hora de coordinar los fondos que los donantes internacionales e inversores
nacionales destinan a proyectos de integración y de la falta de coordinación entre
los distintos ministerios para priorizar y gestionar los programas de
Prevención y Seguridad que han implementado. “Sólo el 3% de todo el presupuesto
de Seguridad se destina a la prevención, mientras que el 45% va dirigido a la
Policía”, señala.
La disminución del índice de homicidios ha supuesto un respiro para la sociedad salvadoreña, pero en absoluto ha eliminado el miedo en las calles. “Sigue la extorsión y saben que el mismo poder de la palabra que ha dado lugar a la tregua puede ponerle fin”, señala Silva. Pese al escepticismo, existe un cierto consenso a la hora de concluir que este proceso de diálogo es una oportunidad para poder poner los cimientos a una paz social duradero, pero para ello es necesario que la tregua salga de las rejas en las que nació y que sea asumida por los jóvenes líderes que están en los barrios “y que son un referente en sus comunidades”, así como por la sociedad civil y los políticos.
La disminución del índice de homicidios ha supuesto un respiro para la sociedad salvadoreña, pero en absoluto ha eliminado el miedo en las calles. “Sigue la extorsión y saben que el mismo poder de la palabra que ha dado lugar a la tregua puede ponerle fin”, señala Silva. Pese al escepticismo, existe un cierto consenso a la hora de concluir que este proceso de diálogo es una oportunidad para poder poner los cimientos a una paz social duradero, pero para ello es necesario que la tregua salga de las rejas en las que nació y que sea asumida por los jóvenes líderes que están en los barrios “y que son un referente en sus comunidades”, así como por la sociedad civil y los políticos.
“El problema es que
ahora mismo no existe un plan alternativo al actual ni un liderazgo político
capaz de polarizar la tregua”, se lamenta Silva. Este año hay elecciones en El
Salvador y el diálogo entre y con las maras será uno de los temas de la
campaña. El resultado electoral puede quebrar este frágil armisticio. “Si gana
la derecha y vuelve la política de la mano dura, es probable que la tregua no
se mantenga”, vaticina Silva.
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