sábado, 30 de marzo de 2013

Brasil la mayor economía latinoamericana y sus retos a vencer


Tomado de esglobal


LAS LIMITACIONES DE BRASIL

Los desafíos de la mayor de las economías de América Latina.

Por Santiago Perez

En el transcurso de la última década, la economía brasileña experimentó un espectacular crecimiento. Esta expansión, sumada a sus características geográficas y demográficas,  permitió al país posicionarse como la primera potencia económica regional y, al mismo tiempo, como un emergente actor en el escenario global. No es casualidad que en el año 2001 Goldman Sachs publicara un trabajo en el cual se identificaba a Brasil (junto a Rusia, India y China) como uno de los países que lideraría el crecimiento mundial de la primera mitad del siglo XXI y que para el año 2050 podría cuestionar la posición económica dominante del G7.
Los primeros 10 años de la naciente centuria efectivamente colocaron a los brasileños dentro de la elite económica internacional. Según números del FMI, el PBI de Brasil es el séptimo mayor a escala mundial, compitiendo con Gran Bretaña por el sexto lugar. Tangible demostración de la importancia planetaria de la nación suramericana.
Pero las relaciones internacionales son dinámicas. Si bien la imagen actual es la de un Brasil emergente, vale la pena intentar prever qué podría suceder de aquí en adelante.
Los recientes resultados económicos comienzan a encender luces de alerta. En 2012, el PBI se expandió algo más de un punto porcentual, un número insuficiente para continuar dentro de la vanguardia económica internacional. Más aún si comparamos este crecimiento con el de las otras potencias del BRIC. En el mismo período China creció más del 8%, India el 6,6% y Rusia un 3,8%. El 2013 ha comenzado con fundamentados interrogantes sobre la capacidad de reacción de la economía brasileña.
¿Cuáles son los elementos que permiten comprender los problemas de hoy y predecir los desafíos del mañana? Los empresarios y economistas brasileños suelen encontrar en el denominado “Costo Brasil” una buena parte de la explicación. Este término se compone de elementos claramente identificables que generan costos adicionales a las compañías que operan dentro del país. El resultado es una limitación a la posibilidad de competir en igualdad de condiciones con bienes y servicios producidos en otros mercados.
El primero de los componentes del “Costo Brasil” se encuentra dentro del frente tributario. La asfixiante presión fiscal, los elevados costes para la contratación de personal y la compleja legislación impositiva entorpecen y encarecen el accionar del sector privado. Los extranjeros que inician actividades empresariales en el país suelen sorprenderse del funcionamiento del sistema, el cual obliga al emprendedor a pagar impuestos durante un extenso período de tiempo anterior al momento de iniciar las operaciones.
La insuficiente infraestructura es otra de las deficiencias estructurales. Carreteras saturadas de camiones, vías férreas casi inexistentes y terminales portuarias y aéreas colapsadas. Situación que, en un país de 8,5 millones de kilómetros cuadrados (el quinto mayor del mundo), condiciona en forma directa la competitividad de la economía.
La escasez de ingenieros y técnicos es una dificultad adicional a la que las empresas deben sobreponerse. Es común que los empleadores se vean obligados a importar profesionales ante la ausencia de mano de obra correctamente cualificada. De una forma u otra, esto se traduce en mayores costes operacionales. La necesidad de gestionar visados y permisos de trabajo y las demoras derivadas de conseguir personal en el exterior, pueden llegar a comprometer la ejecución de proyectos en tiempo y forma. Esta realidad, se complejiza cuando las industrias se encuentran alejadas de las regiones sur y sudeste del país, donde los niveles educativos son superiores a la media nacional. Se estima que menos de un 10% de la fuerza de trabajo brasileña cuenta con un título universitario.
La excesiva burocratización estatal es otro inconveniente para el sector productivo. La justicia opera de forma lenta e ineficiente y el comercio exterior se encuentra por demás regulado y restringido. Importar y exportar en Brasil puede resultar inmensamente más complejo desde el punto de vista legal y administrativo que en el mundo desarrollado.
El valor del Real, las altas tasas de interés y los elevados costos de la energía también son problemas sistémicos. Es en estos puntos en donde la Administración de Dilma Rousseff ha conseguido algunos avances. El Banco Central ha encontrado el fino equilibrio de lograr una disminución de la tasa de interés manteniendo la inflación dentro de las metas establecidas. El Real se ha desvalorizado y el Gobierno federal ha alcanzado acuerdos con las principales generadoras para reducir los costes de la energía.
La competitividad de la economía brasileña se ve afectada en forma absoluta por estas variables. En un informe de la Confederación Nacional de Industria, publicado solo unos meses atrás, Brasil se ubicó en el ante último puesto de un ránking de competitividad que comparaba al país con economías semejantes. México, Colombia, Rusia, Suráfrica, Polonia, Chile, India, España, China, Australia, Corea del Sur y Canadá obtuvieron mejores resultados que Brasil.
Existe un consenso en la clase dirigente en torno al inmenso desafío que representa superar una a una estas barreras al desarrollo. Empresarios y políticos suelen referirse al “Costo Brasil” como un problema que debe ser resuelto. El inconveniente radica en que los tiempos que se toma el país en encauzar las reformas no corren a velocidad de la economía globalizada de hoy. El enorme peso del estado y los focos de corrupción en los distintos estamentos de la administración pública hacen que en casos las transformaciones sean políticamente inviables o simplemente inejecutables.
El modelo de crecimiento utilizado hasta hoy pareciera comenzar a dar signos de agotamiento y el futuro asoma plagado de desafíos. Si bien es esperable que algunas de las reformas se concreten, es también esperable que lo hagan más tarde de lo necesario, afectando la evolución de la economía. Existen grandes posibilidades de que Brasil ingrese en un ciclo de crecimiento menor, el cual podría hacer que el país pierda terreno tanto en relación a sus socios del BRIC como en proporción a sus vecinos latinoamericanos. El Mundial 2014 y los Juegos Olímpicos 2016 volverán a colocar a Brasil en el centro de la escena internacional y ocultarán, al menos temporalmente, los problemas de fondo. La clave del éxito del futuro económico brasileño dependerá directamente de su capacidad de resolver todos estos problemas.

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