Por CARLOS ALBERTO MONTANER*
Marco Rubio y su
marcha a la Casa Blanca
El senador Marco Rubio quiere ser presidente de Estados
Unidos. No se trata de un deseo descabellado. El hecho de que su partido lo
hubiera elegido para responder al discurso de Obama prueba que hay mucha gente
influyente que lo acompaña en esa aspiración. Creen en él.
¿Cuáles son sus “ventajas comparativas” para la batalla
electoral?
Es joven, pero con una larga experiencia que incluye la
presidencia del Congreso en Florida. Es un abogado elocuente. Es hispano
bilingüe y bicultural, lo que quiere decir que el mainstream no lo rechaza
mientras los hispanos pueden verlo con simpatía, aunque no sea mexicano, grupo
que acapara al 70% de la etnia. Es cristiano, circunstancia que acaso lo ayuda
entre ciertas personas creyentes. Es conservador a la manera reaganiana, es
decir, desconfía de la capacidad del gobierno para beneficiar a los individuos.
Tiene fama de ser un hombre de familia, y está dotado de una personalidad
agradable.
Su biografía, además, casa perfectamente con la historia
del americano self-made-man que viene de un hogar de inmigrantes pobres y
escala la ladera social por medio del trabajo y los estudios. Su triunfo dentro
del partido contra el candidato natural, el gobernador Charlie Crist, y luego
su exitosa batalla por llegar al senado federal, lo acreditan como alguien a
quien hay que tomar en cuenta. Sabe jugar sus cartas con destreza, pero también
con rudeza si es necesario.
¿Cuáles son los factores que tiene en contra? Su partido
republicano, en general, ha decidido controlar la entrepierna de los
norteamericanos y se las ha arreglado para enfrentarse a las mujeres que desean
tener el control sobre su propio cuerpo –léase el derecho a interrumpir el
embarazo–, y a los homosexuales y lesbianas, a quienes les regatea el derecho a
contraer matrimonio, o les niega a gays y lesbianas el derecho a formar parte
de las fuerzas armadas mientras, simultáneamente, proclaman su orientación
sexual.
En el terreno económico, su partido republicano, además de
ser percibido como antiinmigrante, se ha dejado colocar la etiqueta de ser un
club de blancos ricos, insensibles a las necesidades de los pobres, y enemigos
de los intereses de los pensionados, a quienes les van a quitar o disminuir el
seguro médico o la jubilación, en lugar de presentarse, como en la era de
Reagan, como el partido proinmigrante que sabía cómo se creaba la riqueza y
cómo se malgastaba.
Esta limitación de los republicanos se confirmó claramente
durante las últimas elecciones. El 90% del tiempo, el candidato Romney se vio
obligado a defender sus ideas y propuestas, como si él fuera el mandatario,
mientras el presidente Obama no tenía que explicar su obra de gobierno, ni la
enorme deuda pública, ni el pobre desempeño del mercado laboral, porque su
hábil maquinaria de comunicación había convertido al Partido Demócrata en una
institución compasiva defensora de los más necesitados. El problema eran las
supuestas ideas de Romney, no la obra de gobierno de Obama.
En todo caso, el factor más importante para entregarle o
negarle a Marco Rubio la Casa Blanca, no serán sus virtudes personales, y ni
siquiera la buena o mala imagen del republicanismo, sino el desempeño de los
demócratas en este segundo periodo de Obama.
Lo que hizo presidente a Reagan en 1981 no fueron su
simpatía, ni su experiencia como gobernador de California, ni el poder de sus
ideas neoconservadoras basadas en la visión de Hayek y Friedman. Fue el
desastre del gobierno de Jimmy Carter, a quien casi todo lo hizo o le salió
mal, desde la inflación, hasta el secuestro de los norteamericanos en Teherán,
pasando por el espasmo imperial de Moscú en Afganistán. Como suelen decir los
españoles: si compraba un circo, le crecían los enanos.
La política tiene ese componente siniestro: pese a la
experiencia de Romney, las posibilidades del candidato aumentan o disminuyen
con la suerte del gobernante anterior. A Marco Rubio, como a cualquier opositor,
le conviene que se hunda su adversario. Si eso sucede, y si logra modificar la
percepción de su partido, puede ser el primer hispano que ocupe la Casa Blanca.
Llegaría al poder a bordo del fracaso de Obama. Como Reagan.
* Periodista y escritor. Su último
libro es la novela Otra vez adiós.
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