Agencias Noticiosas
Dilma Rousseff canceló la cita que tenía con Barack Obama el
próximo 23 de octubre. Con el gesto Brasil no solo muestra su indignación por
el espionaje de la NSA, sino que reafirma su voluntad de ser una potencia
global.
El impacto del espionaje estadounidense seguramente será tema
obligado la próxima semana durante la Asamblea General de la ONU, en la que
también se discutirá sobre el ingreso de Brasil como miembro permanente al
Consejo de Seguridad.
Rousseff, la chica
superpoderosa
Con su histórico
desplante a Washington por las chuzadas de la NSA, Dilma Rousseff deja a
Estados Unidos como un tigre de papel y anuncia medidas que pondrían en peligro
la unidad de internet en el mundo.
“Everything”, dijo enfática y en inglés la presidenta de
Brasil, Dilma Rousseff, el 5 de septiembre, al exigirle a Estados Unidos que le
entregara todo lo que la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de ese país sabía
de ella tras interceptar sus comunicaciones. Así lo reveló el programa de
televisión Fantástico, del canal O Globo. Desde entonces, las relaciones entre
el Palacio de Planalto y la Casa Blanca pasan por su peor momento desde 2011,
cuando Rousseff llegó al poder.
El escándalo, motivado por las filtraciones del exagente Edward
Snowden, no podía haber salido a la luz en peor momento. En Washington
preparaban la visita de Estado de Rousseff, el 23 de octubre, la única agendada
este año. Pero Rousseff decidió cancelarle la invitación al hombre más poderoso
del mundo, a pesar de que Obama intentó disuadirla con una llamada de último
minuto. Un desplante sin precedentes para una ocasión de ese nivel.
Mientras tanto, el expresidente Lula, exigió a Barack Obama pedir
disculpas públicamente, cosa que no va a suceder porque Estados Unidos
considera que su programa de espionaje no solo es necesario y estratégico, sino
legítimo para salvaguardar sus intereses.
Ante esta situación, el ministro de Defensa de Brasil, Celso
Amorim, viajó la semana pasada a Argentina, en compañía del general José Carlos
dos Santos, el director del Centro para la Defensa Cibernética del Ejército,
para estrechar la cooperación entre ambos países y enfrentar “la guerra
cibernética, porque es la guerra del futuro”, como dijo en Buenos Aires antes
de su encuentro con la mandataria Cristina Fernández.
Como si fuera poco el ministro de Comunicaciones de Brasil, Paulo
Bernardo, dijo que estaban contemplando obligar a las compañías prestadoras del
servicio de internet a usar servidores locales para garantizar la seguridad de
sus comunicaciones. Esto no es tan fácil de lograr técnicamente, pero de
conseguirse, abriría una tendencia preocupante a lo que se ha llamado la
balcanización de la red, dividida en feudos locales.
La medida, sin embargo, no convence a los escépticos locales. “El
anuncio parece un mero discurso político, nada más. Brasil no puede operar en
internet solo con tecnología local. Ni siquiera China puede hacerlo,” dijo a
Semana Pedro Doria, columnista de tecnología del diario O Globo.
Internamente, la decisión de Dilma ha sido tan criticada como
celebrada. Trascendió que dentro del círculo de asesores que consultó estuvo su
publicista de campaña João Santana. Por eso la oposición no tardó en afirmar
que el desplante era un cálculo electorero, a un año de las elecciones
presidenciales, para mostrarse como una mujer de carácter, luego de que las
protestas en junio afectaron duramente su popularidad.
El impacto del espionaje estadounidense seguramente será tema
obligado la próxima semana durante la Asamblea General de la ONU, en la que
también se discutirá sobre el ingreso de Brasil como miembro permanente al
Consejo de Seguridad. Y en ese punto, el respaldo que Obama pueda ofrecerle a
Rousseff será decisivo.
La actitud que tome el presidente norteamericano podría dar la
pauta de qué tanto considera un aliado al gigante suramericano. Lo malo es que
cualquiera que sea dejará la sensación de que hoy en día Washington ha perdido
tanta presencia internacional, que es posible gritarle en la cara al otrora
capataz de la región.
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