martes, 1 de noviembre de 2011

Califican de grosero e intolerante a Correa en Cumbre Iberoamericana

Tomado de El Universo



Grotesca intolerancia de Correa. Así se titula uno de los editoriales que publica hoy La Nación de Buenos Aires en referencia al desplante que realizó el mandatario ecuatoriano a una representante del Banco Mundial.


El editorial se enfoca en la conducta del presidente Rafael Correa, quien abandonó la sesión de la Cumbre Iberoamericana el sábado pasado, en Asunción, cuando hablaba Pamela Cox, una representante del Banco Mundial, que había sido invitada.


El mandatario justificó su decisión al acusar a la representante del Banco Mundial de chantajear "abiertamente" a su país al quitarle un crédito por cambiar la política económica. "¿Por qué tenemos que escuchar al Banco Mundial en estos foros?", preguntó el presidente ecuatoriano.


"Correa parece creer que no tiene nada que aprender de nadie. Y que la cortesía hacia el dueño de casa y los demás concurrentes, hacia su propio país y hacia la seguramente sorprendida oradora simplemente no existe", refiere el editorial.


"El mandatario ecuatoriano, que dedica buena parte de su tiempo a perseguir a la prensa independiente y a los periodistas que osan criticar su gestión, al dejar su silla vacía ofendió a todos sus pares. Es más, olvidó que la democracia no es debilidad, ni tolerancia es pasividad", se indica.


"Los desplantes absurdos, como el de Correa en Asunción, sólo evidencian la dramática pequeñez de sus actores. Porque es cierto aquello de que si la sencillez es la virtud de los sabios y la sabiduría la de los santos, la tolerancia es nada menos que ambas cosas a la vez para quienes obviamente no son ni lo uno ni lo otro", concluye el editorial.



A continuación el editorial completo de La Nación de Argentina


Grotesca intolerancia de Correa


Tomado de La Nación


En la Cumbre Iberoamericana, el presidente de Ecuador le hizo un desplante a la representante del Banco Mundial


La 21a Cumbre Iberoamericana, celebrada hace pocos días en Asunción, estaba a punto de pasar inadvertida porque apenas la mitad de los jefes de Estado que debían haber concurrido, lo hicieron. Para el anfitrión, el presidente del Paraguay, Fernando Lugo, lo más incómodo del extendido plantón de sus colegas puede haber sido la ausencia de sus tres socios del Mercosur, incluyendo a nuestro país.


Pero el acontecimiento que marcó la cumbre estuvo esta vez a cargo del intemperante presidente de Ecuador, Rafael Correa, quien abandonó arbitrariamente las sesiones cuando hablaba una calificada representante del Banco Mundial, que naturalmente había sido invitada a hacerlo.


Correa parece creer que no tiene nada que aprender de nadie. Y que la cortesía hacia el dueño de casa y los demás concurrentes, hacia su propio país y hacia la seguramente sorprendida oradora simplemente no existe. El mandatario ecuatoriano, que dedica buena parte de su tiempo a perseguir a la prensa independiente y a los periodistas que osan criticar su gestión, al dejar su silla vacía ofendió a todos sus pares. Es más, olvidó que la democracia no es debilidad, ni tolerancia es pasividad.


Correa dijo que abandonaba el lugar para "no tener que escuchar" a Pamela Cox, la funcionaria del Banco Mundial. Agregó que esa institución "ha sido heraldo del neoliberalismo" y "chantajeó abiertamente" a su país, sin dar más precisiones. "¿Por qué tenemos que escuchar al Banco Mundial en estos foros?", preguntó Correa.


Con su acción desmesurada, el mandatario dejó claro que el totalitarismo se delata frecuentemente a sí mismo por su pretensión de absoluta infalibilidad. Por su soberbia, entonces. Y, por sobre todas las cosas, por su profunda intolerancia y su constante falta de respeto.


Los totalitarios creen que hay una verdad que no se discute: la de ellos mismos, que está pretendidamente por encima de todas las opiniones de los demás. Tanto es así que, en el plano de lo religioso, la intolerancia se transforma con frecuencia en fanatismo o integrismo, y en el plano de lo político se desliza, según enseña la historia, hacia el totalitarismo.


Los desplantes absurdos, como el de Correa en Asunción, sólo evidencian la dramática pequeñez de sus actores. Porque es cierto aquello de que si la sencillez es la virtud de los sabios y la sabiduría la de los santos, la tolerancia es nada menos que ambas cosas a la vez para quienes obviamente no son ni lo uno ni lo otro.


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