Con demasiada frecuencia saltan a las
primeras planas noticias sobre hechos criminales. También con bastante
frecuencia los autores de los mismos son personas que actuaron sin pleno uso de
sus facultades mentales por ingestión de alcohol o drogas. Y con esa misma
frecuencia se minimiza su pena, porque tradicionalmente se ha contemplado
dichos estados mentales como atenuantes. Mejor dicho, no es con esa misma
frecuencia, sino con mucho mayor, puesto que es tradicional que los abogados
defensores se apoyen en eso para que, con razón o sin ella, el imputado resulte
favorecido.
Es cierto que la merma de facultades
mentales puede inducir a una persona a cometer un acto criminal por su
capacidad disminuida de discernir entre lo socialmente aceptable y lo
inaceptable, que le impulsa a actuar de manera primitiva e irracional; pero
esto es en caso de que esta condición sea patológica e inherente a la persona,
y en este caso sí cabe plantearlo como atenuante.
Sin embargo, la persona drogada, con
alcohol u otro tipo de sustancia, sí discierne entre el bien y el mal. Lo que
la ingestión de alcohol o drogas le provoca, entre otras cosas, es una pérdida
de la capacidad de reflexión, una impulsividad y una total desinhibición que
rompe su super-ego y que le permite exteriorizar cualquier sentimiento o
instinto que en estado sobrio permanece inhibido por el propio super-ego o
reprimido por el control social; desde sentimientos positivos, hasta los más
bajos instintos, pudiendo actuar de la forma más primitiva e irracional.

Para cometer el acto criminal, el hechor
se siente amparado en la condición de ebrio o drogado; no tiene ningún obstáculo
para provocarse dicho estado con el fin de actuar criminalmente. De una forma
indirecta se está fomentando aquello que precisamente se pretende castigar.
Al considerar como atenuante a tal estado se le esta dando
una validez que resulta inadmisible, transmitiendo con ello un mensaje a la
sociedad completamente equívoco.
El estar bajo efectos de alcohol o droga en la comisión de un
acto criminal debería ser agravante, así como en los accidentes de tráfico; más
aún, el simple hecho de drogarse o embriagarse debería ser también sancionado,
pues supone provocar voluntariamente unas condiciones que suponen un riesgo
para la seguridad propia y de los demás. Las tragedias por embriaguez no sólo
suceden tras un timón.
Acerca de la Doctora
Mendoza Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría
infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense
de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en
dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi
clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de
comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de
extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su
tradicional estigma. Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta
familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus
programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital
Benjamin Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la
embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me
hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por
la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video
conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en
diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para
mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite
a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son
demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta
privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro
de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de
los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada
vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo
de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el
ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo
adulto o se independizó, e incluso después. Estoy absolutamente convencida del
rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el
futuro.
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