lunes, 26 de marzo de 2012

Visita Papal a Cuba genera expectativas más allá de lo espiritual

Tomado de Infobae.com

Por Micaela Hierro Dori y Gabriel C. Salvia (*)

El Papa dijo hace poco que si los Estados no son capaces de garantizar los derechos humanos a su población la comunidad internacional debe intervenir con los medios previstos por la ONU

La visita del Sumo Pontífice a Cuba, del 26 al 28 de marzo, es motivo de controversias entre los críticos de la dictadura de los hermanos Castro. Algunos piensan que Su Santidad puede convertirse en uno de los tantos visitantes ilustres a la isla que terminará haciéndole el juego al longevo régimen de partido único, mientras que otros ven una oportunidad para instalar la cuestión de la falta de libertades en Cuba.

La actividad papal que comenzará en Santiago de Cuba visitando la Basílica del Cobre, culminará con una Misa multitudinaria en La Habana, y pareciera tener una agenda exclusivamente eclesial, descartando así visitas a la disidencia, aunque todavía quedan en el tintero posibilidades de conversaciones de mediación con el Gobierno pidiendo por los presos políticos y condenando la violenta represión hacia la sociedad civil.

A juzgar por el discurso de Benedicto XVI en la ONU, con motivo del 60ª aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, los disidentes más optimistas con esta visita tienen muchos motivos para generarse una gran expectativa. Es que el actual Pastor de la Iglesia presentó en dicha oportunidad un notable alegato en materia de promoción internacional de los derechos humanos: ''Todo Estado tiene el deber primario de proteger a la propia población de violaciones graves y continuas de los derechos humanos. Si los Estados no son capaces de garantizar esta protección, la comunidad internacional ha de intervenir con los medios jurídicos previstos por la Carta de las Naciones Unidas y por otros instrumentos internacionales. La acción de la comunidad internacional y de sus instituciones, dando por sentado el respeto de los principios que están a la base del orden internacional, no tiene por qué ser interpretada nunca como una imposición injustificada y una limitación de soberanía. Al contrario, es la indiferencia o la falta de intervención lo que causa un daño real''.

Estas afirmaciones del Sumo Pontífice plantean la posibilidad de que su visita a Cuba sea más que una peregrinación pastoral, pudiendo incluir también gestiones de reconciliación hacia las personas que sufren las manifestaciones de odio y de división promovidas por las autoridades del Estado. Aunque se reconoce que a 14 años de la última visita papal el contexto es tan diferente como el protagonista y la situación socio-político de Cuba, el pueblo cubano espera un necesitado aliento espiritual de manos de Benedicto XVI que irá a celebrar los 400 años de la Virgen de la Caridad del Cobre.

Muy diferente a las grandes esperanzas de cambio político que se sintieron con la visita de Juan Pablo II, en un pueblo dividido por el odio generado por la dictadura, el lema de la visita es más que oportuno: ''La caridad nos une''. Porque un pueblo unido en concordancia es un pueblo de inclusión, de igualdad y donde tarde o temprano la justicia reinará.

Un pueblo que no es protegido por "papá" Estado y que encima es perseguido por éste con su máquina de control y de opresión, encuentra el consuelo de la Madre Iglesia que le da aliento y fortaleza para seguir adelante perseverando ante las carencias económicas y el tormento de las continuas violaciones a los derechos humanos.

Por eso, el apoyo del Papa Benedicto XVI consta en la decisión de viajar pese a su estado de salud delicado y en su firmeza en la expresión de la visión de los derechos humanos que llama a la solidaridad internacional: ''Los derechos humanos son presentados cada vez más como el lenguaje común y el sustrato ético de las relaciones internacionales. La vida de la comunidad, tanto en el ámbito interior como en el internacional, muestra claramente cómo el respeto de los derechos y las garantías que se derivan de ellos son las medidas del bien común que sirven para valorar la relación entre justicia e injusticia, desarrollo y pobreza, seguridad y conflicto. La promoción de los derechos humanos sigue siendo la estrategia más eficaz para extirpar las desigualdades entre países y grupos sociales, así como para aumentar la seguridad''.

(*) Coordinadora de Programas y Director General del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL).

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