sábado, 21 de enero de 2012

La visita mediática de Ahmadineyad a sus adláteres latinoamericanos

Tomado de Foreign Policy

Por Carlos Murillo Zamora

Una gira vacía de acuerdos comerciales o cooperación bilateral, pero destinada a audiencias domésticas e internacionales.

Rafael Correa puede ser el gran perdedor con la visita de Ahmadineyad, por las repercusiones económicas que provocaría el retiro de inversiones estadounidenses y europeas

La reciente visita del presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad a Venezuela, Nicaragua, Cuba y Ecuador puede analizarse desde varias perspectivas, entre ellas: el objetivo del Gobernante iraní y los intereses de los cuatro anfitriones, que convergen en el sentimiento antiestadounidense. Por lo tanto, fueron unos encuentros entre mandatarios y no entre Estados, cuyo resultado se puede resumir en la frase de Ahmadineyad pronunciada en Quito: “producto de sólidas relaciones entre Irán y países latinoamericanos, la región no será más el patio trasero de EE UU”.

Fue una visita más para el consumo mediático que para la cooperación bilateral y menos para intercambio comercial, pues el comercio con los países visitados es mínimo y no alcanza más que a unas decenas de euros. Ese carácter mediático lo reafirmó el anuncio de la apertura de un canal iraní en español: Hispana TV.

El objetivo del Presidente fue ayudar a desviar la atención de la opinión pública iraní por las diferencias que tiene con el Ayatolá Alí Jamenei y salir del aislamiento internacional por su programa nuclear, anunciando que tiene aliados alrededor del mundo que lo apoyarían en instancias internacionales. Los principales puntos en sus intervenciones fueron: decadencia del capitalismo, imperialismo estadounidense, auténtica democracia y carácter pacífico del programa nuclear. Por ende el mensaje de Ahmadineyad estuvo dirigido a la opinión pública internacional, Estados Unidos y los países europeos.

Desde la perspectiva de los países visitados, el propósito de recibir a Ahmadineyad tiene en común el expresarle a Washington que mantienen relaciones con quien deseen. Sin embargo, para cada anfitrión las razones son distintas. En el caso de Hugo Chávez –con el único que se firmaron acuerdos– el encuentro le permitió recuperar algún protagonismo internacional más allá de su enfermedad y mantener la atención de la oposición en temas distintos al del retorno de las reservas de oro, que se colocan bajo el control presidencial. Las declaraciones de ambos mandatarios tuvieron una connotación clara y fuertemente antiestadounidense, consolidando el eje Caracas-Teherán en América Latina.

Respecto a Nicaragua, el interés del presidente Daniel Ortega fue mantener la atención de la opinión pública y sobre todo de los grupos opositores en otros temas de la agenda para evitar mayores presiones sobre su Gobierno; al mismo tiempo que transmitirles un mensaje a sus vecinos centroamericanos y, sobre todo, a Washington que tiene aliados alrededor del planeta. Ni siquiera se celebraron reuniones técnicas para reactivar los acuerdos de cooperación de 2007, lo que fue anunciado por ambos mandatarios como un gran logro de la visita, sobre todo el de la construcción de un puerto de aguas profundas en el Caribe.

La visita de Cuba fue protocolaria y de rigor, pues es difícil que un líder antiestadounidense visite la región sin pasar por La Habana y reunirse con los hermanos Castro. Por ello el principal acto de Ahmadineyad fue recibir el doctorado honoris causa en Ciencias Políticas de la Universidad de La Habana, durante el cual manifestó: “Estamos observando que el sistema capitalista está en decadencia, en diferentes escenarios, está en un callejón sin salida” y es necesario “un orden nuevo, una mirada nueva, que respete a todos los seres humanos, un pensamiento basado en la justicia”.

En Ecuador no se firmaron nuevos acuerdos y las posibilidades de intercambio comercial son ínfimas –las exportaciones de este país a Irán representan unos 9.250 euros– aunque con la diferencia que este país suramericano posee uranio, según los estudios presentados por el Gobierno ecuatoriano en 2008 al Organismo Internacional de Energía Atómica.

Muchos se preguntaron por qué Ahmadineyad no incluyó a Brasil y Bolivia en su gira. La respuesta es sencilla: la relación con la presidenta Dilma Rousseff no es tan estrecha como con su antecesor Luis Inacio Lula da Silva; la prensa brasileña cuestionó una eventual presencia del gobernante en el país, por considerarla inoportuna y, además, las prioridades de la diplomacia brasileña han cambiado en el último año. En el caso boliviano, los problemas domésticos que enfrenta el presidente Evo Morales no le permitían abrir otro frente de crítica doméstico.

¿Qué buscaba la visita de Ahmadineyad? Existen rumores de que esta gira no sólo pretendía decirle a Washington que ya no controla su partió trasero latinoamericano y romper el creciente encierro diplomático iraní, sino también conseguir uranio, desviar dineros de reserva a otros países ante eventuales sanciones económicas y establecer campos de entrenamiento para grupos terroristas. Sin embargo, no hay evidencias fehacientes sobre estos objetivos. Esto solo podría comprobarse en caso de un aumento de las tensiones en el estrecho de Ormuz o una confrontación armada entre Irán y EE UU.

El presidente ecuatoriano, Rafael Correa, puede ser el gran perdedor con la visita de Ahmadineyad, por las repercusiones económicas que provocaría el retiro de inversiones estadounidenses y europeas ante la posibilidad de un mayor acercamiento con Teherán. Seguido de Ortega, que había tratado de no entrar en una abierta confrontación con la Administración Obama, pues el decidido apoyo dado al Presidente iraní puede generar reacciones contrarias en algunos sectores en Washington. Cuba ni gana ni pierde, porque sus prioridades están en lograr sobrevivir como régimen tras los cambios en su modelo económico. El único que quizá obtenga algo, en aspectos puntuales, es Chávez. En definitiva, fue una visita más para la opinión pública, primero iraní y luego internacional.

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