Tomado de Foreign Policy Español
Los complejos próximos
tres años del escenario político argentino.
Por Santiago Pérez
El año
pasado Cristina Fernández de Kirchner obtuvo una extraordinaria victoria. El
54% de los votos y una diferencia de 18 puntos con su más inmediato perseguidor
hablan de un acontecimiento inédito en la historia del país suramericano. El
poder político de la Presidenta es, en estos momentos, casi absoluto y
totalmente legítimo. Pero en política, y sobre todo en la inestable Argentina,
una cosa es la foto y otra muy diferente la película. En los pocos meses que
transcurrieron desde octubre de 2011 hasta nuestros días muchas cosas
sucedieron. Los acontecimientos más mediáticos fueron la tragedia de Once, la
nacionalización de YPF y la virtual prohibición de compra de moneda extranjera.
Aunque parezca extraño, ninguno de estos aspectos es un factor central para
analizar el escenario político nacional. El quid de la cuestión es el
crecimiento económico y la inflación, es decir, el bolsillo de los argentinos.
Si hacemos
un poco de Historia K, advertiremos que el 2009 fue el año más complejo
para la gestión presidencial. Por ese entonces, Cristina Fernández de Kirchner
se hallaba en una pelea a todo o nada con el campo y la Argentina sufría los
coletazos de la crisis económica internacional. Mirando los números (tanto de
las estadísticas oficiales como de las consultoras privadas) podríamos observar
que justamente 2009 fue el único año desde la llegada al poder de los Kirchner
en 2003 en el cual la economía argentina no registró crecimiento. ¡Casualidad!
La de 2009 fue también la única elección que el Frente para la Victoria perdió
desde 2003 hasta la fecha. ¿Existe una relación directa entre bonanza económica
e imagen política positiva? Me atrevería a decir que sí. Este y todos los
gobiernos desde 1916 lo saben. No es casualidad que, en cualquier acto de
gobierno que esté frente a un micrófono, Cristina haga un recuento numérico de
los milagros (o supuestos milagros) económicos de su gestión como una forma de
refrescar constantemente la memoria de la ciudadanía.
Por
múltiples motivos, algunos vinculados a errores de gestión y otros a la
coyuntura internacional, la economía argentina se desacelerará o entrará en
recesión a fines de 2012 o inicios de 2013. Esto es en alguna forma reconocido
tácitamente por el propio Gobierno: Cristina ha dicho recientemente "El
mundo se cayó sobre nosotros", como una forma de empezar a atajarse de las
posibles consecuencias políticas de la destructibilidad del supuestamente
indestructible modelo.
Lo más
relevante de 2013 no es que la economía probablemente no crezca, sino que
mientras esto sucede los argentinos estarán acudiendo a las urnas para elegir a
sus representantes en el Congreso. La ecuación es simple y no es necesario ser
un genio matemático para resolverla: recesión + elecciones legislativas =
derrota electoral del oficialismo. Si esto sucedió en 1987, 1997, 2001 y 2009,
¿por qué no habría de suceder ahora?
Vayamos un
poco más adelante e intentemos imaginar el escenario postelectoral. El Frente
para la Victoria pierde pero nadie gana. Como consecuencia de la división de la
oposición y al tratarse de una elección legislativa, podría suceder que el voto
sea tan fragmentado que ningún partido alcance un caudal electoral lo
suficientemente grande para transformarse en una alternativa nacional. Es
decir, el resultado sería un gobierno derrotado por la nada, y la nada no puede
ser una opción presidencial para 2015.
Los
proyectos, nunca sabremos si son en serio o en broma, de reformar la
Constitución para permitir una Cristina eterna serían inviables después de una
teórica derrota electoral kirchnerista en 2013. Es decir que Cristina
deberá mudarse, probablemente en avión privado, de la mansión prestada de
Olivos a su mansión propia de El Calafate.
¿Quién
ocupará el vacío de poder dejado por doce años de firme liderazgo personalista kirchnerista?
¿Quién será el heredero del proyecto?
Es posible
plantear tres posibles escenarios. Podría suceder que, ante el hecho consumado
de la imposibilidad de cristalizar un tercer mandato, Cristina Fernández de
Kirchner busque de entre sus filas algún candidato del riñón K. Con esto
me refiero a un individuo que entrañe la visión de buenos y malos en política,
el discurso populista, el estilo confortativo y la visión del mundo como una
amenaza que caracterizaron a Néstor y Cristina, dándose así una continuidad
absoluta al modelo. Este escenario es el de más difícil materialización, ya que
significaría un kirchnerismo puro sin Kirchner. Hasta ahora, en el contexto
político local, no se observa ningún cuadro que tenga la capacidad de conducir
un proyecto nacional, arrastrar el voto popular y, al mismo tiempo, encarnar la
escénica política K.
Ante la
imposibilidad de dar con una persona de estas características, podríamos
comenzar a imaginar un escenario número dos. La Presidenta se vería obligada
(aunque no le guste) a elegir como su sucesor a Daniel Scioli, quien
técnicamente es parte del partido gobernante, pero es fuertemente cuestionado
por múltiples sectores del kirchnerismo más radical. Efectivamente
Scioli, si bien acompaña a Cristina Fernández desde 2003, tiene un perfil
absolutamente diferente, es más moderado y no es de cultura kirchnerista.
El actual gobernador tiene una alta imagen positiva y ya manifestó públicamente
sus intenciones de ser presidente en el futuro. De suceder esto, podría ser que
formalmente el kirchnerismo continúe en el poder después de 2015, pero
en la práctica el nuevo gobierno sería de características absolutamente
diferentes: más moderado, integrado al mundo y amigable al capital
internacional. En otras palabras, un gobierno del siglo XXI y no de la década
de 1970.
También
podría darse una mezcla de los escenarios uno y dos. Es decir, que la
Presidenta busque la continuidad del modelo con un hombre de su mayor cercanía
ideológica y que Daniel Scioli presente su candidatura con el apoyo de sectores
peronistas y sindicales que, de hecho, ya están enfrentados con el Gobierno,
generándose así una fractura dentro del Frente para la Victoria. Se llegaría
así a un complejo proceso electoral de peronistas contra peronistas, situación
similar a las presidenciales de 2003.
El
escenario opositor es mucho más impredecible. La UCR, el PRO y otros partidos
no consiguen por sí solos recoger un caudal de votos trascendental y en casos
no cuentan con una estructura organizativa suficiente para transformarse en una
alternativa nacional. En diversas oportunidades, sobre todo a nivel
parlamentario, han demostrado su incapacidad de construir alianzas y se pierden
en debates sobre cuestiones irrelevantes, intrascendentes y de escaso interés
para la ciudadanía. Se necesitará mucho trabajo y una renovada astucia para que
en los próximos tres años un sector no kirchnerista y, sobre todo, no
peronista se transforme en una opción real a la presidencia.
De todas formas, la
política argentina es excesivamente volátil e inestable, por lo que todos los
escenarios expuestos hasta aquí no son más que conjeturas teóricas que intentan
predecir un impredecible futuro.
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