sábado, 21 de julio de 2012

SALUD MENTAL, LA MEJOR HERENCIA FAMILIAR: CRISIS CONYUGALES

Por Dra. Margarita Mendoza Burgos 
   
La dinámica conyugal en su evolución atraviesa por una serie de etapas críticas características, aunque no necesariamente todas ellas se manifiestan en todos los matrimonios. Ello depende mucho de la comunicación de la pareja, del conocimiento que se tenga de esta evolución, de la voluntad de ambos, y de la medida en que el amor se haya ido fortaleciendo o diluyendo, lo que a su vez depende bastante de cómo se hayan resuelto crisis anteriores, pues aunque las crisis tienden a separar el matrimonio en primera instancia, será en función de cómo se maneje esa crisis que lo separará definitivamente, o por el contrario lo fortalecerá, o bien supondrá simplemente una espera nada constructiva hasta que llegue la siguiente crisis.

      Una primera crisis viene frecuentemente en el primer año debido a los roces normales de este periodo de adaptación a la convivencia común de dos personas acostumbradas a la libertad e independencia que cada uno tenía. Una cosa es ser novios y disfrutar algunos ratos juntos, y otra cosa es la convivencia estrecha del matrimonio. No obstante, la ilusión y la pasión natural de esta etapa suele salvarla con éxito.

      Una segunda crisis viene con frecuencia a los dos o tres años, cuando se va descubriendo que tu cónyuge no es exactamente aquella persona que se tenía idealizada en el noviazgo. Ya se ha tenido ocasión de observar numerosos defectos y discrepancias que entonces no se conocían, y se han consolidado aquellos que se esperaba que desaparecieran, con lo que aparece cierto grado de decepción.

      Otra crisis característica la de los “treinta y tantos”, aparece entre los cinco y los diez años de matrimonio, cuando éste se ha vuelto rutinario, e incluso la relación sexual también ha dejado se ser atractiva. Ello hace dedicar más atención aún a la carrera profesional, que está en plena efervescencia, y tiende a desaparecer la presencia y la comunicación en la familia. Los hijos empiezan a mostrar en su conducta síntomas de que en la casa algo no funciona. Aparece la tentación de la infidelidad buscando la emoción perdida.

      En la década de los “cuarenta y tantos” es típica la crisis provocada por los primeros síntomas de decadencia física que empiezan a aparecer en numerosos aspectos. Cuesta aceptar que el atractivo y la capacidad física, e incluso mental empiezan a desvanecerse, y tiende a aparecer una sensación de haber perdido la mejor parte de tu vida con la otra persona. Todo ello provoca un riesgo de infidelidad con personas bastante más jóvenes, tratando de resistirse al paso del tiempo. Si las crisis anteriores no se han resuelto adecuadamente, el riesgo de ruptura en esta etapa es elevado.


      Frecuentemente aparece otra crisis, la de los “cincuenta y tantos” cuando los hijos ya van dejando el hogar. Suele suceder que la relación conyugal se ha fortalecido en la crianza de los hijos casi exclusivamente, y cuando ellos no están la casa se siente demasiado vacía, y en ella solo quedan dos extraños que ya perdieron lo que compartían, y también el interés por la sexualidad.

      La edad del la jubilación (sesenta y tantos) frecuentemente marca otra etapa de crisis. Después de estar acostumbrados por muchos años a unas rutinas diarias independientes el uno del otro, pasar veinticuatro horas al día juntos, sin nada especial que hacer, y con el mal humor que da sentir que, según la sociedad, ya no se es útil, no es tarea fácil para muchas personas. A veces esta crisis llega a prolongarse bastante, y si crisis anteriores quedaron en situación latente, ésta puede llegar a tener consecuencias de separación, y, en casos extremos, desenlaces fatales.

Acerca de la Dra. Mendoza Burgos

Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.

Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.

Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.

Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.

La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.

Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.

Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro. 

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