

Una primera crisis viene frecuentemente en
el primer año debido a los roces normales de este periodo de adaptación a la
convivencia común de dos personas acostumbradas a la libertad e independencia
que cada uno tenía. Una cosa es ser novios y disfrutar algunos ratos juntos, y
otra cosa es la convivencia estrecha del matrimonio. No obstante, la ilusión y
la pasión natural de esta etapa suele salvarla con éxito.
Una segunda crisis viene con frecuencia a
los dos o tres años, cuando se va descubriendo que tu cónyuge no es exactamente
aquella persona que se tenía idealizada en el noviazgo. Ya se ha tenido ocasión
de observar numerosos defectos y discrepancias que entonces no se conocían, y
se han consolidado aquellos que se esperaba que desaparecieran, con lo que
aparece cierto grado de decepción.
Otra crisis característica la de los
“treinta y tantos”, aparece entre los cinco y los diez años de matrimonio,
cuando éste se ha vuelto rutinario, e incluso la relación sexual también ha
dejado se ser atractiva. Ello hace dedicar más atención aún a la carrera
profesional, que está en plena efervescencia, y tiende a desaparecer la
presencia y la comunicación en la familia. Los hijos empiezan a mostrar en su
conducta síntomas de que en la casa algo no funciona. Aparece la tentación de
la infidelidad buscando la emoción perdida.
En la década de los “cuarenta y tantos” es
típica la crisis provocada por los primeros síntomas de decadencia física que
empiezan a aparecer en numerosos aspectos. Cuesta aceptar que el atractivo y la
capacidad física, e incluso mental empiezan a desvanecerse, y tiende a aparecer
una sensación de haber perdido la mejor parte de tu vida con la otra persona.
Todo ello provoca un riesgo de infidelidad con personas bastante más jóvenes,
tratando de resistirse al paso del tiempo. Si las crisis anteriores no se han
resuelto adecuadamente, el riesgo de ruptura en esta etapa es elevado.
Frecuentemente aparece otra crisis, la de
los “cincuenta y tantos” cuando los hijos ya van dejando el hogar. Suele
suceder que la relación conyugal se ha fortalecido en la crianza de los hijos
casi exclusivamente, y cuando ellos no están la casa se siente demasiado vacía,
y en ella solo quedan dos extraños que ya perdieron lo que compartían, y
también el interés por la sexualidad.
La edad del la jubilación (sesenta y
tantos) frecuentemente marca otra etapa de crisis. Después de estar
acostumbrados por muchos años a unas rutinas diarias independientes el uno del
otro, pasar veinticuatro horas al día juntos, sin nada especial que hacer, y
con el mal humor que da sentir que, según la sociedad, ya no se es útil, no es
tarea fácil para muchas personas. A veces esta crisis llega a prolongarse
bastante, y si crisis anteriores quedaron en situación latente, ésta puede
llegar a tener consecuencias de separación, y, en casos extremos, desenlaces
fatales.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica,
Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad
Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha
enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión
en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes
medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con
objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de
apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar
acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en
sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital
Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la
embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me
hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por
la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como
video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en
diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para
mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite
a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son
demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta
privacidad.
Trato de
orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la
asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos,
porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más
convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su
vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el
ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo
adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy
absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que
cada persona es o va a ser en el futuro.
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