sábado, 28 de julio de 2012

SALUD MENTAL LA MEJOR HERENCIA FAMILIAR: EL SUICIDIO EN LA ADOLESCENCIA





La adolescencia es la fase en que el niño empieza a aprender a ser adulto, tomando, por tanto, conciencia de la realidad de los adultos, y empieza a asumir el rol que tendrá que desempeñar en el futuro. A la vez, su nula experiencia en este sentido le llena de inseguridad y temor a no ser capaz de integrarse adecuadamente en su rol, más cuando el éxito es un valor social cada vez más fuerte hoy día. Por ello, es normal que experimenten fuertes sentimientos de estrés, confusión, dudas de si mismos, presión para lograr éxito, incertidumbre financiera y otros miedos mientras van creciendo.
La situación puede complicarse aún más con otras circunstancias en su entorno inmediato. Situaciones como el divorcio de los padres, la formación de una nueva familia, el cambio de colegio, o de ciudad o colonia, una ruptura amorosa, etc. pueden perturbarlos e intensificarles las dudas acerca de sí mismos. Para algunos, el suicidio aparenta ser una solución a sus problemas y al estrés.
La depresión y las tendencias suicidas son desórdenes mentales que se pueden tratar. Hay que saber reconocer y diagnosticar la presencia de esas condiciones. Cuando hay duda en los padres de que el adolescente pueda tener un problema serio, debe buscarse asesoría. Muchos de los síntomas de las tendencias suicidas son similares a los de la depresión. Los padres deben estar conscientes de las siguientes señales que hacen sospechar que el adolescente podría estar contemplando el suicidio:

  •          Cambios en los hábitos de dormir y de comer
  •      Retraimiento de sus amigos, de su familia o de sus actividades habituales
  •         Actuaciones violentas, comportamiento rebelde o el escaparse de la casa
  •          Uso de drogas o de bebidas alcohólicas
  •          Abandono fuera de lo común en su apariencia personal
  •           Cambios pronunciados en su personalidad
  •     Aburrimiento persistente, dificultad para concentrarse, o deterioro en la calidad de su trabajo escolar
  •       Quejas frecuentes de síntomas físicos, tales como: dolores de cabeza, de estómago y fatiga, que están por lo general asociados con el estado emocional del joven
  •           Pérdida de interés en sus pasatiempos y otras distracciones
  •          Poca tolerancia de los elogios o los premios
  •         Sensación de ser una persona mala o de sentirse abominable
  •        Lanzar indirectas como: no les seguiré siendo un problema, nada me importa, para qué molestarse o no te veré otra vez
  •      Poner en orden sus asuntos, por ejemplo: regalar sus posesiones favoritas, limpiar su cuarto, botar papeles o cosas importantes, etc. 
  •              Ponerse muy contento después de un período de depresión
  •   Tener síntomas de sicosis (alucinaciones o pensamientos extraños).



Cuando un niño o adolescente habla de querer suicidarse, debe tomarse en serio y buscar ayuda. Y en cualquier caso, si se observan los síntomas anteriores puede ser muy útil preguntarle al joven directamente si está deprimido o pensando en el suicidio. Una respuesta afirmativa requerirá de una atención inmediata; una respuesta negativa simple, como sin querer hablar del tema también es sospechosa. Una respuesta negativa más explícita e inequívoca es más tranquilizadora, lo cual no significa que no haya que prestar atención a los síntomas. El preguntarle franca y directamente sobre este tema no va a descubrirle ideas que él no pueda haberse planteado ya; por el contrario, le indicará que hay alguien que se preocupa por él y que le da la oportunidad de hablar acerca de sus problemas.

Acerca de la Dra. Mendoza Burgos

Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.

Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.

Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.

Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.

La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.

Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.

Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro. 

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