
Esa es la explicación de la espectacular
movilidad religiosa que se vive en la actualidad, en la que las iglesias
tradicionales tienden a ser asociadas al contexto del que se trata de escapar,
y surgen nuevas tendencias religiosas que tratan de ofrecer los mismos valores
universales de siempre, pero con el nombre cambiado, y con técnicas diferentes
que los hagan más atractivos. Esa es la explicación también de la búsqueda de
sensaciones nuevas, relacionadas con temas tradicionalmente tabú, como el sexo,
las drogas, etc., o de emociones excesivamente
intensas, como arrojarse, sujeto por los pies, desde un puente; o de
riesgos absurdos, como la velocidad al timón.
Y esa es la explicación también de que muchas
personas opten por buscar la satisfacción dentro del mismo materialismo, puesto
que ya perdieron toda referencia con cualquier otro tipo de valor. Son las
personas que todo lo miden con dinero, y para las que todo vale... dinero; que
es el medio para obtener bienes materiales, los cuales se constituyen en el fin
supremo. Y, por último, esa es también la explicación de la degeneración de
algunas personas, para las cuales el dinero pierde su auténtico significado
como medio para algo (incluso para lo material), y se convierte, por sí mismo,
en el fin supremo; es decir, el dinero ya ni siquiera es para algo, sino al
contrario, todo es para el dinero. Ello
justifica la actitud de las personas que cometen delitos de tipo económico, aún
gozando de una situación económica privilegiada.

¿En dónde queda entonces la valoración de
lo material? ¿Es malo valorar lo material?. No y sí, depende de la forma en que
se haga. Lo material es valioso porque nos puede servir para alcanzar otros
valores de tipo más espiritual, como la educación, la capacitación, sana
recreación, mantener y disfrutar de una familia, o un buen nivel de bienestar,
por ejemplo; y al hablar de bienestar, por supuesto, no nos referimos al
bienestar aparente que los demás pueden apreciar, porque ese, normalmente,
también se suele medir en términos materiales; nos referimos al bienestar
interior que uno puede ser capaz de sentir, sin plantearse qué es lo que los
demás ven, y que nada tiene que ver con lo material, aunque lo material haya
sido un medio de alcanzarlo.
Es decir, que la frontera entre lo sano y
lo insano, es ese punto en el que lo material deja de ser un medio, y se
convierte en el objetivo fundamental de la existencia, por encima de los
valores espirituales. Considerándolo como medio, como instrumento, lo material
llega a ser de importancia fundamental por debajo de ciertos niveles, donde,
por su carencia, algunos de esos valores espirituales son difícilmente
accesibles, y sobre todo, en los niveles económicamente más desfavorables, en
los que las condiciones no hacen tan fácil aprender y asimilar algunos de los
valores espirituales más fundamentales, como la verdad, la honradez, etc.
A quien valora más el ser que el tener,
los demás lo valoran a él por lo que es, a quien valora más el tener que el
ser, los demás lo valoran a él por lo que tiene.
No hay comentarios:
Publicar un comentario