Por Jon Hilsenrath
El 27 de abril, Ben Bernanke, hará algo inédito para un presidente de la Reserva Federal: responder las preguntas de una sala llena de periodistas durante dos horas después de que el banco central estadounidense concluya una reunión de estrategia.
Washington produce conferencias de prensa con la misma asiduidad con que Hollywood estrena películas. Pero la de la Fed reviste mayor importancia que la mayoría.
Desde que sustituyó a Alan Greenspan en 2006, Bernanke se ha embarcado en una campaña para que la institución sea más transparente y sus decisiones sean más consensuadas. La crisis financiera, sin embargo, sacudió severamente la confianza del público en la Fed. Desde entonces, la economía se ha recuperado de manera desigual y Bernanke encara disensos en el seno del propio banco central.
La inflación está trepando, en gran parte debido al alza en los precios de los alimentos y la energía. El desempleo sigue alto y el crecimiento económico del primer trimestre fue decepcionante. Bernanke parece resuelto a mantener la política de tasas de interés extremadamente bajas por el momento, pero enfrenta una oposición a veces vociferante en sus filas.
Al aparecer en público ahora, el presidente de la Fed tiene la oportunidad de hacer oír su voz y asegurarle a un público dubitativo que mantendrá la inflación bajo control.
El desenlace de la reunión de la próxima semana de la Fed no está en duda. Es probable que el organismo decida permitir que un programa de US$600.000 millones para la compra de bonos del Tesoro venza en junio, tal como estaba previsto. El debate interno se centrará en cómo y cuándo subir las tasas de interés para erradicar el riesgo de inflación.
A pesar de la oposición interna, Bernanke y sus lugartenientes —la vicepresidenta de la Fed Janet Yellen y el presidente de la Fed de Nueva York, William Dudley— han indicado que creen que es demasiado pronto para iniciar un ciclo de ajuste. Aunque la inflación está en alza, insisten en que los aumentos de precios son transitorios, como ocurrió durante 2008. La conferencia de prensa dará a Bernanke la oportunidad de explicar su punto de vista a un público a veces escéptico.
La Fed se ha estado preparando cuidadosamente para la ocasión, según entrevistas con varios participantes en el proceso. Bernanke pasó un fin de semana reciente mirando videos del presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, y su predecesor, Wim Duisenberg, contestando las preguntas de los reporteros en sus conferencias de prensa.
En febrero, al margen de una reunión de funcionarios financieros en París, Bernanke preguntó a Trichet y otros presidentes de bancos centrales europeos cómo manejaban sus conferencias de prensa. También hará ensayos en los cuales el personal de la Fed lo inundará de preguntas, a medida que se acerque la rueda de prensa.
El equipo de Bernanke, entre tanto, ha pasado semanas definiendo cuidadosamente la mecánica de la conferencia de prensa, desde quién estará presente (solamente los medios acreditados por el Congreso) hasta dónde se sentarán los reporteros.
Hace 20 años, el banco central ni siquiera informaba al público cuándo cambiaba las tasas de interés. Analistas bien remunerados de Wall Street se dedicaban a interpretar las señales de humo. Greenspan, el predecesor de Bernanke, fue entrevistado en televisión poco antes del desplome bursátil de 1987. Fue la última entrevista que concedió.
Bajo la batuta de Greenspan, sin embargo, la Fed comenzó a divulgar más información acerca de sus decisiones al, por ejemplo, difundir comunicados después de cada reunión. La tendencia se aceleró tras la llegada de Bernanke, quien cree que el banco central será más eficaz y transparente si la gente entiende mejor sus decisiones.
La idea de realizar conferencias de prensa se ha estado gestando durante años. Uno de los motivos fue el intenso debate interno del año pasado acerca del programa de compra de bonos por US$600.000 millones, al que se opusieron abiertamente varios integrantes de la Fed. A raíz de la desordenada disputa interna, se creó una comisión de comunicaciones presidida por Yellen, que respaldó la decisión de Bernanke.
La popularidad no significa gran cosa para el tímido presidente de la Fed, pero la confianza del público en el banco central potencialmente significa mucho. El organismo controla la inflación principalmente administrando la cantidad de dinero que circula en la economía. Si inyecta demasiado dinero en el sistema financiero y mantiene bajas las tasas de interés por un período prolongado, podría hacer que se disparen los precios al consumidor. Pero las percepciones también son muy importantes.
Bernanke está resuelto a mantener la confianza pública en que la inflación seguirá baja. Si las empresas o familias dudan de la capacidad o disposición de la Fed para controlar la inflación, podrían esperar un alza en los precios, lo cual a su vez podría convertirse en una profecía autocumplida. El manejo de las expectativas de inflación se ha vuelto en un desafío más complejo tras el aumento en los precios de los alimentos y el combustible.
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