sábado, 30 de abril de 2011

SALUD MENTAL LA MEJOR HERENCIA FAMILIAR: LA CULPA DE LA SOCIEDAD

Dra. Margarita Mendoza Burgos


Cuando he hablado sobre el problema de la violencia juvenil, he apuntado a la familia y a la propia sociedad como responsables. Y aunque son muchos los que no se equivocan al entender la responsabilidad de la familia en la degeneración de su estructura y la negligencia en el cumplimiento de su rol, son muchos también los que se preguntan: “Bueno, y la sociedad ¿por qué?

Por tres razones principalmente. La primera es que fomenta la polarización de su propia estructura, y la sensación de marginación de los sectores más desfavorecidos. La atroz presión comercial en la que se apoya nuestro modelo económico invita a todos a un consumismo desmedido, al que no pueden tener acceso sectores sociales muy amplios. El querer y no poder genera una frustración en la persona, una sensación de marginación, una baja autoestima, y, en definitiva un daño psicológico del que no nos percatamos, y que puede degenerar en conductas violentas que revierten contra la propia sociedad que le daña; que le ofrece tanto sin darle la oportunidad de tener nada.

La segunda razón es que va imponiendo nuevos valores que tienden a hacer cada vez más difícil la labor educativa de la familia; por ejemplo, el dinero, el sexo, el poder, la agresividad, la violencia, o el propio consumismo, son valores muy en alza, que se difunden con extraordinaria fuerza a través de los medios de comunicación, especialmente los audiovisuales; y ante los que la familia se siente cada vez más impotente, especialmente si no tiene criterios firmes y un mínimo conocimiento del manejo de la educación de los hijos. En muchísimos casos los medios audiovisuales tienen más control sobre la educación de los hijos que la propia familia.

La tercera es que propone también valores como la frivolidad en la sexualidad, y en general en la relación hombre - mujer, la libertad sexual y la infidelidad, la prepotencia y autosuficiencia, o el interés por el dinero o el poder; que, junto a otros tradicionales como el machismo, van desplazando a la responsabilidad educativa de los hijos como valor fundamental, e, indirectamente, tienden a desestabilizar la estructura familiar, y, por tanto, a debilitar su capacidad de ejercer su cada vez más difícil rol formativo.

Del mismo modo que desde que se empezó a advertir sobre los peligros medio-ambientales del tradicional modelo de desarrollo industrial, tuvieron que pasar treinta años para que se tomaran medidas al respecto, que veinte años después a penas empiezan mínimamente a cumplirse; aún falta algún tiempo para que la sociedad sea consciente de su propia responsabilidad en el flagelo de la violencia juvenil (y social en general); más aún para que tome medidas; más aún para que empiece a cumplirlas, y más aún para que tengan efecto.

Habrá quienes me tilden de catastrofista, pero les diré que hace ya casi veinte años que regresé al país, recién terminada la guerra, y empecé a advertir (y no solo yo) sobre lo que se avecinaba si no se empezaba a prevenir el problema. Naturalmente no fui escuchada, y lamentablemente el tiempo me dio la razón. Tendremos que tocar fondo, como siempre, para empezar a preguntarnos qué fue lo que pasó, y cómo salir del pozo. Muchos pensarán que ya estamos en el fondo. Créanme que no; aún estamos bajando; aún queda. Vuelvo a hacer la advertencia con la seguridad de que, una vez más, tal vez escucharé “¡Qué artículo tan interesante!”, y ya.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos

http://www.dramendozaburgos.com/

Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.

Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma. Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.

Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamin Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.

La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.

Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después. Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.


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