“El gobierno va bien, ha conseguido victorias en el Congreso y Dilma Roussef se consolida como una presidenta popular. Pero la valoración del real frente al dólar ha provocado que aún no se haya presentado un programa de gobierno”, afirma a Radio Francia Internacional José Luciano de Mattos Dias, analista de la Fundación Getulio Vargas.
Dilma Roussef tiene una popularidad de 73%, según afirma el último sondeo IBOPE publicado esta semana. Firme y discreta ante la prensa, la población la ve como una mujer objetiva, que no se ha dejado amilanar por los partidos de su coalición a la hora de nombrar ministros y que responde ante las tragedias humanas, como las lluvias torrenciales del estado de Río de Janeiro o la matanza de la semana pasada en la ciudad del mismo nombre. En política exterior, la presidenta ha dejado algunas marcas tras el acercamiento con Estados Unidos en la visita que Barack Obama hizo a Brasil y con el voto en la ONU a favor de nombrar un relator especial de derechos humanos a Irán. Además la presidenta se ha distanciado de Teherán un poco más que su predecesor al condenar la lapidación de mujeres en ese país.
Dilma Roussef tiene, sin embargo, varias tareas pendientes. Una de ellas es la de crear una Comisión de la Verdad sobre los crímenes de la dictadura (1964-1985). La otra, el peligro de que la inflación siga subiendo, “lo que provocará dificultades mayores en las exportaciones y obligará al gobierno a tomar soluciones drásticas y poco populares en la segunda mitad del año”, afirma José Luciano de Mattos.
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