jueves, 26 de abril de 2012

Resultados de la Cumbre de las Américas

Tomado de La Prensa Gráfica


Por Eduardo Calix

El saldo más importante que produjo la reciente Cumbre de Cartagena es que no se acordó nada, y así lo reconoció el propio presidente Santos, anfitrión del evento. Este hecho, aparentemente negativo, no lo es si se reflexiona sobre sus causas y previsibles efectos.

En primer término, la cumbre abordó temas que en otros momentos habrían causado estragos severos en la reunión: el tema de la estrategia a seguir sobre las drogas y el combate al narcotráfico; el caso de la futura asistencia de Cuba a dichos eventos; y la reclamación argentina sobre las Islas Malvinas. Todo se debatió cara a cara, pero con los intereses e ideologías diversos puestos sobre la mesa. Obama ante Cristina Fernández, Calderón ante Evo Morales, y Santos, mediando hasta donde le era posible. Este hecho, el del debate entre actores disímbolos, fue un acto de civilidad democrática que reivindica la cláusula democrática del organismo y le da respiro y sentido a las reuniones de esta naturaleza.

El gobierno de Cuba dijo, después de realizada la cumbre, que lo más importante del evento fue la “rebelión” de América Latina en contra de Estados Unidos y Canadá. Es una lectura miope y sesgada del evento. Sí se cumplió el acuerdo de pedirle a Estados Unidos la incorporación cubana en futuras cumbres, pero la verdad es que Cuba perdió mucha fuerza ante la comunidad latinoamericana, pues la ausencia de Hugo Chávez (Venezuela), Correa de Ecuador y Ortega de Nicaragua hizo que la voz de ALBA se ahogara fácilmente en el mar de declaraciones, discusiones y encendidos discursos. El reclamo sobre Cuba fue más formal, de compromiso previo ante Castro, sin hacer ninguna propuesta vinculante en los futuros encuentros.

Lo más interesante fue la idea consensuada de que debiera abrirse un compás de discusiones y análisis sobre el tema de las drogas. Se había sugerido la posibilidad de replantear las cuestiones relacionadas con la legalización de la producción, la distribución y el consumo de marihuana y otras posibles drogas. El presidente Calderón fue enfático al decir que la posición de abrir un diálogo institucional sobre las drogas en ningún sentido descalificaba la postura de su gobierno de combate frontal al crimen organizado en México.

Lo más revelador del estado de ánimo de los 30 jefes de Estado presentes en la Cumbre de Cartagena fue el tema de las Malvinas. Decir que el apoyo a la posición argentina era tibio y dividido es develar un secreto a voces. La mayoría de los gobernantes no se sentían inclinados a apoyar lo que, a todas luces, es un reclamo internacional para desviar la atención de problemas internos en ese país, y no estaban interesados en participar en un enfrentamiento de consecuencias inciertas con Gran Bretaña. La presidenta Fernández se retiró abruptamente de la cumbre, supuestamente ante la falta de una resolución favorable a su causa.

Se ha hecho un esfuerzo por construir la idea de que el gran saldo de la cumbre se define por un enfrentamiento entre Estados Unidos y América Latina. ¡Nada más falso! Sí es cierto que existen posturas diferenciadas en varios puntos. Pero, junto con las diferencias Norte-Sur, es justo reconocer el desarrollo de un centro político en muchas naciones latinoamericanas, cuyos gobernantes están más interesados en políticas económicas que en posturas ideológicas.

Al mismo tiempo, las naciones de ALBA se debilitan en su influencia política, que no convencen sobre su “modelo”.

Predominaron en la Cumbre de Cartagena el pragmatismo económico y la neutralidad ideológico-política, así como el propósito que reuniones de este nivel privilegien la unión y no el encono y el desencuentro.

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