Por Luis Montes Brito
Para Diario El Mundo de El Salvador
Revista Digital Gurú Político, México
La mayoría de países participantes abandonaron posiciones ideologizadas marcando un punto de inflexión en la historia del continente.
Las Cumbres de
las Américas son auspiciadas por la Organización de Estados Americanos. En
ellas se reúnen los Jefes de Estado y de Gobierno de los estados miembros
del hemisferio para debatir sobre aspectos políticos compartidos y
comprometerse a acciones concertadas con el fin de hacer frente común a los
desafíos que enfrentan los países de la región.
La primera
Cumbre se llevó a cabo en diciembre de 1994 en la ciudad de Miami, Florida,
Estados Unidos, acordándose como objetivo prioritario el establecimiento del
“Área de Libre Comercio de las Américas” (ALCA) para lo cual se eliminarían
progresivamente las barreras al comercio y la inversión, estableciéndose el
2005 como fecha tope para concluir las negociaciones del ALCA.
Este acuerdo
serviría de base en la región para lograr avances democráticos, erradicar la
pobreza extrema, el analfabetismo, las desigualdades sociales, mejorar el
acceso a la educación de calidad y a la atención primaria en materia de salud,
así como para apuntalar el crecimiento económico de la región sin
discriminaciones de ningún tipo.
Posteriormente
se han celebrado cinco Cumbres adicionales, más una Cumbre de las
Américas sobre Desarrollo Sostenible celebrada en Santa Cruz de la Sierra,
Bolivia, en 1996 y una Cumbre Extraordinaria celebrada en Monterrey, México en
2001.
Todas las
cumbres se han efectuado sin permitir la participación de Cuba, debido a que la
solidificación de la democracia en la región ha sido un tema prioritario desde
el inicio de estas conferencias y Estados Unidos ha argumentado que el gobierno
autoritario de la Isla no debe formar parte de este concierto de naciones
democráticas.
La VI Cumbre
efectuada en Cartagena marca un punto de inflexión en los dos temas más
mediáticos del evento: La participación de Cuba y un cambio en la lucha contra
las drogas. Indudablemente la influencia estadounidense en la región se ha
debilitado, tal vez calculadamente por el país del norte, evidenciada en el
distanciamiento de los puntos de vista opuestos al resto de países de la región
a excepción de Canadá.
La erosionada
influencia estadounidense en la región apenas alcanzó para evitar una
declaración final conjunta en contra de su posición. Los países del bloque del
ALBA fueron los grandes perdedores ya que quedaron fuera de incidir en los
debates, incluso antes de iniciar las reuniones, producto de la ausencia por
distintas causas de Raul Castro, Hugo Chávez, Rafael Correa y Daniel Ortega.
Evo Morales quedó solo y no alcanzó a incidir en la cobertura mediática del
evento donde incluso el escándalo de la seguridad del presidente estadounidense
recibió mayor atención de parte de la prensa acreditada para cubrir la cumbre.
La presidenta
argentina no fue capaz de conseguir que se dedicara al menos un párrafo en la
declaración final sobre la posición de Latinoamérica referente al reclamo de su
país sobre la soberanía de la isla de las Malvinas, a lo cual se opusieron
Estados Unidos y Canadá.
La mayoría de
países participantes abandonaron
posiciones ideologizadas marcando un punto de inflexión en la historia del
continente al dar paso a visiones pragmáticas donde Colombia se convirtió en la
gran ganadora de la Cumbre aprovechando óptimamente su condición de país
anfitrión para liderar hábilmente a través del presidente Santos innovadoras
propuestas en los temas centrales. Santos también supo plantearse como el gran
mediador en las diferencias entre Brasil y Estados Unidos, sobre todo en la
queja de la presidenta Rousseff por la política monetaria estadounidense que
conlleva a la apreciación de la moneda de los países latinoamericanos en
detrimento de la competitividad de sus exportaciones.
El Salvador
ocupó un cómodo lugar de espectador pasivo de la cumbre donde su presencia fue
meramente protocolaria sin que se conociese alguna propuesta interesante de
parte de los rectores de la diplomacia salvadoreña, esto puede atribuirse al
cada vez más evidente distanciamiento entre el presidente de la república y su
partido de gobierno, que debilita progresivamente el poder del jefe del
ejecutivo. La pasividad salvadoreña contrasta con la del joven gobierno
guatemalteco que supo introducir a la mesa de discusión su polémica propuesta
de despenalización de las drogas.
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